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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

Una tarde de domingo mientras dormía una afable siesta, bajo el pegajoso calor de otoño, mis ojos se resplandecían al verla mientras dormía un profundo y reconfortante sueño, al tiempo que valoraba sus expresiones de tranquilidad y seguridad, mientras iba al encuentro de Morfeo. 

Su rostro decía tanto, ese sentido de tranquilidad, paz y seguridad que transmitía conforme daba vueltas en la cama buscando la mejor posición para reposar, se apoyaba en mi regazo, como si hubiese llegado al mejor de los oasis y más seguro puerto. 

Mientras continuó leyendo sus expresiones faciales, también analizó y valoro lo que representa ello en la vida de una niña en el mundo actual.   

La musa de mis sueños despiertos tiene 9. Es toda una historia. Con personalidad propia, estilo auténtico y definido, parlanchina por demás, creadora de grandes historias y una imaginación que con frecuencia pone a volar. 

Con propiedad y válidas argumentaciones, pero sin ego, exige respeto a su punto de vista, con una sonrisa pícara, curiosa e inocente que contagia y roba el corazón de todo el que esté a su alrededor, típica de su edad de florecer, son dignas descripciones de su personalidad. 

Claramente, y a toda vista, mi flor, está creciendo. Están brotando cada de uno de sus pétalos que representan una parte importante y otras vitales de su joven vida. 

Ese crecimiento no es solo físico, sino que implica conductas elementales tales como: el cambio y definición de ideales, sueños y la percepción de la existencia conforme sus experiencias vividas.  

En la introspección de ese momento y con desconsuelo analizaba lo difícil que es nacer siendo niña en sociedades donde la sola condición del género las convierte en vulnerables,  presas de patrones que cohíben y pretenden limitar su existencia, intentando restringir sus emociones y sentimientos, comprometiendo sus libertades, el sentido de independencia y seguridad,  exponiéndolas a ser victimarias. 

Esos patrones imponen e inducen al cumplimiento de una cultura de vida que compromete la esencia misma, el sentido de ser y correspondencia y por ende la identidad. 

Es una práctica que fomenta el prejuicio de que por ser del sexo femenino, no se es suficiente, por lo cual la fuente de seguridad y confianza deben provenir de fuentes del exterior, generando conductas de dependencia, actitudes ideales en culturas dañadas y manchadas por los comportamientos masculinos discriminatorios y excluyentes. 

Es penoso que aún en tiempos de tantos avances a nivel tecnológico, de las ciencias y otras áreas, donde históricamente nos encontramos, ser niña, adolescente, mujeres, madre, abuela, hija, etc. sea sinónimo de debilidad,  ser objeto de violencia, acoso, irrespeto a derechos fundamentales, desigualdad, y estadísticas.  

Cada día que pasa ser niña implica nuevos retos que en lugar de aportar nuevas oportunidades, reducen sus derechos al miedo y al peligro que viven a su asecho: 

• Objeto de ataques en las calles 

• Abuso sexual, físico y psicológico

• Explotación sexual 

• Hipersexualización 

• Violencia Virtual 

• Exposición a contenidos nocivos 

Conforme pasan los años, avanzamos a supuestos cambios de paradigmas, estereotipos, acceso a libertades y garantías de derechos, sin embargo, solo son discursos que argumentados en nuevas legislaciones, en el fondo han aportado muy poco para que se genere en la sociedad un verdadero reconocimiento de la realidad que cada día es diferente, puesto que las formas de violentar cambian.

Para que esto suceda, es necesario despertar la conciencia y establecer un real compromiso de todos los sectores respecto a la importancia de promover el cambio de estas conductas y patrones, que día con día, deja secuelas irreparables y nos aleja más del deseo y la esperanza de que las cosas vayan a cambiar. 

Este artículo está dedicado a las mujeres que primero fueron niñas que a pesar de todas las circunstancias de sus vidas, nunca se dieron por vencidas. 

Las que lucharon contra toda adversidad, permaneciendo firmes a sus criterios y defendiendo a toda costa sus derechos de vivir en Libertad.