Contáctenos Quiénes somos
Opinión | Fuente Externa

Por Marien Aristy Capitan.

Grave, la denuncia ha traído consigo las más variadas reacciones. La mayoría, como debía ser, han sido muestras de apoyo y solidaridad. Otras, sin embargo, han mostrado la peor cara del fanatismo, ese que por demás ha provocado las amenazas que están contenidas en la acusación.

 Escuchar a Juan Bolívar Díaz, Huchi Lora, Roberto Cavada y Amelia Deschamps contar cómo han sido amenazados de muerte preocupa. ¿Cómo es posible que un grupo de periodistas sea amenazado por hacer su trabajo? ¿Por qué, si su ejercicio siempre ha sido honesto y plural, molesta lo que dicen?

Sin olvidar que las amenazas contra la prensa son inaceptables en una sociedad democrática en la que -se supone- impera la libertad de expresión, llama la atención que las amenazas son producto de una campaña sistemática de odio que es promovida y alentada a través de algunos medios de comunicación y de las redes sociales: está a la vista de todos pero, a pesar de ello, no pasa nada.

Son muchas, demasiadas, las veces que todos hemos visto a los autoproclamados defensores de la soberanía nacional alentando a la gente para darle muerte a los “traidores”, como llaman a quienes defienden a los dominicanos desnacionalizados con la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.

Estar contra esa decisión no convierte a nadie en traidor. Pese a ello, y bajo la falsa acusación de buscar unificar la isla, les han dado ese título para enardecer un sentimiento patriótico que sólo parece buscar que el nacionalismo desemboque en fanatismo irracional y amenazante. Así no se “defiende” ni se hace Patria.