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Reportajes | Riamny María Méndez Féliz

Santo Domingo.- El disco “Por los dos” de la banda “Pororó” cuenta en siete canciones una historia sencilla, universal y común: una pareja se enamora, vive el romance, y luego pierde la pasión.

La trama se desarrolla entre sonidos de tambores afrocaribeños, del mar, la brisa, las calles, y los modos de hablar de Villa Mella, comunidad de arraigada cultura afrodescendiente de Santo Domingo Norte. Una advertencia: no es un disco es bailable, siéntese a escuchar la historia.

“Se ve ese convivir, esas altas, esas bajas, esa atención al detalle o esa falta de ver detalles, esa dinámica de una pareja, desde mi perspectiva de autor, está reflejada ahí, hasta cierto punto muy inocente”, dice Arnold Martínez, líder de Pororó.

Cuenta que el nombre de la banda, así como la introducción que contiene el disco, están vinculados a uno de los sonidos que, como villamellero, siempre ha escuchado entre personas mayores, la fonética del dialecto o acento Pororó, que en realidad significa “Por los dos”, en español  estándar. 

La banda pororó

“Pororó es un dialecto que hablaba el villamellero nato, queda un porcentaje muy mínimo de personas que todavía lo hablan y es una deformación del español, en términos fonéticos, incluso escrito, porque mucha gente al no tener una escuela muy de método tradicional, cuando aprendía a escribir, de manera precaria, escribía tal cual hablaba. Por ende, está ese fenómeno del pororó, que es un sistema comunicacional de Villa Mella. La idea me pareció muy interesante: por como tú hablas la gente puede saber de dónde eres. Como la música también es herramienta comunicacional, me pareció muy idóneo que se llamara Pororó la banda, se trata de hablar de comunicarse verbalmente”, explica.

Las raíces de una historia

Arnold es villamellero por nacimiento, crianza y herencia de sus familias materna y paterna. Tiene 28 años, es arquitecto de profesión y músico empírico.  Cuenta que entre sus tíos abuelos todavía hay personas que hablan el Pororó. Así que lo escucha en su propia familia, que está muy arraigada no solo en el territorio sino en la historia cultural y espiritual de la zona. Es bisnieto de la legendaria Benigna Martínez, quien casi hasta su muerte, con 104 años, lideró los Congos del Espíritu Santo, tradición musical y espiritual declarada Patrimonio Inmaterial por la UNESCO.

Arnold tenía unos ocho siete u ocho años cuando ella murió.  La recuerda con su tabaco y como una gran líder de músicos y rezadoras. Aunque fueron sus búsquedas musicales que le llevaron a valorar y a reconciliarse del todo con la figura de una bisabuela que le parecía algo pintoresca, y con prácticas que, de niño, le producía un poco de temor. Ahora valora el patrimonio de los Congos, y el sentido de comunidad que crearon, y que él disfrutó mientras crecía. 

Explica que los sonidos de su sector, que incluyen los atabales, los merengues que escuchaba su padre, las salsas, las canciones que sonaban en los radios del vecindario y en los carros públicos, marcaron su primer mapa sonoro. Dice que su proceso creativo consiste principalmente en escuchar y prestar atención.

“No tuve una casa que tuviera una colección de discos o un tío que te enseñaba 'mira los Beatles’. Estaba rodeado de la música que estuviese escuchando otra gente. No era muy filtrada, vamos a decir que era música muy popular. Al final de la adolescencia empiezo a escuchar otro tipo de música, como unos años de escuchar mucha música diferente (dominicana y del mundo), y ahí fue que empecé como a crear”, comenta.

Aunque su apuesta se nutre de las herencias musicales dominicanas y afrocaribeñas, se desmarca de la producción de música folclórica en sentido estricto, o de la canción afrodominicana clásica. 

Quiere crear historias que tengan un fondo y una identidad musical que reflejen un entorno y un ambiente que está muy marcado por Villa Mella, pero que tengan un hilo conductor y reflejen lo cotidiano. Además de lo sonoro, su formación arquitectónica influye en su proceso creativo.

