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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Las tropas del ejército trujillista topetaron con Enrique Blanco y de inmediato se desató la persecución. El supuesto hecho, aconteció hace mucho. A su pesar, nadie puede determinar a ciencia cierta la veracidad del mismo. Peor aún, muchos afirman que el perseguido corría por miedo a que los militares lo asesinaran.

En el extremo contrario, están otros tantos que creen que los persecutores se esforzaban en no encontrarse de frente con Enrique Blanco. ¡Ese demonio es un galipote!, exclamaban aterrorizados.

El Galipote

En efecto, la tradición mágico-religiosa dominicana nos habla del poder que tienen algunos hombres de convertirse en animales u objetos inanimados. En las leyendas rurales dominicanas a quienes disponen de estos poderes se les llama galipote.

-- La tradición mágica que cuenta del poder de hombres que pueden convertirse en animales, se materializa en nuestras leyendas en la figura del galipote. No obstante, también se llama galipote a aquel hombre que se convierte en objetos inanimados, como troncos de árboles y piedras, a aquel que transfiere su conciencia a un animal, y al que por poderes mágicos han convertido en un animal para diversos fines --, certifica Elvis Nicolás García. 

La afirmación de Nicolás García está contenida en el “Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA”, García asevera además que:  

-- Según la creencia los galipotes son crueles y violentos, de una fuerza tremenda y de una inmunidad increíble a las armas. Otras leyendas aseguran que a estas criaturas solo les gusta hacer maldades a la gente, tales como impedir el paso a caminantes nocturnos, extraviarles el camino o espantarlos en las zonas oscuras. No pocos parajes del país son tenidos como lugares de galipotes, y cuando es menester atravesarlos el viajero se vale de conjuros y amuletos para ahuyentar a estos seres. El galipote que se convierte en perro se denomina lugaru. Este vocablo proviene del francés loup-garou, que designa al legendario hombre lobo o lobizón de la leyenda licantrópica universal --, dice Nicolás García.

Indica la leyenda que se hacen invisibles al ojo humano. Los campesinos creen que los galipotes solo le temen a la estaca de un árbol llamado popularmente "palo de cruz". Ahora, para que el “palo de cruz” surta su efecto debe ser cortado un Viernes Santo. Además, “…que es menester utilizar un arma blanca que haya sido bendecida con agua y sal, o utilizando la magia atribuida al  perro cinqueño”.

Don Luis, mi padre, contaba que en un momento de la persecución, Enrique Blanco quedó rodeado por el ejército en medio de un cafetal. De repente, el sublevado desapareció del lugar, y al comandante no le valió preguntar si alguien lo había visto cruzar el cerco, nadie lo vio. Según Don Luis, el jefe de las patrullas se sentó en un tronco de guama seco a descansar y observo unas botas desvencijadas al pie del tronco.

-- Cuando ustedes vienen a ver, estas botas inservibles eran las de él, que no le dio tiempo a ponérselas cuando lo sorprendimos --, dijo el coronel. 

-- El coronel lo decía, sin saber que el tronco donde él estaba sentado era precisamente Enrique Blanco que se volvió tocón --, decía Don Luis sazonando la historia.

Según cuentan, el mito del Galipote surge a partir de que un hombre muy rico hizo un pacto con el Diablo para venderle su alma. A cambio de su alma, el Diablo le daría el poder de realizar sin temor a la muerte todos los actos delictivos a que el aspiraba. Se dice que el Demonio le dio más. Después del pacto, el ricachón solo podía ser asesinado por el párroco de la iglesia de su comunidad y con el revólver que portaba el sacerdote. El arma del cura tenía balas de plata que estaban bendecidas, de modo  que el hombre se robó el revólver y luego procedió a matar al padre con su misma arma. 

Las “…leyendas mágico religiosas son herencia de la sincretización que hubo en la isla con los descendientes europeos y africanos en los siglos XVII y XVIII. Todavía en estos días siguen causando temor sobre todo en las zonas rurales del país”.