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Opinión | Roudy Joseph

Una trabajadora cuentapropista haitiana nos cuenta: “Yo he sobrevivido al terremoto del 12 de enero (de 2010), que destruyó mi casa. Una organización internacional me ayudó con un “abri provisoire” que luego fue quemada por UDMO (un cuerpo policial especializado en Haití), y lo que quedaba se lo llevaron los vientos de ese huracán (Matthew)”.

 Y, a pesar de todo, ella se levanta cada día con su pequeño negocio ambulante a “buscarse la vida” y por su familia.

 Historias así se pueden encontrar en muchos de los hogares de las zonas rurales y semi-urbanas de Haití. Personas que en ocasiones perdieron su vivienda en tan corto tiempo y que el Estado ni se ha enterado.

 Se podría afirmar que generalmente una persona viviendo en un país desarrollado o en vías de desarrollo no ha sufrido esas penas en el 

transcurso de toda su vida.

 Así como se dice que hay dos y hasta tres República Dominicana, la situación es fuertemente similar a la de Haití.

 Encontramos personas en este país que  nacieron, se criaron y murieron en una zona apartada del  centro de la capital, Puerto Príncipe y en las periferias de las ciudades, que no existen para el Estado aunque siempre tengan una mínima representación en alguien que dice ser miembro del Consejo de Administración de las Colectividades Territoriales (CASEC). Matthew no tiene culpa en esa inexistencia de políticas públicas.

 En este sentido, no hay duda de que el gobierno maquilla, o por lo menos se equivoca  sobre las estadísticas de los desastres o las consecuencias post-Matthew. Por ejemplo, a nivel gubernamental se habían reportado unas 473 muertes a causa del paso del huracán Matthew y, mientras tanto, se podía calcular que en solo dos municipios murieron cerca de 308 personas (datos recogidos inicialmente por Protección Civil de Haiti).

 A un mes de Matthew, huracán de categoría cuatro cuyo centro tocó las costas del Sureste de Haití, la mayoría de las secciones comunales de los departamentos fuerte y medianamente afectados  todavía esperan de una ayuda que pueda suplir algunas necesidades básicas, de sobrevivencia.

 Según la ONU, se estima en un millón y medio la cantidad de personas que estarían en esas condiciones.

 Para un país en la ruta ordinaria de los ciclones, no se ha organizado ningún plan de prevención o de evacuación preventiva en las zonas más vulnerables, ni desde el Estado, tampoco desde la sociedad civil, y menos desde la población. Hace falta una cultura de prevención a nivel nacional.

 Si nos aferramos un poco a las esperanzas que nos alimentan los/as religiosos/as: “Dios no nos dará ninguna prueba que no podamos soportar”.  Sin embargo, no estábamos preparados/as en lo más mínimo ante ese enviado natural o celestial (ni siquiera el nombre del huracán era Apocalipsis).

 Así que, el gobierno de Privert-Jean Charles deliraba cuando lanzó la propaganda “0 muertes” al darse cuenta del inminente paso del huracán en territorio haitiano.

 Para propagandas servimos, nada más. Hubo algunos dizque representantes del pueblo, que en vez de concentrar todos los esfuerzos en hacerle llegar a los-as damnificados-as la ayuda, gastaban  salivas en contra de la presencia de algunos militares dominicanos en servicio con el Ministerio de Obras Publicas de ese país, los cuales también protegían las toneladas de donaciones que el gobierno dominicano, luego de la visita del presidente dominicano a su par haitiano, envió a  Haití.

 El Estado y el pueblo dominicanos deben saber que el pueblo haitiano, especialmente las personas en esas condiciones de miseria y paupérrimas luego de Matthew, están muy agradecidas de la ayuda dominicana (contrario a lo que hayan reportado algunos medios dominicanos basándose en la declaración de unos pocos políticos haitianos).

 Tanto es así, que muchos/as haitianos/as aprendieron a decir “glacia” cada vez que pasaba el convoy dominicano.

 La principal lección que debemos aprender de Matthew es que debemos urgentemente reorganizar el Estado haitiano. No es posible seguir ese mismo camino de indiferencias de las élites, de la poca o nula representación de sus políticos, de seguir improvisando (¿qué hicimos los primeros siete meses del año en preparación y prevención frente a las temporadas ciclónicas?)… y la lista es interminable.

 Matthew pasó a la historia gracias a Haití, y no estaba muy interesado.