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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

Al tipificar o señalar los rasgos idóneos de la personalidad, especialmente de dirigentes empresariales, políticos, educadores, profesionales de toda índole, dirigentes religiosos, etc.

Estos deben poseer las cualidades propias de un adulto maduro, honorable, confiable, y emocionalmente estable.

Entre los rasgos innatos, los siguientes son de naturaleza y manifiesta realidad del dirigente; debe ser, sobre todo: reverente con la Divinidad, solidario con el prójimo, y cuidadoso con su propia persona; afable, virtuoso, sincero, sin dobleces, laborioso, sensible, altruista, honesto, humilde, amable, condescendiente, y de fidelidad en sus relaciones personales.

La persona que tiene vocación y oportunidad de ser cabecilla, líder, o dirigente de familia, de comunidad religiosa o secular, o de un pueblo; está llamada a tener y ejercitar, fundamentalmente, las siguientes propiedades: buscar y escuchar a asesores, confiar en consejeros fieles, y experimentados; pues, la asesoría ayuda a ver otras dimensiones de cualquier asunto de envergadura, ya que es conveniente sopesar con lógica el resultado anhelado;  por tal razón, se hace así, antes de tomar decisiones. Además, el apoyo y unidad de criterios son como el algodón que cae suavemente al suelo sin deformarse; pero la persona de mente cerrada, o trastornada, será como piedra dura, que, al caer al suelo, se quiebra y se rompe.

La personalidad madura y apropiada será, condescendiente, tendrá confianza en otros, disfrutará de salud mental normalizada, y tranquilizada; pero, activa y evolutiva, gozará de equilibrio emocional, solidaridad y amabilidad, a todo nivel social humana, sostendrá una conciencia templada, para alcanzar las metas deseadas, mantendrá vínculos apropiados en las relaciones humanas, y apreciaciones de las ocupaciones, y de todas las áreas de la vida.

Se entiende que es necesario y conveniente, positivo y beneficioso, tener paciencia, voluntad propia, integridad, flexibilidad, disciplina, y las modalidades auténticas para ser un líder positivo.

Entre las particularidades de personalidad negativas que no son convenientes, están las condiciones de ser caprichoso, acomplejado, inseguro, falto de visión, e inflexible. Esto es así, por la falta de estas normas pueden ser debido: a inseguridad personal, a tendencia de ser orgulloso, o tener rasgos de dictador, o alto grado de narcisismo, o ser cobarde. Además, “es preferible la compasión humilde de actuar, que la rabia del despotismo”.

El líder debe tener las características de un árbol bien sembrado, cultivado, sano, y robusto; además, de indispensable energía, para ejercer con eficiencia y vigor, las múltiples y difíciles tareas que enfrenta. Es preciso tener esta condición para así poder evolucionar apropiadamente en unidad con el conjunto de todas las partes. La mata tiene raíz, tronco, ramas con hojas; todas estas porciones son importantes y necesarias, y deben estar insertadas como un mancomunado naturalmente unificado, a fin de dar el producto anhelado.

La comparación del dirigente con un árbol es para compendiar la idea de lo que constituye la personalidad positiva, y beneficiosa del llamado a ostentar la responsabilidad de ese cargo; más, hay que señalar los deberes de los que están bajo su regencia, ya que el árbol tiene raíz, tronco, ramo, y hojas, y deben estar apropiadamente injertados para ser efectivos en los planes y ejecución de las acciones. El mecanismo de la vida del árbol es que la raíz absorbe las aguas y nutrientes del suelo, las hojas en las ramas aportan el oxígeno, y otros elementos del sol, y del aire; así la labor mancomunada se efectúa bien. El dirigente necesita estar en unión con todas las partes de la familia, la comunidad, el conglomerado, la iglesia, el partido político, o el país, bajo su mando; para así, ser efectivo y alcanzar las metas que se proponen obtener. Pues, “grande es aquel que, para brillar, no necesita apagar la luz de los demás”.