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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

En República Dominicana, igual que en la mayoría de países que comparten fronteras terrestres con otras naciones, el asunto migratorio es una fuente permanente de conflictos. La diferencia está en los matices que se les da en un país más que en otro. Aquí, en dominicana, las manchas pasan del rojo al negó con ligera facilidad y se convierten en estigmas.

En efecto, está actitud contribuyó a que el Presidente Danilo Medina fracasara al querer tener 10 millones de turistas visitando el país cada año. El turismo puede ser de disfrute, agua, sol y arena, también lo hay ecológico, de salud, científico y comercial. Cada persona que entra al país es un turista en potencia, el asunto está en registrarla para mostrar después las estadísticas. Si se regulara la entrada y salida de haitianos los números de turistas fueran mayores.

¿Por qué no se implementa una política de regulación migratoria eficiente?, ¿Por qué no se concibe el migrante haitiano como un turista? “responde tú”.

Incluso, el estigma llega tan lejos que si a un jornalero se le propone chapear una parcela agrícola, la respuesta es la misma en la mayoría de los casos.

-- Búsquese otra gente que yo no soy haitiano --, responde el jornalero para rechazar la oferta.

En suma, cada vez son menos los trabajadores agrícolas dominicanos que doblan el lomo con un machete en la mano para limpiar una plantación. Ahora, si el conuco no se limpia periódicamente, los frutos serán pobres y al final habrá poco que recoger.

El término “extranjero”, en este  país es una mácula para hacer referencia de manera negativa a los nacionales haitianos. Pero el desprecio a los haitianos no es sólo aquí, en República Dominicana, quienes más beneficios obtuvieron de Haití son todavía más excluyentes. 

En días recientes, el Presidente de Estados Unidos retiró el apoyo a miles de migrantes haitianos y se dice que se propone deportarlos a República Dominicana. La semana pasada, el gobierno de Canadá rechazó la mayoría de demandas de asilo de haitianos. Entre febrero y octubre de este año fueron refutadas más de 6,000 solicitudes de asilo, solo 29 de estas lograron su objetivo.

Aquí, en el país, ciudadanos emplazan al mandatario Medina a impedir que los “extranjeros” entren ilegalmente. Recuerdan la invasión haitiana de 1822 al 1844 y que nos liberamos de ellos 22 años después de la ocupación. Por tanto, creen que tienen su resentimiento y están invadiendo de nuevo el país de manera pacífica. 

Lo que nadie recuerda, es que los haitianos no pusieron resistencia al deseo de libertad de los pobladores de este lado de la isla La Hispaniola. Están en el olvido los momentos en que nuestros libertadores se refugiaron en Haití, huyendo de  los traidores a la patria de Duarte, Sánchez y Mella. La independencia sobre Haití se produjo sin disparar un solo tiro. Es luego, ya libres, que se producen las batallas del 19 y el 30 Marzo respectivamente.

En cambio, cada día son más los venezolanos que entran al país y nadie piensa en una invasión de Venezuela a República Dominicana. Y no es que haya que salir a enfrentar los pobladores de la patria de Bolívar. Bastante se solidarizó Venezuela con los dominicanos en los tiempos de las dictaduras.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentó un informe donde tipifica el país entre las naciones que mantienen una política de “discriminación racial estructural contra personas de ascendencia haitiana”. El informe incomodó el gobierno dominicano y de inmediato este expresó su descontento con la CIDH. La queja se dio a conocer en medio de un encuentro donde el Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, Flavio Darío Espinal represento el país. En la reunión también estuvo el presidente de la Junta Central Electoral, Julio César Castaño Guzmán.

De acuerdo a los comisionados del gobierno dominicano, el país ha estado cumpliendo con la aplicación de la Ley No. 169-14 y su consecuente Plan Nacional de Regularización de Extranjeros.

Cierto es que el país debe asumir una actitud de colaboración y solidaridad hacia el pueblo haitiano. También es innegable que Canadá, Estados Unidos y sobretodo Francia, deben arrogarse el compromiso inquebrantable de contribuir para que Haití se encamine hacia el desarrollo económico, social y político.  Ellos que arruinaron la nación negra, ahora están obligados a invertir para que Haití supere la situación de calamidad en que lo dejaron.