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Opinión | Doctor José Serulle Ramia/economista y diplomático

Según describe Javier Solana (ex Alto Representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea), la sede de la ONU antes de trasladarse a orillas del East River, en Nueva York, se encontraba entre 1946 y 1952, en un lugar donde floreció durante la Segunda Guerra Mundial una lucrativa fábrica de armamento.

Esta segunda sede de la ONU se volvió “un símbolo de cambio de la época”. En efecto, la ONU nació como una organización llamada a promover la paz y la cooperación internacional luego de la humanidad haber vivido un período de terror y angustias inimaginables. Así, ese local que estuvo consagrado al esfuerzo militar estadounidense se transformó “en un espacio que vino a conocerse como ´la fábrica de la paz´” (Javier Solana, “75 años de sinsabores para la ONU”, El País, España, 21 de septiembre, 2020).

El 20 de septiembre, la ONU celebró de manera virtual el 75° aniversario de su creación en medio de una convulsa situación mundial, en lo sanitario y económico, debido en parte a las restricciones impuestas por la covid-19. El propio debate anual de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, que reúne a los líderes mundiales y que se produciría más tarde, no pudo por primera vez efectuarse en Nueva York.

Este año, la ONU inició un estudio demoscópico masivo que ha sido bautizado como “una conversación global”, en el interés de “determinar las esperanzas y miedos de la gente de cara al futuro”. Esto se realiza en medio de la pandemia, que de forma virulenta afecta a prácticamente todos los países. La mayoría de las personas encuestadas han expresado que lo prioritario hoy es “mejorar el acceso a los servicios básicos, como la sanidad o la educación, seguida de la necesidad de mayor solidaridad internacional y un mayor apoyo a los más desfavorecidos”. Así, el 87% de los encuestados estima que la cooperación global es “vital para afrontar los desafíos actuales” y el 60% considera que la “ONU ha vuelto al mundo un lugar mejor donde vivir”.

Si bien es cierto que el mundo  de hoy es mejor en relación a los períodos de las dos grandes guerras que conoció la humanidad en el siglo XX, no menos cierto es que la pandemia de la Covid-19 ha mostrado que estamos viviendo en un ambiente de profunda división entre los Estados, y que los mismos, no obstante todos los llamados hechos por la ONU y, de manera particular, por la OMS, no han sido capaces de unirse y vertebrar políticas y acciones que reflejen los anhelos del sistema de las Naciones Unidas.

Las palabras del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, no pueden ser más claras y determinantes sobre lo que sucede a nivel mundial: “La calamidad climática acecha. La biodiversidad está colapsando. La pobreza crece de nuevo. El odio se expande. Las tensiones geopolíticas escalan. Las armas nucleares siguen en una alerta de gatillo sensible. Las tecnologías han abierto nuevas oportunidades, pero también nuevas amenazas. La pandemia de la covid-19 ha dejado al descubierto las fragilidades del mundo. Solo podemos afrontarlas juntos”

En efecto, la pandemia ha puesto en evidencia las grandes limitaciones que afectan a las poblaciones del mundo, en especial a los más desfavorecidos. Asimismo, demuestra cómo, de mantenerse los niveles de desigualdad social y de discriminación, las perspectivas no son nada halagüeñas.

La ONU está fundamentada en el multilateralismo y convivencia pacífica, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y bienestar humano.

El discurso del Excelentísimo Presidente de la República Dominicana, Luis R. Abinader Corona, pronunciado en tan relevante ocasión, establece que nuestro  país se mantendrá incondicionalmente apoyando a la ONU. Esta justa declaración constituye un ejemplo fiel de la postura que hoy deben adoptar todos los Estados del mundo, como única vía  de avanzar por el sendero del entendimiento, la cooperación, el progreso y la paz.

¡FORTALEZCAMOS, PUES, A LA ONU, BASTIÓN DE LA COOPERACIÓN Y PAZ MUNDIALES!