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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

El término que aplicamos comúnmente a los ministerios de la Iglesia en el confesionario, la consulta pastoral, o del profesional de la ciencia social, tiene una primera connotación que es la tarea del pastor(a). Con los avances de las ciencias  que estudian los procesos mentales  durante los últimos siglos, han habido cambios en la significación, profundización y enfoque de lo que encierra la práctica pastoral. 

La acción y servicio del cuidado de las almas, o ministerio pastoral han disminuido. La psicología y la terapia conductuales, han tomado mayor amplitud de este ejercicio de asistencia humana. El cura de almas y el ministro pastoral, en la actualidad,  no son necesariamente guía y protector de las ovejas como en los días de la Biblia o los primeros siglos del cristianismo. Sin embargo, entre las disposiciones y responsabilidades del que brinda servicios pastorales, puede haber lugar para dar consejos, exhortaciones, reducidas terapias, y otras aplicaciones  de las ciencias sociales.

La idea y realidad del pastor está bien definida en la Biblia;  pues, Dios mismo es concebido en la cultura hebrea como el pastor que cuida a su pueblo, y en consecuencia son también pastores,  aquellos que actúan en nombre de Dios; y el pueblo es el rebaño que está bajo la protección y guía del cuidador de las ovejas del redil. 

Son numerosas las evidencias del papel de Dios como pastor. Esto se puede ver en la narrativa acerca del cambio de actitud del Creador después del diluvio cuando dijo: “Nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa del hombre… tampoco volveré a destruir a todos los animales…”.(Génesis 8: 21). Otro gesto de índole pastoral fue en la ocasión de Su manifestación a Moisés en la zarza que ardía, pero no se consumía, en el monte Horeb. En esa ocasión el Señor Dios expresó su sentimiento pastoral, diciendo: “—Claramente he visto cómo sufre mi pueblo que está  en Egipto. Los he oído quejarse  por culpa de sus capataces, y sé muy bien lo que sufren… por eso, voy a  sacarlos de ese país y a llevarlos a una tierra grande y buena…” (Éxodo 3: 7-8). La salida  de Egipto es vista como la acción de Dios-Pastor, a quien se confía el seguro y continuo cuidado.

El liberar a los hebreos de la esclavitud y conducirlos por el desierto en una aventura para poseer nuestras tierras, es entendido desde la imagen del rebaño y las ovejas. (Salmo 78: 52). Así el pueblo confiesa su confianza y exclama a través de David: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. (Salmo 23: 1). También de forma colectiva, canta: “Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo y somos suyos; ¡somos pueblo suyo y ovejas de su prado!”. (Salmo 100: 3).

El término pastor(a) se usa para los que a nombre de Dios y por ordenación o designación de la Iglesia sirven en este ministerio. Dios pastorea por medio de hombres y mujeres de vocación, elegidos y designados para este ejercicio especial, respetuoso y de sensible ministerio. Quien ejerce esta función debe hacerlo con idoneidad, sencillez de corazón, humildad, rectitud, integridad, y basado concretamente en fe, esperanza y amor, tal como mandan los principios básicos del evangelio y los preceptos apostólicos de la comunidad de fe.

Hay duras recriminaciones bíblicas para los pastores que no cumplen cabal y pudorosamente con la tarea encomendada. Los ejemplos en los libros proféticos de Ezequiel 34; y Zacarías 11: 17, hablan de la suerte del pastor(a) descuidado, aprovechado, cruel, o temeroso,  por falta de verdadera vocación, o fuerza de voluntad.

En el Nuevo Testamento, el mismo Jesús el Cristo interpreta su misión en el término y función de pastor de ovejas desde el ámbito religioso-cultural de su pueblo,  y da demostración de piedad cuando: “Al ver la gente, sintió compasión de ellos,  porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor”. (Mateo 9: 36). Jesús comprendió que su pueblo estaba abatido y decaído,  y había que sacarlo de esa  funesta situación. Por eso él se identificó como el ‘buen pastor’ y actuó para librarlos de esa penuria. Las palabras en I Pedro 2: 25, son la contundente respuesta: “Pues ustedes andaban antes como ovejas extraviadas, pero ahora han vuelto a Cristo, que los cuida como un pastor y vela por ustedes”.

Además del concluyente desempeño de dar su vida por ‘el rescate de muchos’, Jesús usó imágenes e ideas que denota su acervo para ilustrar aspectos relacionados con el pastor de ovejas, por ejemplo, se señaló a sí mismo como “la única puerta del redil, conoce y es conocido, camina delante de su rebaño,  y conocen su voz”.(Juan 10: 1-18).

Es importante destacar  que Jesús eligió, llamó, enseñó,  preparó,  y dio autoridad a una comunidad de discípulos para cuidar el rebaño de ovejas. (Marcos 3: 1-19). Esta acción de Jesús puede fundamentarse con las siguientes palabras: “Como el Padre me envió, así los envío yo…”. (Juan 20: 21).