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Opinión | Felipe Díaz/ trabajador social, investigador, especialista en políticas sociales y análisis demográfico..

En estos días la mente se nos va pensando un montón de cosas, preocupándonos y ocupándonos, entendiendo y calmando ansiedades, elaborando ideas. El pasado 15 de mayo, para mi paz mental y espiritual, miré datos, escuché testimonios y desembarqué mis cavilaciones en este escrito.

Se los comparto con la intención de que sirva de insumo para construir, para ser reforzado desde una diversidad multidisciplinar y de opiniones, pero, sobre todo, para tomar decisiones hacia un mejor presente y futuro.

                                                                                                                                         

                                                                                                                                              “Construíamos un país, nos daba brega, sí, era difícil de verdad...

pero ahí íbamos, avanzábamos, lo construíamos, lo empujábamos.

Aunque seguíamos con fallas, y muchas cosas que mejorar,

imagínate, cosas que en el 2020 todavía no funcionaban, pero ahí íbamos…

con una parte que se beneficiaba y comía con grasa

mientras la mayoría olía la harina, déjame decirte, que ese grupo

por más que creciera seguía siendo un grupito,

y de la grasa que comían, no la comía todo el mundo.”

pequeña empresaria del barrio Buenos Aires de Herrera, SDO.

 Somos poco más de diez millones de habitantes en nuestra Dominicana, quienes vamos ya a la 16ava semana viviendo y sufriendo esta situación pandémica y quienes tenemos que sobrevivir la crisis social y económica que recién inicia, que al igual que la misma pandemia, no será vivida en condiciones iguales para todo mundo. Pero poder pensar cómo enfrentar esta crisis tanto en su contexto local como mundial nos da la oportunidad de provocar construir los cambios y transformaciones positivas y necesarias para beneficio de todas y todos.

Tatica nos mal acostumbró.

La gente todavía insiste mucho en pensar en el día cuando volvamos a la normalidad, cuando podamos volver a salir y retomar la cotidianidad que se nos había hecho costumbre. Sin embargo, luego de lo que estamos viviendo, tal cosa como volver al punto en el que dejamos todo antes del aislamiento, no existe, ni existirá.

La forma en que la gente reacciona a las medidas tomadas ante la pandemia es fruto por un lado, de la gran necesidad de acceder a las fuentes de ingreso que les permitan satisfacer las necesidades básicas como alimentación y servicios, y por otro, a un estado de incertidumbre social generalizado. Por lo tanto, la base del irrespeto a las medidas establecidas por el gobierno a través de la declaración del estado de emergencia, está vinculada al temor a enfrentar inconmensurables problemas familiares y económicos a corto, mediano y largo plazo. Mientras que paralelamente se incrementa la percepción de que el riesgo de contagio es menor, manejable y controlable, en general, se le va perdiendo el miedo al virus.

Esto también podría estar asociado a las experiencias que conocemos en situaciones de emergencia, que le van diciendo a la población que ya es tiempo de moverse. Y es que los episodios más similares a esto y que mejor conocemos están relacionadas a ciclones, huracanes y tormentas, que generalmente son situaciones de gran calamidad, incertidumbre y preocupaciones, similares en eso a la actual, pero que son de una duración de 2 a 6 días y que en suficientes ocasiones una rezadita a Tatica resuelve, disipa o ahuyenta el asunto.

 

Sacudirse el golpe.

Ya estoy harta del encierro, esto no cambia,

no mejora, y cuando salgamos, ya ni sé si podré conseguir

lo que conseguía… ahora en las noches yo creo que

me preocupa más que no le veo fin a esto

Jefa de hogar del barrio Manganagua, D.N.

