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Opinión | TAHIRA VARGAS GARCÍA

La semana pasada iniciamos una reflexión de balance del año 2015 desde una mirada a la cotidianidad y la convivencia social. En este sentido destacamos algunas de las buenas y malas prácticas presentes en la convivencia desde la interacción social entre las personas.

En este artículo presentamos algunas de las iniciativas colectivas y comunitarias que son parte del capital social que favorece a la cohesión social y se contraponen a la violencia y conflictividad que afecta la vida social en comunidades rurales y urbano-marginales.

“En Bourdieu, así como en Coleman y Putnam, las redes sociales y la densidad de las mismas juegan un papel central en la creación y el mantenimiento de capital social, convirtiéndose en la garantía más tangible de que las expectativas de reciprocidad no serán defraudadas” (Samora 2004:10).

“La creación, el desarrollo y el mantenimiento de capital social están condicionados por la conformación de las redes sociales y la existencia de creaciones basadas en la confianza y en un principio de reciprocidad mutua”. (Ibídem).

Las redes sociales y su tejido de relaciones de confianza y reciprocidad se revierten en inversiones de capital social como bien plantea Putnam (2000), acumulan capital social en solidaridad y en nexos sociales supliendo muchas veces las deficiencias de servicios y de protección social que debe ofrecer el Estado.
En las comunidades rurales y urbano-marginales como bien planteamos en el artículo anterior se tejen redes sociales e informales que favorecen la confianza y la solidaridad. Además de estas redes encontramos iniciativas comunitarias juveniles y de personas adultas desde la participación en organizaciones sociales y actividades artísticas como: fabricación de artesanías, pintura de murales, formación de grupos musicales y danza que recrean ritmos afrocaribeños (atabales, salves, perico ripiao, merengue típico, bachata, dembow, reguetton, hip hop, etc…) teatro popular, entre otros…

Estas iniciativas comunitarias son parte de un capital social que fortalece la cohesión social y pudieran bien favorecer la creación de una cultura de paz desde la práctica musical, la danza, la pintura, las artesanías. Las redes sociales, las organizaciones sociales, las iniciativas artístico-musicales de las comunidades necesitan promover un cambio en las relaciones de género basadas en la violencia así como las prácticas de discriminación étnico-racial, sexual y social existentes en estas comunidades.

El Estado dominicano y el sector privado-empresarial deben invertir para ampliar, capacitar y fortalecer el potencial que tiene este capital social sostenido en redes sociales y en iniciativas artístico-musicales y con ello fomentar una cultura de paz que erradique las prácticas de convivencia social sostenidas en la violencia en todos sus ámbitos.