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Opinión | Doctor José Serulle Ramia/economista y diplomático

En nuestro editorial del mes de marzo insistíamos en la necesidad de colocar la solidaridad y la cooperación del Caribe en el centro de nuestra atención para combatir, de manera colectiva, la pandemia que desde hace casi dos meses se abate sobre nuestra región.

La situación se ha agravado en toda nuestra América y, de manera específica, ha venido tomando más cuerpo en nuestra sub región del Caribe.

Trinidad y Tobago

Trinidad y Tobago, que registra 115 casos de contagio y 8 muertes, es un país que ha venido cumpliendo de manera estricta con ciertos niveles de confinamiento, lo que le ha permitido limitar el auge de la pandemia, sin que, en ningún momento, su sistema de salud se haya visto desbordado. Así, se ha mantenido con un grado muy bajo de contagio y de pérdida de vidas. Asimismo, su población ha sabido responder, con responsabilidad y disciplina, a los llamados del Gobierno Central y de sus mecanismos sanitarios. Su estado de emergencia ha funcionado y su proceso de apertura en ciertas áreas se ha estado haciendo con mucha cautela, sin prisa, y poniendo en primer lugar la salud de la población.

República Dominicana

La República Dominicana que estaba más expuesta en un inicio por el gran peso que tiene el turismo en su economía y en su vida social, ha visto crecer el número de contagios a cerca de ocho mil con más de trescientas muertes, al cumplirse los 42 días de cuarentena, el 30 de abril. Estos casos se han concentrado en sus áreas de mayor concentración urbana, es decir, en el gran Santo Domingo, Santiago, San Francisco de Macorís y La Vega. 

El Ministerio de Salud Pública ha estado desarrollando una labor encomiable tanto en la lucha contra la pandemia como en mantener informada a la población sobre el curso del virus, sin escatimar en dar detalles y circunstancias que se hayan podido presentar. 

La República Dominicana ha sido víctima del virus en un momento en que su sociedad experimentaba una mejora sustancial en su sistema educativo y de salud, en su actividad turística y en todo su aparato productivo. Más, el Ministerio de Salud Pública tenía todo un plan para intervenir en el caso que se presentara una crisis sanitaria.

En efecto, la diversificación que ha logrado la economía dominicana y, en especial, el incremento de su producción agropecuaria han permitido que la población haya conocido hasta el momento un buen abastecimiento de alimentos, lo que ha ido acompañado de políticas de apoyo y de alivio a los sectores más desfavorecidos de la población y también a las micro, pequeña y mediana empresa, y a la empresa en general para preservar las fuentes de empleos.

República de Haití

Haití, que presenta pocos casos de contagio y de muerte hasta el momento, podría conocer, según sus responsables de salud y siguiendo declaraciones de la Organización Panamericana de la Salud, en un momento en que se duplican los casos en muchos países de la región, un brote significativo del virus, hasta llegar a contagiar a miles. Ojalá que no se llegue hasta una situación inmanejable.

Barrios de la Capital, Puerto Príncipe, como Delmas, Bel Air y Cité Soleil, donde viven cientos de miles de familias, de las más pobres de todo el Hemisferio Occidental, en un estado dramático de hacinamiento, podrían ser un hábitat muy oportuno para el virus, por las condiciones sanitarias y de pobreza allí prevalecientes, y también por la gran falta de personal y centros de atención médicos.

Haití tiene una población de más de once millones de habitantes, en un territorio relativamente pequeño, de 27,750 kilómetros cuadrados.

Bien es sabido el papel que han jugado los médicos y personal paramédico haitianos en el Canadá. El Primer Ministro de esa gran nación del Norte de América agradeció el rol jugado por esos brillantes servidores públicos, que han sabido poner en peligro sus propias vidas para salvar las de muchos canadienses.

Isla de Quisqueya o Hispaniola. Desafíos para sus dos naciones

La isla de Quisqueya o Hispaniola, con más de veinte millones de habitantes, compuesta por dos países, Haití y República Dominicana, siendo la segunda de las Grandes Antillas (76,420 kilómetros cuadrados), se encuentra, pues, en una situación de emergencia de salud. 

En ese sentido, las dos naciones que comparten tan bello territorio y que conviven en medio de  una diversidad cultural y biológica muy importante, deben aunar todos sus esfuerzos para enfrentar la pandemia.

Es esta una brillante oportunidad para reactivar la Comisión Mixta Bilateral, para estructurar una movilidad organizada de la fuerza laboral haitiana y para mejorar los intercambios económicos, de inversión y culturales entre los dos países.

