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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Los lectores de “Cultura y Municipio”, quedaron sorprendidos al leer el artículo “El embrujo cautivador de Casa 40” el pasado sábado. Y no era para menos, más de uno hasta llegó a creer que se trataba de un encargo.

Quienes me conocen, no dudaron a pesar del enfoque. Ellos, disfrutaron los recursos narrativos utilizados en el relato y me cuestionaron en privado. Es el caso de Raquel Yvonne.

“Miguel, debiste incluir los precios”, reclamó Raquel Yvonne, vía WhatsApp. Mi respuesta no se hizo esperar, “cariño, esto no es un anuncio, es solo el deseo de que la gente conozca lugares diferentes para el disfrute del espíritu creador”.

“De acuerdo Miguel, pero cuando menos, podías decir que tan caro sale picar, beber o algo más en Casa 40”, insistió Yvonne. Igual que antes, respondí de inmediato, “no es barato, tampoco caro. Ahora, te aseguro que la inversión vale la pena”, le dije.

En “Casa 40” no pretenden andar regalando tragos o tapas a todo el que la visite. Está clarito que es un proyecto de vida, de carácter económico-comercial con una profunda sensibilidad social. La hipocresía, reinante  en las empresas creadas por los partidos de izquierda en el pasado, queda excluida en esta iniciativa. Incluso, muchos de ustedes recordaran las imprentas y editoriales de los respectivos partidos, que terminaron en manos de particulares. Pues, el caso de Casa 40, contrario a esos proyectos, pretende incidir en el desarrollo local, al tiempo que se erige en el medio de vida de sus propietarias.

Como reza su slogan publicitario, Casa 40 es “Pa´beber, pa´picar y pa´mucho más”. Con ello queda evidenciado que es una iniciativa insertada en la dinámica del mercado capitalista, pero con una diferencia de fondo. Aquí, el objetivo no es ganar a toda costa, es más bien, crear espacios de diálogo para el deleite espiritual, promover el arte alternativo, la cultura y el desarrollo socio-económico.

Es como si los espacios diseñados con fluidez, como si estuvieran dialogando entre ellos, quisieran retrotraernos a los diálogos socráticos siglos antes de Cristo. En suma, Casa 40 te invita a conversar sobre el ser humano como ser trascendental, a platicar sobre ti mismo sin pensar demasiado en el mundo exterior.

En ese orden, “El embrujo cautivador de Casa 40”, inaugura en “Cultura y Municipio” una búsqueda de iniciativas cuya condición comercial, no les impida ver los clientes como seres humanos. Esta columna pretende rastrear proyectos que al tiempo de contribuir al desarrollo comunitario, propicien deleite y oferten lugares diferentes, para gente que quieren ser diferentes.

A manera de recordación, uno de los propósitos de “Cultura y Municipio” consiste en ver la cultura desde el territorio donde se produce. Divisar el camino que une la cultura y el arte al desarrollo económico local y a la dinámica cotidiana del municipio.

El abordar este periplo lúdico-comercial no excluye, de ningún modo, los temas políticos y de análisis electoral. Esto así, porque en “Cultura y Municipio” nos acogemos al concepto de cultura visto como un sistema de representaciones capaz de integrar el sujeto a su medio social.

La cultura, según Manuel Matos Moquete, es “un sistema de representaciones, “organizadas por un código de relaciones y de valores: tradiciones, religión, leyes, política, ética, artes” cuya elaboración descansa en el simbolismo del lenguaje, y se mantiene vigente gracias a la comunicación lingüística que sirve de vehículo de integración del sujeto a su medio social”.

Así pues, muy pronto estaremos relatando las bondades humanas de un proyecto de Finca agro-turística.  Además, otro sobre un café donde las artes visuales humean de hermosura y un bar que da vida a los artistas lejos de las galerías plagadas de “muros de lamentaciones”.

En medio de los relatos del citado periplo, seguirán apareciendo los temas políticos, electorales y algún que otro personaje del folklor.