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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Don Luís abordó la barca, a pesar de que hasta el propio barquero presagiaba el inminente naufragio de la débil embarcación. La lluvia no paraba durante todo el día, el Rio Yaque del Norte recibía abundante agua, tanta como para salirse de su propio cause. Los oleajes despejaban las dudas de los que zarparon. Los que se encontraban en uno y otro lado del Yaque, esperando su turno, ya se sabían varados.

Todos estaban seguros que La barca no iba a dar otro viaje, era seguro que ni siquiera el que estaba en marcha llegaría a su destino. A mitad de camino, el rio seguía creciendo y el barquero forcejeaba con las poleas y los cables para controlar La barca. Todo fue en vano, los cables colapsaron y la barca fue arrastrada rio abajo, Don Luís y los demás pasajeros se salvaron a pura “chepa”.

En efecto, antes de la construcción del puente que comunica las comunidades de La Otra Banda y La Joya, la conexión la proveía una barca tirada por dos cables. Las protestas de las comunidades no paraban, exigían la construcción de un puente porque el cruce del rio en la barca era muy peligroso. El expresidente Salvador Jorge Blanco inició la obra luego de varias huelgas. El descuido y la falta de respeto hacia la población pobre impidieron al Dr. Jorge Blanco terminar la obra.

El Dr. Joaquín Balaguer recibió la presidencia del país como un regalo del Dr. Jorge Blanco en 1986. Poco tiempo después del regreso del Dr. Balaguer al gobierno, no sin antes producirse varias protestas, inició la instalación del puente. Las vigas de acero llevaban años amontonadas. Con la construcción del puente, de la barca que tan buen servicio brindó a estas comunidades solo queda un vago recuerdo. 

Uno de los que abordó la barca aquel fatídico día era mi padre, Don Luís Emilio Cid, fallecido en enero del 2013. Quienes les conocieron saben que era un hombre de mil historias y que le agregaba a cada caso un sabor particular.

Aconteció que mi padre trabaja en la construcción del canal de riego Ulises Francisco Espaillat o “del bajo Yaque” como también se le llama. Todos los días, a mi hermano José y yo nos tocaba llevar el almuerzo a Don Luís. Las más de las veces, se cocinaba la noche anterior y él se llevaba la “comida” en la madrugada. El cruce de la barca costaba a José y a mí 20 cheles de ida y vuelta. De ahí, que fuera más común que Don Luís se llevara él mismo el almuerzo, para ahorrar el pago de los 20 cheles.    

“El Yaque Dormilón”, nombre poético del Rio Yaque del Norte, no siempre duerme. Cuentan los lugareños que de tiempo en tiempo despierta “revoltiado”.

Un día de lluvia en toda la cuenca del rio hizo despertar el Yaque Dormilón y Don Luís debía regresar desde su trabajo a su casa. Él fue de los primero en embarcarse, no quería quedarse, debía llegar cuanto antes a casa, se decía para sí Don Luís.

Entre tanto, el barquero presagiaba lo peor, “cójanlo suave que algo grande puede pasar hoy, el rio está muy bravo”. Pero los viajeros no atinaban a cuentos y se montaron.

Hacía apenas dos meses que Mariola, mi madre, había comprado un “juego de 5 cantinas” para transportar la comida de Don Luís. La vida viene cargada de sorpresas, de situaciones  inauditas, hechos que al paso del tiempo se vuelven increíbles.

“Se zafó la barca”, gritaron en ambas orillas del rio. La noticia se expandió como una ola y Mariola también grito, “corran que la barca se zafó y Luís viene en ella”, en efecto, ahí venia pero tuvo que terminar el cruce a nado forzado. 

El hecho de que Don Luís, fuera arrastrado por las corrientes borrascosas del Rio Yaque del Norte sorprendió a todos en la casa. Lo inaudito es que Don Luís, en el Forcejeo con la corriente, dejo perder las cantinas por asegurar los 5 centavos de pagar el cruce del rio en la barca. 

Don Luís no se daba cuenta que la barca cogió un derrotero sin regreso.

Lo importante es, que la anécdota fue contada por el propio Don Luís, con su particular picardía, durante más de 30 años.