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Opinión | César Pérez

Pedro Martínez, de Manoguayabo, acaba de ser exaltado al templo más emblemático del béisbol, un deporte seguido apasionadamente en cerca de veinte países con una población de casi mil millones de habitantes.

Con él se premian los valores de la templanza personal y su excelencia deportiva, las cuales han contribuido a la consolidación de un sano sentimiento de identidad de la localidad a la que él pertenece y en la República Dominicana, tan necesitada de ese bálsamo en el particular momento que vivimos como sociedad.

El triunfo de Pedro Martínez constituye una óptima oportunidad para reflexionar sobre los temas de la templanza, del deporte y de los valores. La templanza, según Bobbio, significa potencia, fortaleza, valentía y al mismo tiempo sencillez, misericordia. Saber dar y darse, sin arrogancia y sin prepotencia, que son cualidades opuestas a la templanza. Esta cualidad es la que destacan en Pedro Martínez quienes fueron sus compañeros, quienes lo conocen y la comunidad donde se crió, a la cual ayuda para que sea mejor, reforzándole el sentimiento del “nosotros”, de su identidad. Pero la templanza tiene un contenido social, ese valor, como todos los valores, se aprende. 

Pedro lo aprendió en el contexto social que vivieron sus progenitores, donde predominaban el respeto, la dignidad y el orgullo, valores claves para una disciplina exigente y complicada como el béisbol de alta competición. Su padre creció en aquel Manoguayabo rural, de pequeños propietarios de fundos, parroquial, solidario y seguro. Ese contexto social/familiar ha sido básico para que desarrollase su templanza, y en gran medida ha contribuido igualmente a que otros beisbolistas de Manoguayabo, que también han triunfado deportiva y económicamente, tengan un comportamiento moderado, sin la ostentación ofensiva y hasta agresiva de algunos beisbolistas de otras localidades del país.

Antes de finales del 800, el deporte era una actividad practicada casi exclusivamente por las élites sociales, limitadas al mero placer, al ocio. Debido a los efectos democratizadores, que en algunas esferas de la vida social ha producido la sociedad burguesa, el deporte ha devenido una actividad de masas y una de las principales actividades comerciales, una potente industria del ocio y del tiempo libre. La incorporación masiva de gente de todos estratos sociales ha hecho del deporte uno de los principales factores de movilidad social y una forma de fortalecimiento de las identidades locales, regionales y nacionales.

Pero esa masificación y comercialización, a pesar de sus efectos democratizadores, no ha estado exenta de funestas manipulación, explotación y engaño, a deportistas como a aficionados, de parte de muchos de quienes operan esa industria. Recientemente se han hecho público graves denuncias de corrupción que envuelven a encumbrados funcionarios de la Federación Internacional de Fútbol, en otros deportes, incluyendo el béisbol también hay engaños y trampas. Que un deportista de alto rendimiento, ganador de casi doscientos millones de dólares, haya sabido aprovechar la brecha democratizadora del béisbol para ascender socialmente, triunfando limpiamente, como lo ha hecho Pedro Martínez, constituye un ejemplo de entereza.

Su triunfo es el triunfo de la honradez, del béisbol, de Manoguayabo, del país y de quienes creemos en una identidad local y nacional cimentada en los valores de la templanza.