 Tenemos la oportunidad de repensar y reaccionar ante el golpe sanitario, social y económico que ha significado el COVID-19 y todo lo que nos ha dejado ver o confirmar que tenemos por mejorar desde antes de la pandemia. Como sociedad, o como sociedades en el mundo, lo que hemos hecho es salvaguardamos, escondernos, protegernos, cuidarnos y tomar medidas dentro de la incertidumbre de una pandemia que nos toma por sorpresa y para la cual, al parecer, no había previsiones a nivel global. Pues realmente nadie tenía (o tiene) un librito con indicaciones de qué exactamente hacer, por tanto, las medidas de protección de la población han sido las mejores opciones dada la coyuntura. Ahora, toca ahora abrir los ojos, llenar los pechos de aire y tomar acciones para una activación social integral e inclusiva.

Se trata de una estrategia social, que va más allá de lo económico, eje que hasta ahora ha sido prioritario tanto en las demandas sociales y empresariales, como en la respuesta, y que hasta ahora es el enfoque de “reactivación” que ha primado. En estos momentos la economía es clave para este y cualquier país, pero la recuperación de esta crisis implica mirar de manera integral e inclusiva a todo el entramado social y poblacional, mirar enfocando y colocando en el centro a la población, a la gente y de ahí tomar todas las medidas sociales y económicas necesarias.

Una activación social que promueva por ejemplo, el uso inteligente de las reducidas remesas que vendrán a partir de ahora; de un turismo y hotelería sostenible y de calidad que busca revivir; de una seguridad alimentaria para la gente; de un fortalecimiento de las capacidades técnicas y ocupacionales de la población; del fortalecimiento de las cadenas de valor en la producción y comercio; del apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas; de la retención de personas altamente calificadas en el país; de la inversión inteligente en el desarrollo social; de la producción nacional con calidad y sostenibilidad; de la atención a todas las formas de discriminación y violencia; y del acceso a agua, tierra y medios de producción para todas y todos.

Pero también una activación social que evite la precarización de las condiciones laborales ante el adverso mercado laboral que tendremos; que no flexibilice la lucha contra el narcotráfico y otros flagelos similares que podrían repuntar en esta coyuntura de crisis pospandemia; que evite una masiva migración interna de las zonas rurales a las periferias urbanas; que prevenga la perpetuación de las relaciones de poder y opresión entre grupos y poblaciones; y que evite la exclusión y marginación de grupos poblacionales con políticas y reglamentos inclusivos.

 Dembow, bachata y ritmos silentes en la emisora donde se toman las decisiones

El 75% de nuestra población, es decir, 7.6 millones de habitantes tenían condiciones de vulnerabilidad de niveles alto, mediano o de considerable riesgo (ICV1, 2 y 3) antes de que todo esto pasara. Ahí se encuentran las grandes poblaciones excluidas, cuya experiencia de vida es la desigualdad. ¿Qué medios tienen para expresar sus voces y ser parte de la reactivación económica en estos momentos? Su alcance para demandar, exigir y provocar su inclusión en los planes de activación social o de reactivación económica es limitado, los medios con los que cuentan son escasos o invisibilizados, lo que no permite que tengan formas eficientes para hacerse escuchar, constar, participar y provocar su integración. Como sociedad nos toca armar un rumbo inclusivo, en el que todas las voces puedan expresarse bajo sus propias formas, sean escuchadas y sobre todo se tengan participación real.

Semanas sin poder salir a la calle, y ahora que se empezó a salir, la prioridad urgente está ligada a la generación de ingresos. Esta coyuntura hace visible y palpable que el acceso al goce de los derechos va más allá de un texto constitucional, de un conjunto de leyes y de políticas o pactos sociales bien redactados, consensuados, impresos y puestos en libreros. El acceso pleno a los derechos, actualmente, es un privilegio que algunos grupos tenemos; ser conscientes de ello hace que expresar, comunicar, escribir, leer, conectarse, abogar, influenciar, convencer, motivar, abrir a la participación y contribuir tenga una carga de responsabilidad social particular, pues, los nuestros, son los ritmos que la emisora donde se toman las decisiones reconoce como válidos, la nuestra es la música que suena en la radio que estructura al Estado. Desde nuestro accionar se puede provocar que ocurran gran parte de las transformaciones necesarias. Somos responsables de asumir esto tanto el gobierno, como las agencias del Sistema de las Naciones Unidas, como las ONG, los gremios, las organizaciones comunitarias, los sindicatos, las organizaciones de la sociedad organizada, la academia y centros de estudios, las iglesias y demás actores sociales y personas de cualquier grupo que cuenten con estos privilegios, y que podemos y tenemos los medios para participar y expresarnos; hacerlo con una visión inclusiva es una responsabilidad y compromiso colectivo, con el país que queremos seguir construyendo y con la necesaria integración plena de toda la población. 

