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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Hace ya algún tiempo y por mera curiosidad,  he estado observando, escudriñando y analizando los trazos o características generales de personalidades influyentes que dan demostraciones de vocación  e interés en ser dirigentes o líderes.

Hago este ejercicio, aun sabiendo que son individuos con habilidades gerenciales para influir en la forma de ser y actuar para encabezar, guiar, defender, mandar,  gobernar a personas, grupos o comunidades.

He puesto mayor empeño en descifrar las figuras políticas, ya que estos son los más connotados en la sociedad. Pero en el fondo de mi mente, pienso en Jesús el Nazareno, el Siervo del Altísimo. (Mateo 12: 18).

He tomado en cuenta, entre otras variables, orígenes y modalidades de desarrollo psicosocial, educación, acervo cultural, experiencias  extraordinarias o traumas, entorno familiar, y oportunidades presentadas. Desde luego, hay muchos y variados escritos sobre las características de la personalidad  de dirigentes y líderes;  sin embargo, es recomendable señalar de vez en cuando,  cuales son o deben ser los rasgos más perceptibles  que debe tener y reflejar el individuo que tiene vocación e interés en ser líder, dirigente, consejero, director, defensor, y mentor de  comunidades, pueblos  o naciones.

Se sabe que no hay un esquema  constante de la condición natural del líder; pero si habrán aspectos generales que forman parte de la tipología  de los personajes que,  de una otra manera, influirán en el crecimiento, desarrollo, pensamiento, relaciones interpersonales, conciencia de las virtudes, sumisión a los valores morales y cívicos, respeto a la dignidad de todo ser humano, atención al medio ambiente, la manera de tomar decisiones, saber aprovechar las oportunidades para avanzar, fortalecer y salir triunfante.

Asimismo, entre los innumerables trazos que debe tener el dirigente  político, está la condición natural del carisma personal, ser sensato, tener la capacidad de perseverancia para alcanzar sus objetivos, aunque tenga momentos de alzas y bajas; debe tener la necesaria  inteligencia para conceptualizar, ser  paciente,  y diligente. Observará el estado  psicológico, la condición emocional, las  debilidades, las  necesidades, y los  anhelos o expectativas  de la gente. Al  razonar con  asidua sensatez e implicación,  detectará  la  forma y el momento de fomentar confianza,  convencer, y juzgar en ciertos casos  con  efectivo logro.  Con ese conocimiento  y sobre esa plataforma,  intuirá,  cómo, cuándo, y en qué forma proceder  a  orientar,  defender, o regir. Todo dirigente o líder tendrá simpatizantes y seguidores, pero al mismo tiempo tendrá adversarios y detractores.  

Los estudiosos de las ciencias psicosociales no coinciden en determinar lo que incita o mueve al individuo a empeñarse en ser dirigente o líder. Hay quienes dicen que: ”el líder nace”, otros  dicen que: “el líder se hace”. Las dos versiones no son concluyentes. De todos modos, hay rasgos generales que los personajes que se afanan en ser cabecillas o buscan dirigir a organizaciones  o conglomerados, deben poseer y manifestar.

La figura política debe tener  sentido de humildad y tolerancia para resistir con fuerza espiritual y equilibrio emocional las contrariedades y embestidas de los contrarios. Es conveniente saber que la vida, opiniones, programas y manifiestos  que el  dirigente trata de impulsar  provocarán rechazos y conflicto de intereses de los contrarios a sus ideas y gestiones; por tanto, hay que tener paciencia y estabilidad mental para no sucumbir o propiciar lucha con violencia. Además de estas formas y  modalidades, es imprescindible actuar con sabiduría, justeza, y rectitud  en las  ocasiones dadas en las confrontaciones cotidianas.

No ha habido  dirigente en la historia de la humanidad que no  haya experimentado persecución, conflicto y rechazo, a veces sin motivos  valederos o concretos. La presencia, ideas y acciones se verán por algunos como lo deseado; pero al mismo tiempo otros se esforzarán  en contradecir lo que se trata de llevar a cabo y estos puede crear  situaciones complejas y multifacéticas que necesitarían de mansedumbre y buen juicio para soslayar adecuadamente los impases confrontados.

El dirigente no puede ser un sujeto oportunista, más bien, ser sabio, sensato, sereno, y motivado a servir,  no debe ser presumido o tener ínfulas de autosuficiente, o  creer que es predestinado, o que tiene derecho a beneficiarse de una  sucesión.  Así no puede ser, por tanto, es prudente tener en mente y corazón lo que Jesús el Cristo dijo de manera que sirva de ejemplo: “He venido a servir y no a ser servido”. (Mateo 20: 28).