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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

En el peor momento de la crisis sanitaria respiratoria por la pandemia del coronavirus, se incendian los verdaderos de Duquesa en Santo Domingo Norte y el de Rafey, en Santiago de los Caballeros. Las humaredas, a expensas de la dirección del viento, tienen el potencial de afectar a una población metropolitana de más de 4.2 millones de habitantes. Si sumamos el Gran Santo Domingo y Santiago.

Descontando las malas intenciones de manos humanas, ¿qué induce a que un vertedero se incendie?

Gestionar la basura en espacios abiertos en un país tropical, donde en verano la temperatura suele alcanzar los 35 grados Celsius, brinda el caldo de cultivo perfecto para que se produzca el fuego. A esto se suma el calor producido por la combustión de los desechos en proceso de descomposición biológica. Así de tiempo en tiempo los vertederos, como sucede en la actualidad, se queman.

Por otra parte, los vertederos son una fuente importante de generación de recursos para los ayuntamientos. El Eco-parque Rafey, como le llaman ahora al vertedero de Santiago, se reconstruyó con una inversión inicial de RD$708,533,747.70 de pesos, en el periodo 2005-2010, bajo la gestión de José Enrique Sued.

El Plan Dominicana Limpia, una iniciativa de la administración del Presidente Medina, donó al ayuntamiento encabezado por Abel Martínez 65 millones 328 mil pesos, el 21 de diciembre de 2018. 

En cuanto al volumen de basura, el Eco-parque Rafey recibe alrededor de 1,300 toneladas diarias. Estos desechos generan al ayuntamiento una suma que supera los 600 millones de pesos mensuales. Ahí está la razón del escándalo que protagoniza Abel Martínez al acusar a Eddy Báez, alcalde electo de Santiago Oeste, de prender fuego al vertedero de Rafey.

Se recuerda que el Presidente Danilo Medina, promulgó el 28 de diciembre 2018 la Ley 65-18 que declara Distrito Municipal a Santiago Oeste. La nueva demarcación se desprende del municipio de Santiago de los Caballeros. El Eco-parque Rafey se encuentra en el territorio del novísimo Distrito Municipal, que ahora está estrenando sus primeras autoridades.

El conflicto se debe a que, tanto Eddy Báez como Abel Martínez, quieren lo mismo: la basura. Y de paso los 600 millones sin desperdicios que produce al mes.

Ellos lucen no tan preocupados por la secuela que deja el humo a la salud de los munícipes, como por la salud financiera. Por ello los dimes y diretes, acusaciones y contra acusaciones. Y en el fondo, las mafias económicas se quedan con los millones que produce la basura. 

Y los ciudadanos, ¿con que se quedan? 

Con el miasma fotoquímico que produce la humareda que se desplaza como un manto gris que lo cubre y penetra todo. Con un puñado de enfermedades respiratorias: picazón en la nariz, moscos batientes, dolores de garganta. Con lagrimeo, dolores de cabeza y conjuntivitis. Con ratas, cucarachas, moscas y mosquitos por doquier. En fin, con la esperanza y el corazón, rotos.

De modo que seguir con los vertederos a cielo abierto en pleno siglo XXI es una vergüenza y un riesgo permanente a la salud. 

Que unos vertederos tan grandes –Duquesa, Rafey-- cojan fuego por las cuatro esquinas al unísono, resulta posible. Pero las probabilidades de que ocurra resultan mínimas. Que suceda lo mismo en Villa González y en Moca, es demasiado. Sin embargo, todo queda en sospechas, como siempre, nunca en pruebas.

Los políticos son expertos en nadar y guardar la ropa. Los medios de comunicación, la sociedad civil, y la población en general no deben seguirle el juego a los políticos de pacotilla dominicanos, contaminados por el ardor de la coyuntura política-electoral en que nos encontramos. La pandemia del coronavirus y  la polución ambiental como secuela de la quema de los vertederos, son problemas que no caben en la política. 

Debemos clamar por una solución definitiva al problema de la basura. 

Y si los políticos quieren fuego, pues que se achicharren ellos mismos.