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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

El guiso peledeista con salsa morada entró en un momento de aparente reposo para asentar los sabores. Ahora toca elucubrar sobre las conveniencias de los perremeistas para competir con Leonel o el delfín.

Hasta ahora Luis Abinader parecía tener poca competencia en el PRM para ser el candidato a la presidencia. Luis fue el aspirante en las elecciones del 2016, los resultados que obtuvo son envidiables para quien corre por primera vez por la presidencia de la República.

Si algo hay que cuestionarle a Abinader es el rol pasivo que jugó en la coyuntura poselectoral del 2016. Decenas de juntas electorales fueron militarizadas, hubo casos donde el fuego devoró los votos emitidos y luego esos mismos votos aparecieron computados sin explicación. ¿Cómo se determinó a cuales candidato correspondía cada voto emitido? A pesar del barullo nadie reclamó nada, ¿por qué?

La naturaleza de Luis Abinader parece ser la parsimonia, una característica excelente para hacer negocios. Ahora, para competir en política electoral hace falta arrojo y gallardía.

Por el otro lado está Hipólito Mejía que cuenta con porcentajes ínfimos en las mediciones realizadas hasta ahora. Otro punto negativo del “Guapo de Gurabo” como también le llaman a Hipólito es la alta tasa de rechazo que tiene en el campo electoral. A esto se le suman las respuestas repentinas dadas cuando sus adversarios lo cuestionan a través de un sector de la prensa que siempre lo persigue.

En el proceso electoral a lo interno del PRD en el 2012, Mejía demostró que tiene la capacidad suficiente para venir desde abajo y trepar a la cima. Hipólito pasó en poco tiempo de un 6% frente a un 85% de Miguel a ganar la convención a Vargas Maldonado. Su técnica consistió en garantizar un crecimiento sostenido y sistemático con el cuidado de un relojero.

Ya como candidato del PRD compitió con Danilo Medina y estuvo al “trisito” de ganar las elecciones. Si Miguel Vargas hubiera actuado como perredeista en vez de hacerlo como aliado del PLD otro gallo cantaría. En suma, si a Luis le falta arrojo y gallardía, estas son característica que Hipólito las tiene de sobra.

Lo anterior son algunas pistas para ir armando escenarios de competición entre los dos principales partidos, el PLD y el PRM.

¿Recuerdan ustedes que en las elecciones del 2004 quedó una revancha pendiente entre Leonel Fernández e Hipólito Mejía? Este puede ser un elemento a considerar al barajar posibilidades.

En el partido de gobierno está planteada la posibilidad de que varios de los precandidatos vayan retirando sus aspiraciones en cascada para apoyar al delfín. De modo pues, que está clarito que el contrincante del PRM será Leonel o el delfín que está por definirse. Ojo, es posible que sea una delfina.

Ahora bien, sea Leonel, el delfín o la delfina el candidato del PLD, los perremeistas están obligados a pensar en cuál es su mejor hombre para entrar al cuadrilátero. Se conoce que Fernández tiene mucho rechazo y Margarita es lo contrario de su esposo. 

Abinader parece un buen pupilo de la Embajada gringa y cercano a Leonel. Hipólito por el contrario inspira cierta confianza en la élite de la oligarquía nacional y amigo del Presidente Danilo Medina. Tanto Leonel Fernández como Hipólito Mejía fueron presidentes del país, por lo que los poderes facticos saben de qué es capaz uno y otro. También conocen cuáles ventajas y desventajas tiene los dos.

Ahora, lo que tiene que saber cada perremeista antes de votar en las primarias de octubre es que competir con el monstruo morado no es paja de coco. Por esta razón sus votos deben ser razonados en función de quien es su mejor púgil.