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Opinión | Pablo Mella, sj

El presupuesto nacional es una ley votada en las cámaras legislativas donde se consignan los ingresos y los gastos que el gobierno espera tener en el año siguiente, con el propósito de prever cómo cubrir de la manera más satisfactoria posible las necesidades y deseos de la población. Estas necesidades y deseos se refieren a temas tan diversos y fundamentales como la salud, la seguridad, la justicia y la educación.

El presupuesto es esencialmente, por lo tanto, un instrumento clave de planificación pública. De ser sincero, refleja el verdadero gobierno que se tendrá el año siguiente. De ahí deriva su importancia para comprender críticamente su composición fundamental.

Una comparación para ver la importancia de comprender el presupuesto

Para explicar gráficamente la importancia que tiene el presupuesto como indicador de las prácticas reales de un gobierno, me resulta útil y motivador imaginar esta pequeña historia.

Un papá autoritario sorprende un día a su familia y dice: —Familia, este fin de año vamos a planificar juntos lo que vamos a hacer con el dinero que entra en casa en el año entrante.

Al oír la noticia, todos se ponen felices. Hasta ese momento, el papá nunca había tenido un gesto de consulta con su esposa e hijos. Ahora, por fin, podía hacerse en la casa lo que cada uno quería. Los hijos se pusieron a pensar. El hijo asignó en el presupuesto una bicicleta; la hija, mayor, puso en el presupuesto una tableta electrónica para sus estudios de la universidad que en breve comenzarían. En breve reunión aparte mientras los hijos pensaban, el papá se había puso de acuerdo con la mamá para equilibrar el conjunto de los gastos para poner la casa decente. Acabada la reunión, todos se abrazaron y salieron contentos.

A los pocos días de entrado el año nuevo, la familia vio sorprendida llegar a la puerta de la casa una televisión enorme, carísima, de esas que se parecen a una pantalla de cine. Era la televisión que el papá quería para ver los juegos de pelota como si estuviera en el play. Todos se sintieron contentos, a pesar de la sorpresa, pues el papá de la casa también iba a tener lo que le gustaba. Ya llegaría el momento de ellos. Cuando al rato la mamá entendió la factura de la televisión que había firmado al recibir el aparato destinado a su esposo, cayó en la cuenta del precio exorbitante y se debería pagar en cuotas durante todo el año, echando por suelo todo lo que habían planificado.

Así termina la historieta, pues tiene tan solo un fin pedagógico. La comparación con el presupuesto de una nación es similar; sobre todo de una nación donde una concepción paternalista del ejercicio del poder ejecutivo constituye el eje principal de las políticas públicas. En esa concepción los funcionarios públicos están contentos porque se hace “lo que desea el presidente”, no lo que desea la ciudadanía.

Algunos datos fundamentales del presupuesto 2018

El presupuesto aprobado para el año que viene asciende a RD$ 814,821 millones. Está aún pendiente de aprobación a comienzos de noviembre de 2017.

De acuerdo al director de presupuesto, el economista Luis Reyes, el 79% de los gastos del gobierno se irán en dos renglones fundamentales: educación y pago de los intereses de la deuda que ha adquirido el Estado dominicano en los últimos años.

El mismo director de presupuesto admite, como en años anteriores, que el presupuesto de 2018 tiene como consecuencia una característica fundamental: rigidez en el gasto. Solo 21 de cada 100 pesos que obtenga el gobierno podrá ser gastado para otros fines. Digamos que en nuestro país la deuda externa es como la televisión de la historia. Un gasto que refleja básicamente las opciones de los responsables del gobierno en los últimos años. Para legitimar la rigidez, los encargados del gobierno dicen que esta se debe sobre todo al 4% en educación.

Las consecuencias de la rigidez del gasto son claras y el director de presupuesto lo sabe: no se podrán hacer inversiones significativas para otras áreas vitales de la vida dominicana.

Cuando se escarban mejor las declaraciones, encontramos que un peso importante del gasto se va en nómina, que se explican como gastos indispensables para la marcha del gobierno. Igualmente, señala que hay transferencias a organismos que no se pueden tocar. Cabe señalar que en este tema de las transferencias se juega un delicado tema de presupuesto, pues aumenta la discrecionalidad. Una parte significativa se irá a subvencionar el sector eléctrico.

La conclusión del propio director de presupuesto no deja de ser alarmante: al gobierno solo le queda un 12% del dinero para todo el resto de sus políticas priorizadas. Volviendo a la historia, ya sabemos: que el niño se olvide de su bicicleta.

Las críticas desde la sociedad civil comprometida con los sectores populares

Para convertir el presupuesto en un instrumento democrático hace falta algo que será muy difícil lograr en los años venideros: una voz que haga sentir otra manera de priorizar los gastos. Suponer que la ciudadanía organizada lo va a hacer es imaginar demasiado. Por otra parte, hoy día el congreso, llamado a realizar esta tarea crítica en un esquema representativo, está en manos del gobierno como resultado de las operaciones reeleccionistas de 2016. Para empeorar la escena, antiguos economistas de la sociedad civil que conservaban voces alternativas o críticas han pasado a la nómina del Estado y se abstienen de elevar una voz iluminadora por razones de sus funciones.

