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Opinión | Riamny María Méndez Féliz

Esta es una columna que no quería escribir. Pensé que a estas alturas, en 2023, el tema estaría superado. No es así. 

¿Qué podemos hacer? Alzar la voz. Una vez más nos piden que sacrifiquemos o aplacemos derechos humanos fundamentales, como los derechos sexuales y reproductivos, para acomodar un supuesto “progreso” y una supuesta “modernidad” (sic) colectivos.

“Para que el país avance” las mujeres deben aceptar que en el Código Penal se criminalice el aborto en cualquier circunstancia, incluso cuando corran peligro de muerte, carguen con el producto de una violación o con un feto incompatible con la vida. 

¿Cómo puede ser “moderno” un código que proponga tal desacierto? ¿Cómo se le puede exigir a las mujeres tal nivel de sacrificio? 

No necesito explicar que se trata de un falso dilema. Es obvio. Nos chantajean. Bastaría con incluir en el Código las tres causales o sacar el tema por completo del proyecto, y abordarlo en una legislación enfocada en la salud pública y los derechos humanos para solucionar el tranque con un mínimo de justicia. Pero parece que pesan más las voces de los sectores ultraconservadores de las iglesias y de los partidos que la vida, la autonomía y la libertad de las mujeres.

Las causales son un piso mínimo para garantizar el derecho a la vida de mujeres pobres, porque las ricas y las de clase media siempre podrán abortar tranquilamente, con seguridad, fuera del país, o incluso aquí, en alguna clínica privada.

A nadie se le obliga o incita a abortar. Se trata de autonomía y libertad en circunstancias muy concretas. Abortar puede ser un dilema ético complejo para muchas mujeres, pero a ellas y solo a ellas les compete tomar la decisión.  Decidir si arriesgan o no sus vidas, si quieren o no conservar por nueve meses un feto producto de la violación.

¿Con qué derecho un político, un pastor, un cura imponen con una ley lo que debe decidir una mujer en circunstancias tan particulares, dolorosas y complejas? ¿Dónde queda el libre albedrío?

Hay mujeres que deciden seguir adelante con un embarazo que pone en peligro sus vidas o es producto de una violación. Respetable decisión, debemos apoyarlas y estos políticos que dicen amar tanto la vida tienen el deber de promover hospitales públicos de calidad para que ellas sean atendidas en las mejores condiciones que la ciencia permita independientemente de su nivel de ingresos: ¿O solo el seguro platino debe garantizar atenciones de primera para que la vida florezca? 

Las que deciden no continuar con un embarazo que pone en peligro sus vidas o su salud también deben ser apoyadas. De eso se trata la autonomía, el libre albedrío y el respeto por las decisiones de cada mujer.

Esta posibilidad de ejercer la libertad es fundamental también para las que están en contra del aborto en cualquier circunstancia. No es lo mismo enfrentarse a un problema hipotético que a una situación real: con una ley que respete su libertad siempre podrán cambiar -o no- de opinión si, la vida las libre, llegara el momento de tomar una decisión de esa naturaleza.

 ¿Y Dios? Bueno, cada cual en su iglesia o su habitación dará cuenta de sus decisiones a su conciencia y a su Dios. Quiero pensar que si Dios, los dioses o las diosas existen serán compasivos/compasivas y entenderán el corazón de cada una mejor que el cura, el político o el pastor que ahora tratan de imponernos su visión del mundo. ¿Se la impondrían también a sus novias, esposas, amantes, hijas, madres o hermanas? Espero que no, por el bien de esas mujeres. 

Mientras tanto hay que enfatizar que no es un tema religioso, sino político y de derechos. La libertad, los derechos y la autonomía de las mujeres no son negociables. Tienen que caber en un código que se diga “moderno”. 

© EFE/ Orlando Barría