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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

El maniqueísmo es la teoría o doctrina del concepto del perpetuo e insistente lucha entre el buen y el mal. Esta concepción se originó con el erudito, Manes (c.215-276) y ha sido tildado de herejía, negado por la mentalidad, y círculos intelectuales cristianos, y condenado, desde su principio.

Confieso que tomo consideración de la teoría de Manes; pues, en realidad, percibo con claridad, y veo la realidad irrefutable, que hay en existencia, dos principios contrarios y eternos, que luchan entre sí: el bien y el mal. Esta proposición es tomada en cuenta como una apostasía filosófica-religiosa; más nadie puede en realidad, desmentir ni refutar con lógica, el hecho fehaciente de la existencia del obvio y permanente y lucha entre la bondad y la maldad, entre el amor y el odio, entre la piedad y la crueldad.

Los cristianos han negado esta real situación que impera en el mundo de la lucha entre el bien y el mal; sin embargo, muchas veces, esa malograda rivalidad es parte demostrada en la forma de pensar y actuar de personas, dirigentes, grupos, pueblos y naciones, y prelados de comunidades religiosa, que se estiman de santidad y excelencia de virtudes, ya que, los cismas religiosos se inician por el influjo de mal contra el bien.

Por otra parte, las guerras entre naciones tienen comienzo y presencia y actividad, dada la maldad desplegada por la falta de conmiseración, por odio, o por ambición de dominación, que, en contexto, es encontronazo entre el bien y el mal. De hecho, hay inspiraciones de instintos perversos y motivos que contradicen lo que es santo, bueno, y virtuoso que lo malo busca imponer.

Es innegable dudar la conexión señalada que hay en la doctrina de Manes que dice, que hay una dualidad de oposiciones radicalmente opuestos, y en lucha continua entre el bien y el mal.

Existe y se predica en la religión, en la policía, en las relaciones humanas, en los ámbitos sociales, en la competencia comercial, en la diplomacia, e intrigas geopolíticas, que hay necesidad y razones valederas para luchar con el mal y defender con buena voluntad el estado de paz, dignidad, soberanía, libertad, y bienestar de gentes, pueblos y naciones.

Hay ejemplos que son irrefutables de hechos históricos de mentes, planes, decisiones, y acciones que imponen crueldad, subyugaciones, esclavitud, persecuciones, matanzas, aniquilamientos por operaciones en contra de gente buena y virtuosas. Esto sucede porque es constante la incitación de la malo contra lo bueno. Hay continuamente y de tiempo inmemorable la lucha entre el bien y el mal. Negar esa realidad existente, es posible ser parte de la maldad que impera y trata de socavar lo que es bueno.

En la actualidad, como ha sido antiguamente, e ilustrado por Manes; hay personas, grupos y pueblos que señalan que existen dos principios de fuerzas antagónicas que luchan, y esto concierne a todos los vivientes en el globo terráqueo. Esto es notable y acontece en parejas de matrimonio, familias, comunidades, iglesias, partidos políticos, pueblos y conglomerados nacionales.

Hay antagonismos en lugares donde se espera unidad, colaboración santidad, amor, bondad; pero, allí aparecen conatos de intrigas, planes, y acciones contradictorias que son verdaderas luchas entre el bien y el mal.  Las posiciones deshumanizantes en todos los ámbitos de la Tierra, y que son evidentes prácticas en las sociedades de los seres humanos, hacen ver que la doctrina del maniqueísmo haya sobrevivido, y está presente de manera cierta.

A pesar de la negación del estado de las fuerzas antagónicas del bien y el mal, hay que reconocer el concepto de la verdad que los sabios orientales reconocen y documentan en el símbolo de Yen y el Yang. Una figura muy notable de esa ocurrencia metafísica, que es la escena de la cruz del Calvario, que señala de manera imponente y solemne de la figura metafísica que representa la estampa simbólica del bien y el mal: el Mesías crucificado. Jesucristo esta entre las dos fuerzas opuestas en el sacrificio salvífico para intervenir y truncar sobre lo malo, y dar preeminencia a lo bueno. Es así, poque en esa esencia se manifiestan de la fe, la esperanza y el mor; las virtudes que salvaguardan a los creyentes y hacedores de lo que es la naturaleza intrínseca de Dios, el Creador, y Padre excelso, de los atributos e imagen de las virtudes más excelentes.     

La filosofía, las ciencias y la religión, no pueden soslayar la presencia e insistente lucha entre el bien y el mal; pues, es una evidente realidad en el mundo