el virus se coronó sobre todo lo que no se logró mejorar

     

“el otro día me hablaron del derecho a la salud,

yo no sé qué es eso, si me enfermo veo cómo sanarme

o busco un médico, toda mi vida siempre he tenido

que meter mano para resolver mis necesidades y de mi familia”

motoconcho del barrio Los Frailes, SDE

 Sobre los espacios de mejora en diferentes políticas, sistemas e instituciones podríamos abundar de manera más específica, quizás en otros escritos, quizás a través de colegas que proponen líneas similares, pues son debates específicos necesarios. Ahora centraremos el comentario en el contexto situacional, donde, sin dudas, los avances que se venían desarrollando eran buenos, aunque insuficientes y sus enfoques aportaban a aspectos como la macroeconomía, pero no tanto a las realidades socioeconómicas de la población, por ende, teníamos las brechas de desigualdad que veníamos combatiendo como país.

 Por ejemplo, las dilatadas reformas al sector salud para incorporar calidad y universalidad; o la del código laboral para fomentar dignidad laboral; el replanteamiento del sistema tributario, no para redistribuir, sino para garantizar distribución y acceso a las riquezas; o la calidad educativa, más allá de la cobertura y expansión del sistema; así como políticas claras, transparentes y accesibles para la tierra, agricultura y acceso a vivienda, entre otras, son algunas claves a revisar y mejorar, puesto que en su conjunto son el timón que marca el rumbo que llevábamos como sociedad y que da como resultado el estado poblacional y sectorial que hoy vemos y sufrimos por los grandes niveles de exclusión y desigualdad que este esquema causa en nuestra sociedad.

 Y es que, como dice un querido amigo seibano, “antes de esto veníamos mejorando, pero todavía no estábamos bien”. La realidad es que antes del virus, la “normalidad” a la que popularmente tanto se añora volver, provocaba los niveles de desigualdad que hoy vemos. En el caminar que llevábamos como sociedad, estábamos dejando a un montón de gente atrás en cuanto al cumplimiento y garantías acceso pleno a derechos. Desde este enfoque, decir simplemente volver “a la normalidad” es literalmente decir que queremos volver a esas dinámicas socioeconómicas que acrecientan las brechas y preparan el gran abismo de alienación y vulnerabilidades en el que probablemente caería gran parte de la población del país. Por tanto, la propuesta central es a revisar y cambiar la estructura socioeconómica que sosteníamos previo a la pandemia, soltar las cosas que no estaban funcionando o no producían mejorías sociales y establecer nuevos sistemas, políticas y medidas, integrales e inclusivas.

 ¿cuáles son la gente (medidas) que viven ma´ pa´ lante?

 En estos momentos, debemos pensar y repensar el futuro que queremos para nuestro país, tal vez muchos países estarán haciendo algo similar. Analizando las situaciones, mercados, estrategias, nichos, ventajas y acciones. Para la República Dominicana es necesario estudiar las relaciones bilaterales con socios como Haití, nuestro vecino e importantísimo aliado comercial. De forma similar, con los Estados Unidos, tanto por el tema de nuestras exportaciones y de las importaciones de insumos y materiales básicos, como el tema de las remesas y nuestra dependencia de ellas. Por supuesto hay que mirar también a China sobre todo como fuente de importación. Quizás analizar también la situación de Panamá, cuyo canal tendrá un importante papel en la reactivación global, donde la gestión y priorización de lo que va a fluir por ahí será fundamental. La Unión Europea también amerita ser analizada en torno al tema de las remesas y las exportaciones que hacemos hacia los países europeos.

