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Opinión | TAHIRA VARGAS GARCÍA

En este fin de semana se celebra el día del Padre. Una celebración que muestra diferencias notables con las Madres, tanto en su movimiento económico como en su movilización social y cultural.

 La celebración de ambas fechas tiene contenidos comerciales y socio-culturales. El día del padre no presenta la magnitud cultural que el de la madre. Este bajo perfil del día del padre está vinculado a patrones socio-culturales que marcan la paternidad.

La paternidad en nuestra sociedad está desprovista de orientación y educación. Una proporción significativa de hombres en los distintos estratos no asume su responsabilidad paterna en los aspectos económicos, sociales y educativos. La debilidad cultural de la paternidad está vinculada a la ausencia histórica y acumulada en nuestro sistema educativo de la educación sexual y reproductiva.

Los hombres desde su niñez en su crianza y socialización reciben orientaciones dirigidas a reforzar su machismo, virilidad y rol de dominación sexual y económica frente a las mujeres. Este reforzamiento desde el machismo y patriarcado genera como contraparte la ausencia del rol paterno como parte de la masculinidad construida. Se les despoja de un desarrollo psico-afectivo expresivo libre de manifestaciones afectivas, sensibilidad y responsabilidad frente a la niñez y a la relación paterno-filial. 

La deconstrucción de este imaginario masculino sostenido en una cultura machista y patriarcal que limita al hombre a su hegemonía sexual sobre la mujer y lo despoja de su paternidad tiene que ser una tarea urgente, no puede ser pospuesta.

Esta deconstrucción es una tarea de la legislación en derechos sexuales y reproductivos que implica a su vez una educación sexual integral que genere equidad de género. La equidad de género supone el establecimiento de roles equitativos entre hombres y mujeres, donde los hombres se conviertan en padres, cónyuges, hermanos, hijos con capacidad para dar afecto, ser cuidadores de niños y niñas, solidarios y sensibles ante el dolor, enfermedad, y situaciones de riesgos que presenten las personas que tienen bajo su responsabilidad.

La postergación de la legislación en salud sexual y salud reproductiva afecta notablemente a niños, adolescentes y jóvenes en su masculinidad. Su vulnerabilidad ante el ejercicio responsable de la sexualidad y su débil formación como padres es el producto de una sociedad que le da la espalda a la educación sexual integral y al ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos desde la equidad de género.

Necesitamos formar padres responsables que cultiven el amor, el ejercicio del cuidado hacia sus hijos e hijas, sensibles a la atención de la salud, la educación y la protección de la niñez y que sean agentes de cambio hacia una cultura de paz.