Contáctenos Quiénes somos
Opinión | Profesora Rosario Espinal/analista social

Por décadas, la República Dominicana ha permitido el tráfico ilegal de haitianos por la frontera. Eso solo se logra con la complicidad de militares y oficiales de migración dominicanos que se lucran con la trata humana.

Por décadas, empresarios dominicanos en la agricultura y la construcción han empleado muchos inmigrantes haitianos. ¡Trabajan duro bajo el sol!

Por décadas, esa masa de obreros migrantes recibe bajos salarios sin beneficios. O sea, es súper explotada.

Por décadas, la mayoría de esa población de inmigrantes haitianos ha vivido en la República Dominicana sin documentación que acredite su estatus migratorio. Carecen pues de derechos.

Por décadas, esa población migrante vivió en los cañaverales. ¡Ya no! Circulan por todo el territorio nacional.

Por décadas se ha dicho que los haitianos están invadiendo “de manera pacífica” la República Dominicana. Ojo: han emigrado a trabajar, igual que hacen muchos dominicanos en el exterior.

Por décadas, mientras la población inmigrante ha aumentado, los gobiernos dominicanos no han impulsado políticas de integración de esa población, aunque los empleen. Viven sumidos en la pobreza e indocumentados.

Por décadas, mientras esa población inmigrante ha aumentado, se ha afianzado el discurso de que Haití es una carga para la República Dominicana, incluidos también los inmigrantes haitianos. Desenredemos esto un poco.

Haití tiene gravísimos problemas, ¡cierto!, pero es un gran comprador de productos dominicanos. O sea, por más pobres que sean, están beneficiando la economía dominicana adquiriendo productos de aquí.

Por su parte, los inmigrantes haitianos producen muchos de los alimentos que consumimos y construyen muchas de las casas y edificios donde viven y trabajan los dominicanos a precio de ganga. Sin esa mano de obra barata, el costo de la vida sería más alto en la República Dominicana.

¿Qué aterra entonces a los dominicanos de los haitianos? Que son negros y muy pobres (no he dicho racismo ni clasismo, eso enerva mucha gente).

Muchos dominicanos no quieren ver a los inmigrantes haitianos en los pueblos ni en los campos. Tampoco que vayan a los hospitales públicos ni que sus hijos asistan a las escuelas dominicanas. ¿Qué hacer entonces con esos inmigrantes? No viven en el cielo, viven aquí en la tierra.

El alma dominicana seguirá atormentada porque Haití existe al lado: pobrísimo, inestable y súper poblado. Sabiendo que ese es su vecino, la República Dominicana nunca ha impuesto control fronterizo efectivo, precisamente, para tener una masa de obreros indocumentados y explotarlos.

Mantener por décadas un tráfico ilegal de inmigrantes que se asientan en el país, y, a la vez, negarles derechos es inhumano y tiene un alto costo social.

No es por caridad, es por justicia (y hasta por conveniencia). Si los haitianos han inmigrado por décadas a la República Dominicana y trabajan aquí, deben tener derecho a los servicios públicos, aunque no tengan documentos oficiales que certifiquen su existencia.

Hay que controlar el tráfico ilegal por la frontera, ¡claro!, pero no violar los derechos de los inmigrantes que radican en la República Dominicana.