Además, considerando que con una reducida recaudación de impuestos en este 2020 y la recesión económica nacional y mundial, nuestro gobierno y Estado se ve en la necesidad de fortalecer la capacidad de invertir inteligentemente en el desarrollo (incluidos los préstamos ya tomados y por tomar), debiendo tener una estrategia para el uso eficiente de los recursos y la construcción de un mejor del presente y futuro para el país. Nuestro contexto, con sus datos y perspectivas, indica que una activación social debe incluir (al menos) estos 12 puntos:

1.      Fortalecer la producción nacional. Teniendo la calidad como prioridad, y logrando que lo que consumimos en el país y lo que exportamos tengan los mismos niveles de calidad certificada, y fortaleciendo también las cadenas de valor a toda la producción y comercio.

2.      Priorizar la agricultura como principal rubro económico. Sobre todo, para garantizar nuestra propia seguridad alimenticia y hacer uso del suelo y clima propicio para la producción a lo largo de todo el año y de una enorme variedad de productos, especialmente aquellos de alta demanda/valoración global.

3.      Diversificar la producción y el comercio. De manera que se reduzcan las dependencias externas para productos básicos y se puedan explorar y explotar nichos específicos que la coyuntura y capacidades nacionales traerán.

4.      Propiciar el acceso a la tierra. Sobre todo, en zonas rurales, para dinamizar y desconcentrar los territorios urbanos. Esto, junto a medidas, incentivos, exoneraciones, y la construcción de conectividad vial entre los territorios.

5.      Facilitar la formalización empresarial. Crear facilidades efectivas y operativas para la formalización, junto a incentivos particulares que erradiquen la elusión y reduzcan la evasión.

6.      Atender el tema del agua. A sabiendas de que es la próxima (y cercana) potencial crisis, debemos operativamente valorizarla, sembrar/producir agua con eficientes planes de (re) y forestación junto a una gestión equitativa de los recursos naturales.

7.      Políticas y reglamentos de inclusión. Como forma de garantizar la participación de toda la población a todos los niveles y esferas, estableciendo rangos de representación de los diferentes grupos poblacionales en todas las políticas, medidas e instancias de implementación.

8.      Priorizar la inversión en: programas de desarrollo integral de la primera infancia, en la reconstrucción integral del sistema de salud y del sistema de educación enfocado en acceso universal a servicios de calidad. Un programa masivo de formación y capacitación técnico – ocupacional para atender a las nuevas necesidades de la economía y producción nacional pospandemia.

9.      Determinar que toda política esté basada en evidencias. Los escasos recursos que tendremos y la inversión inteligente a aplicar ameritan que podamos tener información confiable, de calidad y oportuna para tomar decisiones, por tanto, se requiere de un Instituto Nacional de Estadísticas y un Instituto Nacional de Evaluaciones, de funcionamiento y financiación independiente al Poder Ejecutivo, que produzcan las informaciones para el monitoreo del desarrollo y la evaluación de las políticas que se implementen en todo el país y sectores.

10.  Sostenibilidad energética. Trabajar como Estado para establecer estrategias nacionales de producción de energía limpia e iniciar el cambio de toda la matriz energética hacia allá.

11.  Revisar y actualizar la Estrategia Nacional de Desarrollo. Replanteando sus metas, objetivos, indicadores y estructuras a la nueva realidad, y agregando herramientas realmente operativas para su aplicación en todo el aparato estatal.

12.  Campañas y programas nacionales, sectoriales y territoriales de apoyo psicoafectivo. Para, a través de herramientas psicosociales ofrecer un acompañamiento a la población que permita propiciar el superar los efectos psicoemocionales negativos que la situación de la pandemia ha provocado y propiciar la activación social e integración a las acciones que se ejecutarán como Estado.