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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

El desarrollo viene evolucionando de tiempo en tiempo. En un primer momento, se habló de desarrollo como un todo. Luego se fue delimitando para facilitar su puesta en marcha y el estudio objetivo del fenómeno.

Así, se definió el Desarrollo Sustentable o Sostenible, que hace referencia a un proceso capaz de generar los recursos para auto sostenerse y permanecer en el tiempo. 

En el segundo momento, inicia la ruta de acercar los procesos de desarrollo a la gente y al territorio. En esa dinámica, apareció el Desarrollo Humano, más cerca de la gente aunque todavía le falta caer al terreno. Algún que otro investigador, lo tipificó con visión maniquea, poniendo un muro entre Desarrollo Urbano y Desarrollo Rural, con este se ve venir el aterrizaje. Más modernamente, aparece con sensación de moda en pasarela el Desarrollo Local. Una metodología inclusiva, donde entran las modalidades anteriores, expresadas en el terreno y por ende en la gente que en él vive.

En efecto, anteriormente los promotores del desarrollo lo hacían partiendo “…de lo general a lo particular”. El enfoque del Desarrollo Local propone una mirada al revés, es decir, “…de lo particular a lo general”.

Es indiscutible, que el rol del Estado consiste en gestionar el desarrollo a través del gobierno de la nación. En el común de los países, la unidad básica de gobierno es el municipio. Por tanto, el municipio es autónomo y tiene su propio gobierno. En consecuencia, el municipio es un espacio para que el desarrollo se exprese indistintamente en todo el territorio de un país, gestionado por el Ayuntamiento como gobierno local.

Para que este desarrollo fluya, tiene que generar una relación de sinergia, primero entre el gobierno central y el gobierno del municipio, el Ayuntamiento. En un segundo momento, tiene que consumarse una coordinación tripartita, entre el gobierno central, el Ayuntamiento y el sector privado. El funcionamiento de ambas articulaciones debe ser de tal manera que las diferencias entre una y otra sean ínfimas e insignificantes. 

Consumadas las alianzas entre las elites, vendrán los recursos para atraer los ciudadanos e impulsar y garantizar su participación en la construcción del Desarrollo Local. Para que el desarrollo funcione, los ciudadanos deben organizarse, cuanto más mejor. Entre las organizaciones, hay que integrar desde los clubes sociales, sindicatos, las comunitarias y deportivas, e incluso las religiosas. 

Conseguir la convergencia de tantos sectores, requiere de un plan coherente y objetivo. De modo, que la planificación es la clave del proceso de Desarrollo Local. Es imposible, coordinar el territorio, la población, los poderes fácticos e institucionales, para enfocarlos en objetivos comunes de desarrollo, sin recurrir a la planificación permanente.  

Con razón, los planificadores creen que el plan es una fantasía si carece de un presupuesto. En consecuencia, el presupuesto para que el Desarrollo Local funcione, es tan relevante como el plan mismo. Hay que entender, que sin recursos (dinero) no hay desarrollo. También, que ese dinero debe ser administrado con eficiencia, por tanto, se estila definir con antelación cómo y en qué se invertirá. ¡Eso es el presupuesto!

En consecuencia, el territorio gestionado por su Ayuntamiento como gobierno del municipio, es el espacio ideal y la base principal del Desarrollo Local. En efecto, el Ayuntamiento de cada municipio es la cabeza natural de todo proceso de planificación para el Desarrollo Local. Es improcedente, dejar este rol a uno de los sectores parte del proceso. Y al mismo tiempo, una irresponsabilidad de las autoridades de turno.

El reto está, en cómo lograr conciliar el poder político con el poder económico y social. En suma, es el ejercicio del poder lo que determina el tipo de desarrollo que tendrá cada municipio y por añadidura, el desarrollo que tendrá el país en su conjunto.