El principal patrimonio con el cual contamos sin dudas es la vida, razón por la cual su valor es intangible e incalculable, el derecho a la vida es un derecho fundamental y está amparada por nuestra constitución que la considera inalienable desde la concepción hasta muerte.
Dicho lo anterior se asume que ante el Estado todos somos iguales y cada vida tiene el mismo valor y debe despertar el mismo interés, ante la pérdida de la misma, debe actuarse con la misma energía, motivación, gallardía, diafanidad y objetivad, con el fin de esclarecer cuando por cualquier circunstancia este activo se ha apagado para siempre; como han sido los casos de la joven de origen Hindú y ciudadana de los Estados Unidos de Norteamérica, Sudiksha Konanki de 20 años de edad y la niña Stephora Anne-Mircie Joseph, de 11 años , residente en la República Dominicana de origen haitiana, ambas fallecidas hasta lo que sabemos por “ahogamiento”.
La joven Sudiksha Konanki, el 6 de marzo del presente año, mientras disfrutaba de sus vacaciones en un resort de la Región Este del país, fue reportada como desaparecida, tras haber ingresado a la playa esa madrugada luego de una fiesta con amigos y conocidos. Antes dicha alarma el Estado dominicano desplegó un fuerte operativo con helicópteros y drones para la inspección del perímetro, barcos de la armada y miembros de la Defensa Civil.
Se utilizaron perros especializados en búsqueda, la Policía Nacional resguardaba el perímetro y fueron notificados sus padres, Subbarayudu y Sreedevi Konanki, quienes llegaron al país en busca de su hija. Investigadores de la Oficina del Sheriff del Condado de Loudoun, donde residen los padres, también viajaron para integrarse a la investigación.
La niña Stephora Anne-Mircie Joseph, falleció el 14 de noviembre del presente año en una actividad extracurricular en la provincia de Santiago de los Caballeros, organizada por el centro educativo, Instituto Leonardo Da Vinci, jornada a la que asistió acompañada por otros 86 estudiantes y cuatro maestros a un rancho con piscina donde perdió la vida. Donde comenzó un mal de encrucijada con su madre la señora Lovelie Raphael Joseph, a la cual le contactaron a las 11:30 a.m. para informarle que la niña tenía alguna dificultad de salud y le cuestionaron sobre a qué hospital debía ser llevada, para más tardes solicitarle que se presentara al rancho donde se efectuaba la excusión , y donde no le permitieron ver a su hija. Fueron varias horas después cuando alguien le comunicó que al día siguiente fuera a buscar el cadáver de su hija y hasta la fecha ni a la madre, ni el país ha recibido una explicación de que sucedió.
En el primer caso vimos un Estado diligente, donde rápidamente se actuó y se pusieron a disposición del mismo todos los recursos a los fines de esclarecer lo sucedido , donde hasta la propia Procuradora actual del Ministerio Público se trasladó al lugar de los hechos a dirigir las pesquisas. De igual modo, los padres de la joven fueron integrados al proceso y se les dio una respuesta rápida, satisfactoria, que dio como resultado del proceso desarrollado por las autoridades que los padres de la joven solicitaran al Estado dominicano que declarara a su hija como fallecida.
En cambio, en el caso de la niña Stephora Anne-Mircie Joseph lo que ha existido es un mar de nebulosas grises, merodeando las complicidades. Un silencio culposo expresado en informaciones llenas de ambigüedades que huelen a ocultamiento, en un proceso donde la madre de la víctima ha tenido que salir a los medios de información a reclamar por respuesta de lo sucedido con su hija. Para ella, su familia y para toda la sociedad dominicana. Pues lo que hemos visto es un Estado negligente que ha dejado evidenciado de la forma más burda posible su desinterés social por el presente caso.
No criticamos la rápida intervención en el caso de Sudiksha Konanki. Fue lo correcto, por el contrario a lo que aspiramos es a que todas las vidas de las personas tengan el mismo valor, interés y significado, sin importar su origen, nuestro extracto social, nuestras creencias, porque no puede ser posible que siga existiendo en las sociedad dominicana un segmento poblacional marginado y discriminado en la vida y también en la muerte.
.





