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Cultura y sociedad | José Luis Soto

Ya se ha dicho: Cuando el deber convoca, la vacilación es traición. Se lucha a vencer o morir por la Patria. Se puede estar arrepentido de errores tácticos y es de inteligentes saber cuando se pierde, pero arrepentido de luchar: jamás. 

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Reconforta escuchar el testimonio de dos combatientes de Abril de 1965, Orlando Sánchez y Rafael “Cocuyo” Báez. “Valió la pena", dicen, pasando balance de aquella guerra heroica y democrática. Fueron a la guerra para devolver la democracia a los dominicanos y combatieron con las armas para defender la Patria de las tropas extranjeras que vinieron a impedir el restablecimiento del orden constitucional. 

“Este es un pueblo valiente que ha luchado con todo y ha salido airoso”, dice Orlando, orgulloso del pueblo dominicano. 

Cocuyo Báez explica la participación de ambos en Abril de 1965: “A nosotros nos correspondió ir a la Zona Norte de Santo Domingo. Inmediatamente llegamos, nos organizamos; organizamos las tropas. En todos los barrios de la Zona Norte, la mayoría de las personas se colocaron de apoyo a nuestra posición, a nuestra lucha”. 

Fue un combate intenso pero desigual. Los invasores eran muy superiores numéricamente y con armas sofisticadas (“armas que no habíamos visto; en películas solamente”). Aún así plantaron cara o pecho, mejor sería decir. La dignidad y sentido del deber prevaleció. 

“La juventud, cuenta Orlando, tuvo un papel preponderante". "Los jóvenes eran algo especial, recuerda Cocuyo. Todos esos muchachos y muchachas, enfermeras, mecánicos, convertidos en artilleros, sin haber visto nunca un arma”. 

En el Cementero de la Máximo Gómez se peleó tumba por tumba, conminados por el coronel Francisco Alberto Caamaño a no ceder una pulgada al enemigo invasor. “Los paramos en seco”. 

¡Gracias Abril de 1965, allí y entonces construimos Patria libre y democrática!