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Opinión | Profesora Rosario Espinal/analista social
 Quizás fue a propósito: lunes a las cinco de la tarde para que pocos vieran un espectáculo patético, y muchos, sólo imágenes de manos eufóricas anunciando la buena nueva. Políticos engalanados del PLD, del PRD y compartes, hicieron una burda escenificación de un pacto de votos, puestos y sobrecitos como acuerdo programático. Fue el pacto de las corbatas azules (parte 2).

¿Recuerdan el primero? Fue en el año 2009, cuando el entonces líder del PLD, Leonel Fernández, convidó a Miguel Vargas a rubricar un pacto que culminó con la Constitución de 2010. Ambos, en corbatas azules, acordaron eliminar el sistema de reelección con una opción consecutiva, a favor de la reelección indefinida no consecutiva. Así, cortesía de Miguel Vargas, Leonel Fernández quedó habilitado para aspirar a la presidencia en el 2016 y posteriormente, bajo el alegato de que el PRD, por principios, no era reeleccionista.

En una doble ironía, Danilo Medina y Miguel Vargas se engalanaron el lunes con corbatas azules, en ausencia del destronado Leonel Fernández. En este nuevo pacto, producto de la recién reforma constitucional a favor de la reelección de Medina, Vargas apoyó exactamente lo contrario: la reelección con una opción consecutiva que había sido abolida en el 2010.

Que quede claro, en el 2015, los diputados perredeístas fueron claves al aunar esfuerzos con los danilistas para restablecer la reelección inmediata, forzando a los “firmes” leonelistas a apoyar la reforma, so pena de ser aplastados por los danilistas.

Y hay más. En 2011, Miguel Vargas acusó al PLD de enviar personas a votar por Hipólito Mejía en las primarias perredeístas. ¿Qué explica entonces su genuflexión ante el PLD?

Miguel Vargas ha ejercido siempre una dirección débil en su partido, y la división que se concretó en el 2014 dejó el PRD muy disminuido electoralmente. Ante la derrota que se avecina en el 2016, los diputados perredeístas vieron en la adhesión a la reelección danilista la posibilidad de conservar posiciones, y los altos dirigentes del PRD, una forma de hacer negocios con el Gobierno.

Este craso pragmatismo fue el lunes disfrazado con un acto incoloro, inodoro e insípido, por más estridencia de los maestros de ceremonia, donde la adicción al poder quebró cualquier vestigio de coherencia e integridad política.

La sociedad dominicana sabe perfectamente de dónde viene y para qué sirve el pacto PLD-PRD. Es muy simple. Danilo Medina necesitaba votos en el Congreso para pasar la reelección, y el PRD se los dio. Necesita muchos votos en el 2016 para arrasar sin la ayuda de Leonel, y el PRD aportará su granito de arena. El PRD pactó con el PLD para recibir algo en vez de perderlo todo.

Que la Internacional Socialista fuera testigo en tan burdo acto demuestra que la política anda muy mal aquí y acullá.

Ojalá me equivoque y en cinco años este país esté totalmente transformado como consagra el pacto firmado y a viva voz proclamado. Pero ojo: si la sumatoria de 20 años de gobiernos del PLD y del PRD (16 uno y 4 el otro) no ha producido grandes cambios positivos para el país, ¿qué esperanza pueden ofrecer ahora juntos? ¿Nos creen a todos tan tontos?

Los grandes pactos entre partidos históricamente opositores se dan a veces para terminar una guerra, o después de una dictadura, o en sistemas parlamentarios cuando ningún partido logra mayoría para gobernar. En República Dominicana no se presenta ninguna de esas circunstancias. Este pacto es de votos, puestos y sobrecitos, entre un partido con excesivo poder (el PLD) y otro a la deriva (el PRD).