 “Las canciones para mí son un proceso de diseño también, deben tener una estructura y no necesariamente que tenga que tener sentido, pero tiene que tener una estructura, un comportamiento, lo veo así.  Más ahora como que estamos en este mundo nuevo de producir, hacer canciones en estudio con un proceso totalmente diferente a componer con una guitarra en tu casa. Cuando te enfrentas a un software de post producción donde puedes agarrar una guitarra y grabar diez veces y hacer que suenen de 10 maneras distintas es como ¡oh pero espérate eso también hace que el proceso se enriquezca muchísimo! y lograr mejores resultados con el mismo diseño inicial, es muy arquitectónico” explica.

La transformación de su espacio

Como joven residente en Villa Mella, y también como arquitecto, ha visto parte de las transformaciones de su entorno. Paulatinamente y a veces de forma acelerada, Villa Mella, que era un pueblo apartado de la ciudad, ha pasado a ser parte de un entorno más urbano, con intervenciones como el Metro de Santo Domingo, y la ampliación de vías.

En esos procesos, hay cambios que a Arnold le han gustado y otros que no. Pero todos han influido en cómo se ha modificado su interacción con el espacio, que ya no es el mismo de su infancia, cuando se movía en las calles de su vecindario con un sentido de pertenencia a la comunidad, de estar siempre en casa. 

“Recuerdo que los espacios públicos se achicaron y yo no entendía por qué, o sea como que eso es lo único que he visto en Villa Mella… ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué las áreas verdes se tienen que achicar? ¿Por qué ese tipo de decisiones? He visto esa trama cambiar y hay cosas que cambian para mal, hay cosas que cambian para bien y hay otras que… simplemente las cosas cambian”.

Resalta como cambios positivos una mejora en las viviendas, las vías y en la movilidad, aunque, a su juicio, la transformación ha sido caótica.

“Al menos, hasta cierto punto, como que he notado mejor calidad en el estilo de vida, las viviendas cambiaron mucho, las calles cambiaron mucho, hay más accesibilidad a los diferentes puntos, gracias, no vamos a decir proyectos urbanísticos, pero vamos a decir procesos urbanos para dejarlo hasta ese punto, y eso ha ayudado también, independientemente de cualquier cosa, la existencia de un tren (metro) por ahí, genera una dinámica super interesante”, concluye.

Arnold tiene una familia extendida que incluyó a muchas personas en su crianza, además de su mamá y su papá. Entiende que ese modelo de familia lo ha marcado positivamente: “Para mí el concepto de familia es un poquito más grande, eso te da mucho más posibilidades de crecer como a los lados: si no te sientes en contexto en tu casa, luego vas donde tu tío y él sí tiene algo… te sientes en un ambiente… como que esto tiene sentido, eso me ha ayudado mucho” enfatiza.

Sus planes son seguir en la arquitectura, y cantar: “Vamos a seguir tocando y a seguir grabando, producir la mayor cantidad de contenido posible, muchas canciones nuevas, estamos preparando audiovisuales, y seguir ese proceso, a ver hasta dónde nos lleva”.

Retoma algo muy importante de la herencia familiar que le permite seguir adelante. Cuando se le pregunta si sus padres no se preocuparon por cómo se ganaría la vida como cantante, enfatiza: “Yo nunca tuve ese problema, como que usted vino aquí desnudo, todo lo que pueda lograr es ganancia, trata de ser feliz que el dinero es una consecuencia. Si haces bien lo que tú quieres por mucho tiempo, tienes constancia en una cosa, haciéndola bien, lo más probable es que puedas conseguir dinero de eso, tal vez no te forres de cuartos, que tampoco a mí me interesa… Pero nunca me metieron esa preocupación de que tienes que hacer algo para ganar dinero, sino que haz algo y ya, haz algo y siéntete bien con ese algo, y lo demás es lo demás”. 

Pie de foto. Pororó está integrada por Arnold Martinez [Guitarra y voz], Daroll Méndez [Bajo y coros], Anyel Domínguez [Percusión y coros], Joel Rosario [Guitarra], Abel de la Rosa [Teclados] y Eudy Ramírez [Percusión]