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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

Como dominicana con conciencia social desarrollada, me resulta alta mente preocupante los niveles de violencia y feminicidios que se están presentando en nuestro país, la República Dominicana. 

Cada día, leer los titulares de las noticias, da paso al inicio a la apertura de un acto de terror, protagonizado por múltiples casos de violencia desenfrenada y feminicidios, sin sentido ni causas aparentes que nos llenan de preocupación y agreden de manera significativa nuestra sensibilidad humana. 

Si bien en ciertos, que desde años atrás arrastramos una serie de cargas y deudas sociales que presionan nuestra sobrevivencia y convivencia, es indudable que los efectos adyacentes de la pandemia del COVID-19 vinieron a prensar aún más esta carga de estresores sociales que amenazan la sociedad moderna.

Los estresores son definidos como los estímulos, condiciones o situaciones que generan estrés, dentro de los cuales podemos citar: 

1. El desempleo post-pandemia 

2. La situación económica post-pandemia

3. La competitividad laboral 

4. El tráfico  

5. Los problemas familiares producto de la convivencia durante la pandemia y las largas jornadas de aislamiento social. 

6. Cambios en estilos de vida y comportamiento social. 

7. Problemas de salud mental generados por la pandemia y otros. 

A pesar de estos elementos que son una realidad innegable, habitamos una sociedad adoctrinada por la violencia y con una paz socialmente aparente donde los temas relacionados a la salud mental son un tabú, cargados de mitos, predisposiciones o estigmas que invalidan y excluyen las personas con un diagnóstico de salud mental, aunque los mismos desarrollen una vida activa y productiva. 

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud- OMS-, Los problemas de salud mental son la principal causa de discapacidad en el mundo. Algunas de las principales discapacidades son depresión, ansiedad, demencia y uso abusivo de alcohol. Y a nivel mundial, solo un 10 por ciento de las personas que necesitan atención o tratamiento para problemas de salud mental lo reciben, ya sea por dificultades de acceso o por el gran estigma social que ronda al respecto a la hora de buscar este tipo de asistencia, lo cual obstaculiza el diagnóstico oportuno.

Si bien garantizar el acceso a los servicios de atención medica es vital, la prevención siempre será más eficiente que buscar una solución cuando ya tenemos el problema, es por ello, que toda política pública que se diseñe destinada a reducir las tasas de violencia y erradicación de la violencia intrafamiliar y de género, debe contemplar la formación del individuo desde el inicio de la edad escolar. 

El enfoque no debe consistir en tratar de endureces las leyes o las penas por los delitos cometidos, sino más bien en educar. 

La educación es el arma más poderosa que puede tener cualquier país o Estado para empoderar sus ciudadanos y alcanzar sus objetivos de desarrollo, y este caso no es la excepción. 

Es por ello, que se hace transcendentalmente necesario y urgente, incorporar al currículo educativo la educación emocional en las escuelas, donde se eduque sobre el manejo de las emociones y el reconocimiento de las mismas, dotar de psicólogos a todos los centros educativos, que sean capaz de establecer diagnósticos oportunos y hacer referencias especializadas.

• Ampliar los programas de salud mental hasta las Unidades de atención primaria- UNAPS- dotando las mismas de psicólogos/as, facilitando que las poblaciones desposeídas y vulnerables tenga fácil acceso a estos servicios sin costo. 

• Que las ARS incluyan en sus catálogos de servicio la cobertura de los servicios de psicólogos y psiquiatras. 

• Las instituciones tanto públicas como privadas deben contar con facilidades de asistencia a servicios de salud mental dentro de la misma institución.

• Realizar campañas masivas de sensibilización sobre la importancia de la salud mental, cómo cuidarla, desarraigo de estigmas y estereotipos y creación de redes de apoyo.   

Estas son solo algunas políticas que de manera unificada como sociedad podríamos lograr por el bienestar de nuestra gente, ya que ciertamente, la salud mental en nuestro país sucumbe de manera estrepitosa y en picada hacia el vacío, para muestras, un botón.