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Opinión | Riamny María Méndez Féliz

¿Alguna o alguno de ustedes pensó en viajar al espacio, construir cohetes espaciales o cambiar las leyes de la física para atravesar el pasado o el futuro cuando eran niños? ¿O quizás querían hacer jarabes dulces que curaran enfermedades para no tomar las medicinas amargas que sus madres, padres, abuelas o tías tenían que obligarles a tomar?

Seguro que algunos y algunas sí tenían ideas relacionadas con las ciencias y la tecnología, pero quizás no las vieron reflejadas en los productos culturales que consumían (caricaturas, libros infantiles, películas, etc). O quizás sí veían contenidos relacionados con la ciencia, pero sus protagonistas no se parecían a ustedes ni a sus familias, y al final, en el bachillerato, se implantaba la idea de que solo había cuatro o cinco carreras que valían la pena.

La representación sí importa. Para hacer algo, primero hay que imaginarlo, creer que es posible, y los referentes ayudan. Por esto me alegré de encontrar en Netflix la serie “Ada Magnífica, científica”, que cuenta la historia de Ada y dos amigos que juegan a hacer ciencia: Rosa Pionera, ingeniera y Pedro Perfecto, arquitecto.

Dos aspectos me encantan de la serie: la protagonista, Ada Magnífica, una niña negra, no solo tiene pensamiento crítico y creativo, también un gran liderazgo para guiar el equipo que forma con sus dos compañeros. Entre los personajes secundarios hay adultos y otros niños con una gran diversidad de condiciones: mujeres y hombres jóvenes y mayores, una señora en silla de ruedas que conduce un auto de carreras, un pequeño con autismo, etc, y todo se integra con gran naturalidad.

En uno de los capítulos, nuestros pequeños científicos utilizan sus habilidades y voluntad para recrear un juguete que el niño con autismo necesitaba para regularse y que se había roto. ¿No es genial?

Y este es otro aspecto que me gusta de esta serie, la ciencia tiene un propósito: hacer mejor la vida de los demás. Esta perspectiva de la ciencia y su potencial también es relevante. No se trata solo de tener curiosidad, querer descubrir o construir a toda costa. La creación y aplicación de descubrimientos científicos sin una ética mínima y sin empatía, ya sabemos, puede dar pie a situaciones monstruosas y degradantes para los seres humanos. La serie hace un interesante balance entre curiosidad científica, empatía y emociones.

Nuestros pequeños científicos no son perfectos. Como todos, tienen miedos, inseguridades, fallan; y deben replantearse sus inventos, y lidiar con los problemas emocionales de crecer y aprender a relacionarse con otros.

Ahh y no, no es una serie aburrida de chicos que solo se dedican a pensar en ciencia. ¡Son niños! Tienen distintas aventuras, van al parque, y hablan de helados y unicornios. Además, cantan y hacen sus pequeños bailes. Si disfrutan de los musicales, les encantarán estos guiños.  

El personaje de Ada Magnífica es hija de la imaginación de la respetada escritora de literatura infantil Andrea Beaty, y su guion para la televisión estuvo a cargo de  Kerri Grant, que por cierto es hija de una familia jamaiquina que inmigró a Estados Unidos, y Chris Nee, como citan en el sitio web de Serielistas.

Creo que la serie es disfrutable tanto para niños y niñas, como para los adultos que alguna vez soñaron con volar, construir o transformar de alguna forma el mundo que les rodeaba.