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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Toda expresión o escritura de inspiración espiritual, tiene el propósito de presentar, interpretar y conectar de manera explícita: el Poder Divino, la Excelsa Deidad, Dios, con el mundo, y en particular con el ser humano que es viviente en este terruño.

Las escrituras tradicionales de las tres religiones que son llamadas “Del Libro”: Judaísmo, Cristianismo, e Islamismo, son de esta estirpe; más, la Santa Biblia promulgada en fe y acción por cristianos, es privativa de la fuente más palpable que denota la relación de la “Divinidad Creadora” con la “Humanidad Creada”.

Una cándida conexión, debe cumplir ciertas condiciones, sea ésta entre personas, grupos o de una cosa con otra. En este caso “conexión se refiere a la interrelación de la Deidad (el ser o realidad sobrenatural) con el “homo sapiens” (los primates de la familia de los homínidos).

Los requisitos mínimos de una aceptable conexión son: espontaneidad, intencionalidad, tolerancia, proximidad, concordancia, reconocimiento y un punto de unión bien claro.

El siguiente relato de la primera década del Siglo XX, puede servir como ilustración de lo que puede ser un ejemplo de conexión.

“La energía eléctrica era una novedad en el país y su mayor uso fue para alumbrar las viviendas de familiares pudientes y establecimientos comerciales. El servicio eléctrico se prestaba desde el atardecer hasta el amanecer del otro día. En otras palabras, sólo había energía eléctrica de noche.

Mi abuela Victoria contó lo siguiente: “Un joven de una comunidad rural vino a la ciudad a trabajar con un electricista que se ocupaba de las instalaciones de alambres, bombillos e interruptores en las viviendas y casas de comercio.

Muy pronto el joven aprendió el oficio de ayudante de electricista. Satisfecho y orgulloso con lo aprendido en la gran ciudad, volvió a su casa familiar en el campo, unos días antes de la Noche Buena. Llevó consigo las herramientas y los materiales necesarios para instalar lo indispensable para proveer el novedoso fenómeno de la luz sin lámpara de gas o ‘humeadora’.

Con buenas intenciones y entusiasmo, anunció a sus padres y hermanos que, como regalo de Noche Buena, la casa tendría luz a partir del atardecer de cada día.

El aprendiz de electricista hizo todas las instalaciones en la vivienda, según había observado de su maestro en la gran ciudad. La familia se sentó a esperar que oscureciera para ver la luz de los bombillos que no trabajan con gas de kerosene o aceite.

Lentamente llegó la oscuridad de la prima noche; pero no llegó la luz que con ansiedad esperaba la familia. ¿Qué habría pasado? ¿Por qué funcionaban las instalaciones en la gran ciudad y no allí en el campo? El joven quedó desconcertado y su familia descorazonada. Una ilusión se había frustrado; todo porque él no se había dado cuenta que era indispensable la conexión de las viviendas con los alambres en los postes de las calles que van hasta la fuente de energía de la planta eléctrica”.

La intención del joven era excelente, tenía conocimiento y suficiente destreza para hacer las instalaciones dentro de la casa; más, algo andaba mal, hacía falta la conexión con la máquina o dínamo que produce la corriente eléctrica que da luz.

Esta historia nos puede pasar a nosotros por ignorancia, incapacidad o falta de observación, si no nos percatamos de lo que debe ir más allá del estrecho contorno en que vivimos o nos movemos.

Este relato nos puede entristecer; pero hay otras historias de conexiones equivocadas, mal intencionadas o desacertadas, que irritan la susceptibilidad de cualquier corazón y perturban la mente del más sosegado. Las conexiones humanas deben tener motivaciones que surjan espontáneamente, que se cultiven y se mantengan sin enfriamiento, congoja o desenlaces tristes.

El punto de unión en las relaciones conyugales, filiales, grupales, comunitarias e ideológicas debe ser por intereses compartidos, fundamentar las buenas intenciones, lealtad, apego a las virtudes, la ética-moral, capacidad de tolerancia, concepto y visión de la dignidad humana, que va más allá del prejuicio y que está carente de toda intención de arribismo que obra sin ley ni fuero.

Ante la posibilidad de tener una dudosa o mala conexión, sea en política, ámbito social, intereses económicos, comunitarios o familiares, es recomendable analizar debidamente las relaciones y preguntarnos: “¿Con quién? ¿Con qué?… y ¿Para qué se tienen esas conexiones?”

Toda relación puede ser mejorada para fortalecer la convivencia, cambiar el enfoque del punto de unión y traer tranquilidad mental y fortalecimiento espiritual.

La conexión más idónea, es la relación con Dios el Creador y fuente dinámica de poder y bondad.

 

¡Únete a Dios mediante Jesús el Cristo, y que tengas vida eterna!