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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

En la actualidad las palabras “empatía” y “sensibilidad social” han tomado mucho auge y su uso es común en el léxico de una parte de la población mundial, que se está haciendo consciente sobre la perdida de estos valores tan importantes para garantizar la convivencia en una sociedad bajo la premisa de la cultura de paz, como actitud para promover el bienestar de nuestros congéneres.

Son pues, (la empatía y la sensibilidad), habilidades del individuo para identificar, percibir y entender las señales y contextos en las interacciones sociales. Significa hasta qué punto se entienden los sentimientos y pensamientos de los demás y hasta dónde está familiarizado con el conocimiento general de las normas sociales.

Es decir, que la Sensibilidad social y la empatía, implican necesariamente interés por los problemas de los demás, asumirlos como parte de los nuestros, para de esta forma, poder conectar con los sentimientos, necesidades, deseos y sueños de los otros.

A través de la aplicación del concepto de sensibilidad social, las personas son capaces de conocer los sentimientos del otro. El principio fundamental de la sensibilidad social reside en el amplio conocimiento de las normas sociales, las cuales orientan las conductas y comportamiento de las personas, en conformidad de asegurar una mejor convivencia.

Son entonces, (la Sensibilidad social y la empatía), esa capacidad de escoger la conducta que mejor se adapta a las características de una situación y a las personas que participan y depende de 2 cuestiones esenciales: el análisis de uno mismo y la comprensión de los otros.

Por esto, es necesario el entendimiento, respeto y reconocimiento de lo que somos y necesitamos, para poder aceptar como válidas e importantes las necesidades de los demás, en base a las cuales surgen y se tejen innumerables ideas, proyectos e iniciativas, cuyo propósito se orienta en mejorar la vida de esas personas desde una perspectiva, vinculada directamente con la sensibilidad y empatía por aquellos que están padeciendo.

 Siendo así, entonces, es imprescindible para la construcción de un proyecto social, que sus pensadores y ejecutores estén dotados de sensibilidad y empatía, ya que ambos representan la razón de ser de los mismos.

Lograr el desarrollo de esta relación de coexistencia es vital para asegurar la coherencia entre lo que se pretende alcanzar, ya que estos elementos aportan la humanidad necesaria para que las acciones puedan resultar en un verdadero impacto de manera accesible, equitativa, sostenible y puedan cumplir con su real propósito.  

 El mundo está plagado y minado de intenciones cuyos supuestos orígenes se concentran en mejorar la vida de las personas, sin embargo, es un reto poder identificar la verdadera vocación de las mismas, evaluando su verdadero sentido de sensibilidad o si bien, cuando solo representan idearios de realizaciones personales con propósitos individualistas, egocentristas, fuentes para obtención de riquezas, reconocimiento y poder.

Está comprobado, que siempre hay que ir más allá, ahondar en lo profundo de las cosas, de hecho, este principio es la esencia misma de las ciencias: “en base a métodos, siempre buscar la verdad” cuyo propósito es comprender y entender y así explicar el origen de las cosas.