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Opinión |

La opinión generalizada es que Trujillo ordenó que su prensa fuese muy hostil hacia Haití y sus gobernantes. Sin embargo, durante los primeros doce años de su régimen el dictador sólo permitió que se dijeran cosas muy laudatorias de ese país y él mismo se expresó muy favorablemente hacia nuestros vecinos.

 En 1934, durante la primera visita de presidente dominicano a Puerto Príncipe, el ministro norteamericano reportó: “Durante el discurso de Trujillo se dice que comentó, para el deleite de todos: “Me enorgullezco en declarar ante mis conciudadanos y frente al mundo, que una alta proporción de sangre africana corre por mis venas”. Hacia el final de la ceremonia, al salir Trujillo del palacio, se acercó a la bandera haitiana que era llevada por la Guardia de Honor y con el instinto verdaderamente latinoamericano para lo dramático, la besó, una acción que ha sido altamente mencionada y elogiada en la prensa local”.

Lo del beso de la bandera lo destacó el “Listín Diario” como titular de primera página al reportar: “Trujillo descendió de la escalinata y se dirigió directamente al centro del regimiento y estampó un beso sobre cada una de las dos banderas dominicanas y haitianas”. En 1936, durante su tercera visita a Haití y al llegar a Cabo Haitiano Trujillo declaró, al depositar una ofrenda floral ante el monumento a Dessalines: “Deseo que el pueblo haitiano permanezca vinculado al pueblo dominicano”. 

Irónicamente, aun después de la matanza de entre 4,000 y 6,000 haitianos a fines de 1937, cuando en 1941 su amigo Elie Lescot fue escogido como presidente, el “Benefactor” dijo: “El presidente Lescot no solamente es presidente de Haití, es también para mí y para el pueblo dominicano, que lo estimamos tanto, el presidente de la República Dominicana”. Horas antes, cuando la Asamblea haitiana lo había seleccionado, se ordenó que todas las sirenas de Ciudad Trujillo anunciaran la gran noticia. (Ver Bernardo Vega “Trujillo y Haití, Vol. I”, páginas 241, 251 y 262 y Volumen II, páginas 120 y 125).

Sería tan sólo cuando poco después Trujillo sintió que Lescot lo había traicionado, que ordenó ataques violentos, de carácter racista contra el pueblo haitiano y personales contra Lescot, quien ripostó prohibiendo que sus braceros cruzaran la frontera a cortar caña como era usual desde hacía muchos años. Luego y hasta mayo de 1961, excepto cuando su conflicto con Magloire, Trujillo sigue hablando bien de Haití y sus líderes.

El problema bilateral actual no es personal, ni político, sino migratorio y surge, de nuestra parte, muy tardíamente. La Ley de Migración de 1939 tan sólo fue sustituida durante el gobierno de Hipólito Mejía en el 2004, es decir 65 años después, período equivalente a dos generaciones.

Leonel Fernández contaba con seis meses para poner en ejecución su reglamento, pero tardó ocho años, a pesar de que entregó la política migratoria a los “Vinchos”. Danilo Medina ha heredado pues, un problema que debió haber sido enfrentado por Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco y Leonel Fernández y no ha podido posponerlo por las sentencias del Tribunal Constitucional.

Para ponerlo en ejecución Medina enfrenta principalmente tres problemas: (1) La retroactividad de una de esas sentencias y el hecho de que muchos hijos de haitianos nacidos antes del 2010 no han podido regularse a pesar de la inteligente ley lograda por Medina. La casi totalidad de la crítica internacional está dedicada a este tema de los “apátridas”.

Como el grueso de estos nació en bateyes, desde un punto de vista moral y cristiano los dominicanos debemos sopesar si es justo que hijos de padres traídos por nuestros militares, en contubernio con los de Papa y Baby Doc para trabajar en ingenios, primero de Trujillo y luego del Estado Dominicano, no son dominicanos, más cuando esos guardias no permitían salir de esos bateyes para registrar los nacimientos. (2) El hecho de que el inicio de las deportaciones forzosas coincide con elecciones en Haití, lo que convierte el asunto en tema principal electoral en una nación frágil y (3) que también coincide con elecciones en nuestro lado de la isla, donde Danilo Medina, quien pudo haber actuado solo como estadista, ahora tiene que también maniobrar como candidato.