Dice un dicho común que el mundo, para ser mundo, debe haber de todo, mismo que se justifica en el equilibrio que debe existir entre una cosa y otra.
Si bien es cierto que cada cabeza es un mundo, también es cierto que el mundo somos todos/as y cada una/o de nosotros/as, por lo cual (aunque pensemos que no es así), nuestra existencia tiene impacto en otras personas, de nuestro entorno cercano o lejano.
Este impacto no se limita a la mera existencia como seres humanos, a reproducirnos y cumplir con los estándares sociales implantados, sino que la misma va más allá de vivir conforme las circunstancias que nos haya tocado vivir, siempre que estemos conscientes y seguros de nuestras capacidades.
El mundo, la vida y nuestro creador esperan mucho más, por que las capacidades han sido dadas, pero trabajarlas, pulirlas, enfocarlas y encontrar nuestro propósito, es nuestra tarea vital, una decisión personal que, en definitiva, precisa nuestro futuro.
Este es un trabajo arduo que como seres humanos nos toca y nos corresponde liderar, es retador y a la vez demanda asumir el control y la responsabilidad total, para salir de la zona de confort (aquella que nos garantiza lo básico) y empoderarnos para mejorar, cambiar, crecer e inspirar.
Para propiciar estos cambios, es necesario abandonar la pasividad como gestora de actitudes y comportamientos opuesta al compromiso, a la acción constante, a la voluntad de dirigir la propia vida y de involucrarse con todas y cada una de sus etapas.
La pasividad es hermana y mejor amiga de la procrastinación y enemigas del crecimiento, el desarrollo, la novedad, innovación y empoderamiento.
De hecho, es una acción tan dañina (no solo para quien procrastina), sino también para el entorno en en casos siente impotencia ante la inactividad, inacción y poca empatía para tomar las riendas y simplemente, decidir.
La pasividad y la paciencia suelen ser confundidas, pero resulta que son cosas totalmente distintas.
Ser paciente significa tener la espera necesaria para encontrar el momento oportuno y actuar. Pasivo es aquel que espera y no actúa, aquel que desea que los demás lo hagan por él/ella y en su defecto responsabiliza a los demás de su destino., se desvinculan de la responsabilidad ante sus actos y culpabilizan a los demás.
De hecho, la propia biblia nos hace un llamado actuar y empoderarnos para encontrar nuestro propósito.
Algunos de los versículos, citan lo siguiente:
En Romanos 12:2, indica:
Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.
1 Pedro 1:14
Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes {teníais} en vuestra ignorancia.
Siempre, siempre será mejor atreverse y no pasar por la vida sin penas ni glorias.