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Opinión | César Pérez

El periódico Diario Libre recoge unas declaraciones mías, donde digo que “Alianza País deberá fijar una posición de si se queda solo, con pocas posibilidades de ganar o pasar a un frente opositor encabezado por el PRM”, las mismas motivaron un comentario crítico de mi buen amigo Fidelio Despradel.

Éste me pregunta que si no sería prudente esperar una mejor definición del PRM, en términos programáticos y políticos, para definir eventuales coincidencias y/o alianza de Alianza País con ese partido. Diría que sí, pero hasta cuándo…

Se pregunta Fidelio, ¿No deberíamos aprovechar este “interregno” para avanzar todo lo posible por contribuir a definir un programa opositor…”?, sí, repito. Sin embargo, sería bueno saber cuáles serían las iniciativas que se deben y/o han debido hacerse para que Alianza País y todos aquellos grupos y partidos que desean un “cambio de rumbo”, para incidir en el sentido de que el PRM defina sus posiciones en una propuesta que vaya más allá de “un listado de cuestiones generales” como dice Fidelio.

Sin embargo, podría decirse que en términos programáticos, las definiciones de ALP no son más precisas o avanzadas que las que las hasta ahora elaboradas por la Convergencia y el PRM. También, que Alianza País está en su derecho al darse sus plazos, pero debe entender que en importantes sectores de la real oposición existe otra interpretación de los plazos y del tema de unidad, de cara a las próximas elecciones. La percepción generalizada es que ha habido suficiente tiempo para estar en un mejor punto en cuanto a una imprescindible unidad para enfrentar el bloque de la indignidad formalizado en este junio, pero con más de tres años de existencia real.

 

Alianza País se ha propuesto “impulsar la Mesa de Diálogo, por precisar nuestra propuesta programática, por fortalecer Alianza País y por contribuir a fortalecer a cualquier fuerza política, social o ciudadana que coincida con nosotros”, esa iniciativa tiene más de un año sin que hasta este momento se haya concretado. Recientemente Guillermo Moreno reafirmó su llamado a la integración de esa Mesa, limitándose a decir a quiénes no quería en ella, sin decir a quiénes sí. En entrevistas posteriores, a pesar de la insistencia de algunos periodistas, evadió decir con quiénes podría hacer alianzas.

Esa circunstancia refuerza la percepción en importantes sectores de que Alianza País tiene serias dudas sobre su participación o no en un proyecto unitario y despejarlas constituye un deber de esa colectividad. Tiene razón Fidelio, cuando dice que se nos presenta una “una nueva oportunidad” de “cambiar el rumbo del país”, pero si repetimos actitudes del pasado: la inconsecuencia, rigidez e incomprensión del momento político, ésta no se aprovechará.

Estamos frente a un presidente reeleccionista que dispondrá del 98% de los recursos que asigna la JCE y que controla todos los poderes del Estado. Por eso, para algunos, éste no podrá ser vencido a fuerza de votos. Creo, sin embargo, que es la persistencia de la actitud arriba señalada lo que haría inexorable el triunfo de la indignidad y que en la ceguera, el sectarismo y el vanguardismo de determinados sectores opositores y en la pasividad de muchos, podría descansar la principal fortaleza del bloque de la impunidad.