No son pocos los haitianos que atraviesan a diario al territorio dominicano buscando el pan de cada día y contribuyendo al desarrollo económico de la República Dominicana, estando siempre de vuelta a su patria. La isla conoce una frontera de 391 kilómetros de largo, por donde fluyen mercancías y vehículos de forma continua y creciente. De ahí que cualquier situación sanitaria en un lado tenga fuerte repercusión en el otro lado. 

Los virus, tal como ha demostrado el SARS-Cov2, no conocen fronteras, y son viajeros sin pasaportes y sin rango social.

Un brote a gran escala del virus en Haití, por sus efectos humanitarios, repercutiría en toda la isla, pero también en todo el Caribe y allende la zona. 

La historia de la isla muestra que es en los tiempos más difíciles, en épocas de eventos naturales o de fenómenos exógenos que han afectado la vida política y la soberanía de ambas naciones, cuando más se han acercado, de manera fraterna, los dos pueblos.  

También es un momento para unir capacidades y ampliar la resiliencia frente a una pandemia como la actual con entidades y países como OMS-OPS, Cruz Roja Internacional, Plan International, Organización Mundial de Migración, Asociación de Estados del Caribe, Caricom, la Unión Europea, Canadá, EE.UU., Cuba, Japón, Corea del Sur, China..., BID, Banco Mundial y Banco del Caribe. Esto, con miras a hacer los esfuerzos de lugar en la dirección de parar y vencer el virus que hoy pone en peligro a gran parte de la población y para garantizar que la vida productiva y cultural de las dos naciones y de todo el Caribe no sea fuertemente lastimada.

Magnitud de la crisis sanitaria en América y formas de superarla 

Por supuesto, la envergadura de la crisis sanitaria ha puesto a prueba, por la intensidad del virus y la rapidez de su expansión, a todo el sistema de salud que hoy prevalece en el mundo, como también ha mostrado las limitaciones en las inversiones en salud pública que realizan las naciones.

Hoy, más que nunca, se impone la existencia de un sistema de salud universal, que garantice la gratuidad de los servicios hospitalarios, como bien público, y que consagre los recursos necesarios a las investigaciones para dotar al mundo de los medicamentos y vacunas imprescindibles al combate de este tipo de pandemia y de otras enfermedades que siguen afectando a la población.

Nuestra América está siendo duramente golpeada por el virus, y todavía es mucho el daño que puede producir, si no se respetan las reglas establecidas como protocolo de acción para evitar su expansión.

En sus diferentes puntos del continente, como por ejemplo, en EE.UU., Canadá, Brasil, Ecuador, Perú, Chile y México, los casos de contagios se duplican en tres o cuatro días, y en ciudades como Nueva York se registran ya más de veinte mil muertes, entre los cuales, por cierto, se enumera a más de mil dominicanos.

Se impone, pues, que la cooperación se multiplique entre los Estados de nuestra América, para ampliar el número de pruebas, el rastreo de contactos, el aislamiento de los casos y el distanciamiento social, como han venido recomendando OMS-OPS.

Las tendencias específicas de contacto tienen que ser permanentemente identificadas, a la vez que se tomen en cuenta la variedad de escenarios epidemiológicos que existen. Más de tres millones de casos registrados y más de 250 mil fallecidos en el mundo, y más de un millón de afectados y más de 70 mil fallecidos en nuestra América hasta finales de abril, son cifras escalofriantes, que podrían multiplicarse si no somos capaces de articular políticas y acciones basadas en la solidaridad y en la cooperación, sin pensar en fronteras, sin miramientos nacionales y sin prejuicios de ninguna índole.

Insistimos, pues, tal como lo establecimos en el editorial del mes pasado de marzo, en que es trascendente, a través de los mecanismos regionales de cooperación, establecer políticas y recursos para enfrentar, sin pérdida de tiempo, lo que aún resta de desafío en la lucha contra tan dolorosa y cruenta pandemia.

Y repetimos: “En lo que concierne a la crisis sanitaria y de los sistemas de salud que esta pandemia ha desencadenado, la cual también ha puesto en evidencias las deficiencias en planes colectivos e individuales para enfrentarla, salvo raros casos, se impone más que nunca que los ministerios de salud del Caribe y sus Estados mancomunen intercambios de personal médico y paramédico, de equipos y de conocimientos, para amainar la fuerza de su evolución”. 

“Ojalá que esta dolorosa experiencia nos convoque a revisar nuestras formas de gestión de los sistemas de salud y, sobre todo, nuestras maneras de producción, de intercambios, de colaboración y de vida, para que, juntos, movidos por la solidaridad y cooperación auténticas, avancemos con pasos más seguros hacia un futuro promisorio”.

 

Dr. José A. Serulle Ramia

Embajador de la República Dominicana en Trinidad y Tobago

Representante Permanente ante la Asociación de Estados del Caribe (AEC)

Decano del Cuerpo Diplomático

Trinidad y Tobago.-