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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Que se sepa bien, no son sólo los políticos que se empeñan en ilusionar a los líderes comunitarios para comprarlos con baratijas. Las comunidades, al través de sus líderes, también recurren a estratagemas para seducir a los políticos. Los religiosos ni se diga.

Quieren hacer creer que tienen el poder de obligar a sus seguidores a votar por los candidatos que estos le señalen. Falso.

¿Votos secuestrados?

Las comunidades —sean pequeñas o grandes— son habitadas por héroes autoproclamados. Líderes que según ellos mismos tienen en su poder los votos que dan el triunfo.

La Canela con Chelo. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) proclamó su candidato a director del distrito municipal La Canela en las elecciones de 2010. El agraciado responde al nombre de José Gaspar Nicolás, mejor conocido como Chelo Gaspar.

La proclamación impactó en la población de la demarcación. Todos querían ponerse donde el capitán los viera. En esa onda estaba una asociación de pastores evangélicos en la localidad.

Coherente con lo anterior se programó un primer encuentro para valorar probabilidad de un acuerdo. Chelo asistió acompañado de su asesor de campaña. A las presentaciones protocolares siguió el análisis de las propuestas.

Sería imprudente transcribir todo aquí. Para ejemplo es suficiente decir que el presidente de la entidad religiosa propuso lo que —según él— era la fórmula ganadora.

El reverendo presidente se hacía acompañar de unos veinte pastores entre hombres y mujeres, todos bien “enflusados”. Antes de entrar en materia explicó:

— Mire señor alcalde, cada pastor de estos dirige una iglesia. Entre ellas, la más pequeña congrega más de cien feligreses. Cuando los reunimos a todos la concentración sobrepasa los mil quinientos fieles.

El pastor hizo una pausa, recogió con la mirada todo el escenario y se detuvo frente a José Gaspar. Luego de unos segundos, con la mirada fija, sin pestañar le dijo:

—Señor alcalde, esos fieles representan, como mínimo, mil quinientos votos para usted. Y repitió: —mil quinientos votos sin gastar nada en campaña—.

— Oiga don Chelo, a los feligreses míos sólo tengo que decirles por quien van a votar y punto —.

Entonces, el asesor de campaña, percibiendo la emoción de Chelo Gaspar, tomó la palabra donde la dejó el pastor. Explicó que, en La Canela unas las elecciones pueden ganarse con menos de dos mil votos. En tono suave, pero con seguridad le dijo:

— Reverendo, yo fuera usted me proclamo candidato. Ni siquiera busco aliados. En vez de exigir cerca de la mitad de los cargos en el ayuntamiento del distrito municipal los distribuyo entre los hermanos congregados.

Dejando uno y cogiendo el otro, Villa González tiene sus personajes con cuarenta y sesenta votos atrapados en sus puños. Fabián Alvarado es uno de ellos.

En una ocasión, cerca de las elecciones del año 2000 nos tocaba una reunión con el entonces alcalde Víctor D’Aza. Fabian nos interceptó frente al ayuntamiento. Exigía que le diéramos veinte pesos. Nos negamos.

Frente a la negativa Fabián nos amenazó con prohibir todos los proyectos que coordinábamos con la gestión municipal de entonces.

Alvarado armó todo un escándalo, al punto que el alcalde salió y habló con él hasta calmarlo. Antes de iniciar la reunión prevista nos preguntó: ¿qué fue lo que pasó? Le explicamos lo sucedido con lujo de detalles.

Concluida nuestra explicación D’Aza dijo:

— A Alvarado hay que saber tratarlo. ¿Por qué? Porque él tiene más de cuarenta votos asegurados en la zona de El Limón y El Aguacate, parajes del municipio para la época.

Ni el reverendo ni Fabián garantizaban, a fin de cuentas, los votos que decían. Ni siquiera el de sus familiares más cercanos. Pero sabían vender su narrativa para chantajear con engañifas a los candidatos de turno. Una vez descubiertos desaparecieron.

En suma, que quedó clarito que —aunque en menor medida— los supuestos líderes comunitarios también sorprenden a los políticos. Y que estos deberían cuidarse, —igual que los comunitarios— de las mordidas envenenadas.

Por todo lo anterior insisto en los acuerdos transparentes entre políticos y comunitarios. Estos acuerdos podría ser un medio para desenmascarar a los impostores.

Los acuerdos transparentes darían seguridad a ambos sectores e impulsarían el desarrollo comunitario.