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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

La contaminación ambiental a nivel mundial es un problema de trascendental importancia que requiere intervenciones urgentes para promover el despertar de conciencias, compromisos y voluntades para asumir acciones y cumplirlas, tomando en cuenta que las consecuencias que genera la misma, afecta a todos/as los/as ciudadanos/as del mundo, sin importar país de ubicación, raza o condición social. 

Varios estudios científicos han determinado que el principal factor contaminante contra el mundo, lo ejercen las acciones y actividades humanas, quienes, en búsqueda de garantizar su supervivencia, han hecho uso discriminado de los recursos, generando una cadena de eventos de tipo naturales, geológicos, y otros, que han impactado de manera negativa en la constitución de los ecosistemas que sostienen la vida en todas sus formas, trastornado el desempeño de la misma y poniendo en riesgo la supervivencia de las próximas generaciones. 

Así como la vida va de prisa, en la misma medida han aumentado los hábitos y velocidad de consumo de las personas, quienes cada día de empeñan en tener más cosas en el menor tiempo posible, para “estar a la moda” o bien llenar vacíos existenciales, existiendo poca o nula consciencia sobre el origen de los productos adquiridos y qué hacer con ellos después de utilizarlos. 

En la misma medida en que las cosas son adquiridas, así van en detrimento y una cosa rápidamente es sustituida por la otra, desechada sin coherencia ni sentido, como si hasta ahí llegara nuestra responsabilidad como consumidores y usuarios. 

Particular a las graves consecuencias del aumento en los niveles de consumo de productos que no conforman una cadena circular de producción, existe la gran problemática sobre la disposición final de los desechos que generamos en nuestro diario vivir. 

 A nivel mundial la gran cantidad de desechos sólidos generadas se producen en las zonas urbanas, de los cuales se estima solo el 6% es recuperado y lo demás es dispuesto en vertederos de diversos tipos. 

Las ciencias, las tecnologías y las innovaciones han demostrado que limitarse al solo hecho de tirar los desechos, no solo representa un grave riesgo medioambiental sino también pérdida de oportunidad para revalorizar los mismos, diseñar nuevos productos a partir de insumos reciclados y hasta poder trabajar la regeneración de los suelos a partir de los desechos domésticos generados en nuestros hogares. 

Por tal razón, como forma de dar frente a la situación climática, algunas ciudades del mundo han insertado técnicas y procedimientos innovadores para el manejo y aprovechamiento de los desechos, los cuales requieren poca inversión de recursos y cuyos beneficios son altamente importantes. 

Dentro de las estrategias utilizadas se encuentran: 

• La clasificación de origen 

• Promoción del reciclaje y,

• El compostaje

Las dos primeras son ampliamente conocidas, mientras que la última, (la menos conocida o frecuente), y que cosiste en una actividad descrita por la BBVA como: “El compost con materia orgánica, resultado de un proceso biológico cuyo fin es estabilizar e higienizar los residuos orgánicos, es un magnífico fertilizante. Aunque sus usos y beneficios van más allá: reactiva suelos contaminados o degradados, ayuda a reciclar residuos sólidos urbanos, controla las plagas… El compostaje es parte de nuestro sustrato vital.” 

Es decir, que compostar, a parte de ser un proceso natural sencillo, es una excelente oportunidad y herramienta para evitar enviar la menor cantidad posible de desechos sólidos domésticos a los vertederos y, sobre todo, aprovechar la oportunidad para la regeneración de tierras sobre explotadas y el cultivo de productos orgánicos que benefician de manera directa la salud de las personas y la biodiversidad circundante.  

Ejemplo de ello, en San Francisco, Estados Unidos, se recogen 650 toneladas de desechos orgánicos diariamente, que son llevados a las instalaciones de una empresa denominada Recology, la cual los tritura y analiza en busca de materia no orgánica como el plástico. Un sistema de tuberías ayuda a filtrar los gases de efecto invernadero que son producidos por microbios en la composta, y que son peligrosos para el medio ambiente. El ciclo se cierra cuando, después de procesar la composta, se vende a los agricultores y viñedos locales para producir nuevos cultivos.

Su objetivo es que toda la basura producida en la ciudad sea reciclada o compostada.

En el caso de Latinoamérica, destaca el caso de Colombia, donde biodigestores son alimentados con residuos orgánicos para crear biogás en zonas de escasos recursos. Estos digestores producen gas metano, usado para cocinar, y fertilizantes orgánicos, utilizados en los cultivos. También en la ciudad de Medellín se produce biogás en la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales. Bolivia cuenta con plantas de compostaje con alto impacto económico y ecológico, como la de Sacaba y la de Tiquipaya. 

Felizmente, ya en nuestra tierra, República Dominicana, contamos con iniciativas innovadoras como Tierra Urbana, quienes mediante el método japonés Bokasi, brindan la oportunidad a hogares dominicanos de alguna forma apoyar la causa ambiental, revalorizando sus desechos orgánicos domésticos y convirtiéndolos en abono que luego puede ser utilizado para cultivar plantas y hortalizas. 

Ojalá que esta iniciativa social y ambiental continúe creciendo y desarrollándose en nuestro país, de la mano del Estado, como formas de promover el cuidado al medio ambiente, la buena alimentación y cuidado a la salud de las personas.