No hubo alto el fuego ni acuerdos verificables. Tras casi 3 horas de reunión, Putin y Trump hablaron de “progreso” pero sin detalles. La línea pública de Trump viró hacia la ruta preferida por Moscú: negociar un arreglo final sin antes pactar un cese al fuego, algo que Kiev y Europa venían exigiendo con apoyo previo de Washington. Putin celebró el solo hecho de un próximo encuentro en suelo estadounidense.
Por sólo eso, el resultado simbólico favorece a Moscú. Fue un choque de imperialismos pero sin paz justa. Los que esperaban otra cosa deben recordar que "entre toros no hay cornada".
Y es que un arreglo sin tregua lo que hace es normalizar la guerra. Saltarse el cese al fuego y pasar “directo a la paz” equivale a negociar bajo fuego, con el campo de batalla como árbitro.
En conclusión, La cumbre de Alaska no trajo paz ni alivio económico para nuestros pueblos. Sirvió a la disputa de relatos y a reposicionar a Moscú sin costo, mientras Washington tantea un giro táctico que deja a Kiev expuesto y erosiona la cohesión occidental. Desde América Latina, la línea es clara: paz con justicia, soberanía de los pueblos, multilateralismo efectivo y autonomía estratégica. No hay “buen” imperialismo al cual aplaudir: la salida es construir poder propio y un frente regional que ponga por delante la vida, el pan y la dignidad.