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Opinión | Miguel Ángel Cid Cid/Consultor Internacional

Las voces de la calle lo dicen sin tapujos: guerra avisada no mata soldado. Un aumento generalizado en la venta de los productos de la canasta básica genera, en cualquier parte y en cualquier tiempo, una ola de quejas en la población. Y ese es el problema, que pende como espada de Damocles, en el presente gobierno.

La crisis económica de hoy se veía venir. Luego de una cuarentena que dura más de un año y que paralizó la producción nacional, sin que se tenga a la vista la completa recuperación, es un lío gordo.

Corresponde al gobierno central planificar las acciones tendentes a darle cara a la crisis. Acciones que contribuyan a mitigar los efectos de ésta en la población más empobrecida. E ir ampliando medidas políticas y económicas que beneficien a la nación en su conjunto. Y, al mismo tiempo, mantener a raya a una oposición que quiere pescar en río revuelto.

En el proceso de planeación, el gobierno debería caminar dos pasos delante de la oposición. Así, cuando lleguen los reclamos y presiones, se haga fácil enfrentar a demagogos y politiqueros.

El gobierno, cualquiera que sea, tiene la tendencia de moldear la percepción de los gobernados al través de la propaganda. Pero al final todo el mundo señalará que el rey va desnudo.

¿Cuál es el rol, entonces, de los partidos de oposición frente a la crisis actual?

Antes que nada, hay que señalar que los partidos opositores suelen buscarle la quinta pata al gato. En esa búsqueda se aprestan a aprovechar la debilidad más insignificante mostrada por el gobierno para con ella arengar en las acciones de protestas. Pero hay que advertirles a esos políticos que las protestas deben ofrecer propuestas. Propuestas coherentes en la búsqueda honesta de soluciones.

De ahí que la propaganda de los partidos de oposición debería ser lo más objetiva posible, sin dejar de mandar su fuego. Tanto el gobierno como la oposición están en el ojo y el oído de la población.

Por estas razones es que un segmento de la oposición se hace eco de los reclamos de los sectores sociales pobres por los aumentos de precios en los alimentos. Y en verdad las alzas son exageradas. Por ejemplo: un huevo, hasta hace poco costaba cinco pesos, ahora subió a ocho pesos. El galón de gas licuado de petróleo costaba RD$99.40 pesos a mitad del año 2020, ahora cuesta RD$127.10 pesos. Ni hablar de las carnes, sea de res, cerdo o pollo, los precios son exorbitantes. El galón y medio de aceite pasó de RD$740.00 pesos a RD$1,090.00 pesos.

La lista es larga, pero no los voy a fastidiar con el listín.