Una de las pocas voces autorizadas que nos queda para ofrecer visiones alternativas con sensibilidad a los sectores populares es el economista Pavel Contreras. En sus intervenciones públicas ha señalado que el presupuesto 2018 padece de las mismas deficiencias estructurales de los años anteriores. Por lo tanto, no hay un cambio real en la conducción de las políticas públicas dominicanas. Más aún, de acuerdo a Isa Contreras el proyecto de presupuesto evidencia una mala calidad en los gastos (¡la televisión no es lo que hace falta a la familia!) y esto es reflejo de una falta de planificación, que es la función fundamental de un presupuesto nacional.

Uno de los problemas más difíciles del presupuesto es su desequilibrio entre ingresos y gastos. El déficit proyectado sigue siendo importante, como viene siéndolo desde hace diez años. Solo se puede gastar si se produce riqueza y tanto las políticas laborales como las relacionadas con el aumento de la productividad están poco priorizadas. Se espera, por lo tanto, que la fiesta del endeudamiento seguirá.

Pavel Isa Contreras ve señala también la falta de diálogo en el diseño presupuestario. Ciertamente la tarea no es fácil, pero sería muy sano pensar en implementar progresivamente modelos de presupuestos participativos.

Otro problema que no se aborda es que la calidad del gasto está amenazada por dos vicios que no se consiguen expulsar de las prácticas gubernamentales dominicanas: el clientelismo y la corrupción. Esta observación de Pavel Isa se confirmó en el mes de octubre en una escena horripilante: el asesinato espantoso del abogado Yuniol Ramírez que venía denunciando sistemáticamente los tentáculos de la corrupción en diversas instituciones estatales. Según lo comunicado por el Ministerio Público, están siendo procesados por ese homicidio funcionarios públicos, incluyendo el director de una oficina de servicios de transporte del Estado. Las maneras en que se roba en el Estado son incalculables.

El único camino de salvar el presupuesto nacional como instrumento de gobierno democrático es usarlo para lo que es: para planificar. Nuevamente, Pavel Isa señala tres puntos al respecto. Lo primero, hay que renunciar a seguir haciendo presupuestos en “piloto automático”, haciendo pequeños ajustes con respecto a los años anteriores; esto significa que no hay verdadera planificación racional. Segundo, hay que sentarse a pensar seriamente la política de endeudamiento y de pago de la deuda. De seguir así, montados ahora sobre el rentismo la banca privada internacional, toda la economía acabará colapsando. Lo tercero, hay que diseñar presupuestos con déficits menores (el déficit se ha mantenido en los últimos años con un promedio de 2.2 % del producto bruto interno (PBI). No se puede vivir por largos años gastando más de lo que se produce. Esto afectará sobre todo el uso desproporcionado de fondos públicos para el clientelismo, una excelente palanca desmovilizadora de opinión y de oposición.

Es justo señalar que el presupuesto diseñado de manera tan limitada por los técnicos del gobierno tiene puntos positivos. Escogemos dos. Se anuncia que se gastarán cerca de 2,500 millones de pesos en la recuperación de las cuencas hidrográficas y que se destinarán 2 mil millones de pesos para el proyecto denominado “Nuevo Domingo Savio”, que remodelará los barrios de Los Guandules, Guachupita y La Ciénaga. De todos modos, este último proyecto constituye solo una parte insignificante con el compromiso acumulado

Hay otro elemento positivo, pero que puede ser amenazado por el modo en que se gastará: se aumentará el gasto en salud. El problema vendrá luego en qué se va a gastar. Buena parte se irá en lo que parece ser un sueño presidencial: la remodelación del hospital Luis E. Aybar (mejor conocido como “El Morgan”) para convertirlo en la Nueva Ciudad Sanitaria, proyectada con un valor algo desproporcionado para los ingresos actuales del Estado dominicano. En un principio se ha hablado de 6 mil 900 millones de pesos. Pero hay quienes calculan informalmente que el monto ascenderá 8 mil millones; esto sin contar el costo de operación, que puede afectar por otro lado el seguro de salud subsidiado de los más pobres.

No lo olvidemos: el presupuesto es un instrumento de planificación; por eso, otra historia es la ejecución. Aquí también se abre un campo importante para la participación ciudadana. Se trata de un instrumento legal que limita la manera arbitraria de usar los fondos públicos. Comencemos, al menos, por donde podemos colaborar todos: usando bien, cuando esté en nuestras manos, los bienes y servicios públicos que son de todos. Luego, sigamos articulando una opinión pública y mecanismos de presión para que el dinero se gaste bien. ADH 817.