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Opinión | Profesora Rosario Espinal/analista social

Érase una vez cuando el PLD era comesolo, Joaquín Balaguer los sentenció por repartir poco. Los peledeístas, novatos y enchancletados, llegaron al poder de casualidad por el apoyo de Balaguer y su recua conservadora que detestaban la idea de que un negro como José F. Peña Gómez (ay, y de origen haitiano) llegara a la Presidencia.

 

Temeroso de perder sus huestes reformistas, Balaguer dio instrucciones a los peledeístas de no integrarlos al Gobierno, y carentes de base social propia, los peledeístas no tenían muchas demandas clientelistas. Por eso se dice que el mejor gobierno de Leonel Fernández fue el de 1996-2000, cuando la administración no estaba sobre abultada y hablaban de reforma del Estado.

Pero en aquel ínterin, los peledeístas comenzaron a aprender las malas mañas de la política dominicana.
Muerto Balaguer y con Hipólito Mejía en la olla política, el retorno del PLD al poder en 2004 fue apoteósico. “E’pa’ fuera que van” y “e’ pa’ lante que vamos”. Como seguro ganador, el PLD atrajo muchos partiditos y conformaron el llamado Bloque Progresista (de varios bloques y nada progresista). Leonel Fernández se alzó con el 57% de los votos y ahí comenzó su verdadero reinado.

Imaginando que todavía existía la gloria, el Partido Reformista fue solo a las elecciones de 2004 y su votación no llegó a dos dígitos. Luego ese partido se fue fraccionando, y la mayoría, en busca de riqueza, se arrimó al gobierno peledeísta. Al día de hoy andan fraccionados y buscando una estrella que los guíe. Pero la masa votante balaguerista la agarró hace años el PLD.

Para el 2012, la elección de Danilo Medina fue más apretada con sólo 51% de los votos, a pesar de tener a Leonel, a Margarita y todo el Presupuesto Nacional (con déficit incluido) a su disposición.

Una vez en la Presidencia, el principal reto de Medina fue consolidar su poder, y lo logró. Pasó a controlar el poderoso Comité Político, y en las encuestas de opinión pública, ha registrado alta aprobación. Eso sirvió de fundamento para buscar la reelección.

Ante una oposición colapsada por la división del PRD, Medina pudo ganarle el match sobre la repostulación a Leonel Fernández. Los legisladores perredeístas hicieron causa común con Medina a cambio de beneficios, y lo mismo hicieron los reformistas. Ante un escenario perdedor, los leonelistas dejaron de ser “firmes” y también pactaron.

El próximo objetivo de Danilo Medina es ganar en el 2016 con un porcentaje superior al 57% que obtuvo Leonel Fernández en 2004, para que no quepa duda de quién tiene el poder.

A pesar de todos los problemas que aquejan el país, Medina tiene condiciones favorables para lograr su objetivo. Sigue registrando alta aprobación en las encuestas, el PRD claudicó y se cotiza por cheles en la bolsa política, el reformismo no llega ni a céntimos, y los demás partiditos esperan limosnas. A precio de vaca muerta, Medina está en excelentes condiciones de agarrarlos a todos bajo el falso eslogan de “Gobierno de Unidad Nacional”.

El gran riesgo de esa estrategia, a pesar de las vacas muertas, es el costo para el erario en un momento de finanzas débiles. La democracia clientelar dominicana se había sostenido con una circulación de élites en el poder; es decir, gobernaba un partido y luego otro (léase, robaba uno y luego otro). Integrar casi toda la clase política al Estado, y hacerlo cuando esa clase ha crecido y tiene deseos insaciables de riqueza, supone más gastos corrientes, más obras sobre valuadas y más endeudamiento. Una verdadera bomba de tiempo.