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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Santiago vive un momento electoral interesante. Dentro de nueve días al santiaguero le toca escoger --además del presidente de la República--, al senador del periodo 2020-2024. La decisión será uno de dos, Julio César Valentín o Eduardo Estrella. Ambos acumulan méritos políticos sobrados.

Eduardo Estrella

Rafael Eduardo Estrella Virella, 67 años, es un ingeniero civil egresado de la Universidad Autónoma de México y perteneciente a una egregia familia de estirpe político-militar, que comenzó su carrera de servicio público cuando apenas era un mozalbete. En 1972, sin haber cumplido los 20 años, el Dr. Joaquín Balaguer lo designó Secretario de Segunda Clase en la Embajada Dominicana en México, en apoyo a sus estudios en la alta academia azteca.

En el 1984-1985 fue presidente del CODIA. Luego de concluir el periodo de dirección gremialista, Balaguer  lo nombró en 1986 Subsecretario de  Estado de Obras Públicas y Comunicaciones.

Balaguer fue un sabio y pragmático político conservador que se caracterizó por mover con frecuencia sus fichas, a fin de dar la impresión de una administración cambiante --algo que no copiaron los del PLD--, llevó a Eduardo Estrella, en 1990, como Director del Instituto Nacional de Agua Potable y Alcantarillado, INAPA. Un año después, en 1991, lo designo Secretario de Estado (hoy, Ministro) de Obras Públicas y Comunicaciones.

En 1994 ganó como Senador de la República por la provincia Santiago, representando su partido de entonces, el PRSC. Ahora, 22 años después, Eduardo Estrella desafía  a Julio César Valentín para el puesto.

Julio César Valentín

Julio César Valentín Jiminián, 54 años, licenciado en derecho por la Universidad Tecnológica de Santiago, inicia su carrera de servicio público en 1990, como Juez de Paz en la Circunscripción 1, en el Distrito Judicial de Santiago y luego ascendió a Juez de Instrucción en la misma demarcación. En 1996 fue Magistrado Procurador Fiscal de Santiago. Pero en 1998 fue electo diputado al Congreso, donde permaneció de 1998 al 2010 y donde alcanzó la posición de Presidente de la Cámara de Diputados.

A diferencia de Estrella, Valentín es un hombre que viene de abajo. A pesar de sus éxitos personales y políticos, nunca ha abandonado su base de apoyo: clubes culturales y deportivos, juntas de vecinos, grupos eclesiales de base, pastoral juvenil, etc. En fin, nunca se le ha subido los humos a la cabeza.

Valentín, en su dilatada carrera política, ha expandido su liderazgo de bases sólidas en los barrios de Santiago y en los pueblos de la provincia. Es miembro de número del poderoso Comité Político del PLD, la más alta dirección de la organización.

Eduardo Estrella es heredero de una tradición de poder consolidada desde antes, durante y después del tirano Trujillo. El hábito de poder le da confianza al ingeniero Estrella para construir su propia vocación democrática. El edificio donde coloca los bloques de esa vocación se divisan en la política de alianza de Dominicanos por el Cambio.

El reto de los electores de Santiago, al momento de votar, consiste en ponderar los méritos de Julio Cesar Valentín como demócrata consumado. O, por el contrario, celebrar la reciedumbre de Eduardo Estrella que se construye como un demócrata moderno.

Valentín o Eduardo, uno de los dos será el próximo senador de Santiago. Tanto Valentín, como Eduardo interiorizan el perfil natural de un legislador del que cualquier ciudad se sentiría orgullosa y Santiago se caracteriza por su orgullo.

La suerte está echada. El 5 de julio próximo se batirán en duelo el poder del barrio, los clubes y las juntas de vecinos, contra el poder gremialista, la clase silente y el poder fáctico.

¿Por quién se irá Santiago?