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Opinión | Doctor José Serulle Ramia/economista y diplomático

La República Dominicana y Trinidad y Tobago vienen de dar ejemplo de ser dos países caribeños apegados a una institucionalidad constitucional que es garante, en cierto sentido, de su estabilidad económica y política, y también de sus desvelos de ensanchar cada día más la senda del progreso para sus respectivos pueblos.

En efecto, luego de producirse, partiendo de sus propios sistemas políticos, un proceso electoral donde la población de las dos naciones expresaron sus sufragios, hoy la República Dominicana y Trinidad y Tobago cuentan con dos gobiernos democráticamente electos.

En la República Dominicana, tomó posesión como Presidente Constitucional de la República para el período 2020-2024 una persona que venía con el Partido Revolucionario Moderno  trabajando desde hace años para alcanzar la primera investidura de la nación. De esa forma, LUIS R. ABINADER CORONA se constituye en el Presidente 67, en los 176 años de Independencia Nacional y en la fecha, el 16 de agosto, que se celebran los 157 años de la Restauración de la República, jornada de lucha del pueblo dominicano que se coronó, por su heroísmo y amor patrio, con una victoria sobre el colonialismo español.

En Trinidad y Tobago, luego de ejercer durante el período 2015-2020, la función de Primer Ministro, el Dr. Keith Rowley vuelve, gracias a la victoria del Movimiento Nacional del Pueblo, a tomar posesión el 18 de agosto, junto a su gabinete de gobierno, por un nuevo período de cinco años (2020-2025).

Ambos procesos se llevaron a cabo durante la difícil situación de la pandemia de la Covid-19. 

Asimismo, los dos gobiernos se han comprometido a continuar en el esfuerzo de combatir el SARS-CoV-2, e ir produciendo los resultados necesarios para darle de forma progresiva normalidad a la vida económica, social y cultural de sus países, y así relanzar el desarrollo a que aspiran sus pueblos.

Ambos países, estamos seguros, fortalecerán los vínculos que vienen sosteniendo de forma duradera, así como sus canales de comunicación y de cooperación a todos los niveles. 

El desafío que tienen por delante ambos gobernantes y sus ministerios, y los otros poderes del Estado, en una coyuntura nacional e internacional tan difícil, es harto compleja. Sin embargo, con la firme voluntad que los dos gobiernos exhiben, la tarea se hará menos pesada, y más si su gobernanza se realiza involucrando en sus decisiones a sus  respectivos pueblos. 

A esto se suma, el empeño que muestran para continuar con una práctica de unas relaciones dinámicas, de mayor articulación de esfuerzos, con las demás naciones y pueblos del Caribe y de las otras latitudes. Esto, con espíritu de solidaridad y respeto a un orden internacional basado en políticas y acuerdos apegados a la equidad y a lo multilateral, garantía de la paz y armonía entre pueblos, Estados y naciones del mundo.

La pandemia ha demostrado que el mundo está muy dividido. Sería bueno que los países del Caribe den un ejemplo de unidad, primero frente a la pandemia, y luego ante el gran desafío de recomponer las estructuras económicas de sus naciones. Para esos fines, es bueno relanzar intercambios intrarregionales justos y procurar recursos financieros que no lesionen sus soberanías y su  apego a la libertad, a la que tanto han defendido durante toda su historia.  

¡Congratulaciones, pues, para los dos jefes de Estado y de Gobierno y para sus gabinetes ministeriales, así como para los senadores y diputados electos, quienes, juntos, habrán de contribuir al engrandecimiento de dos países caribeños de poblaciones laboriosas, de excepcional diversidad cultural  y biológica!