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Opinión | Fernando Ferrán

El siglo XXI en Haití o el ABC de su formación social Fernando I. Ferrán1 Prólogo Para muchos, Haití es una pasión, para otros un tema de preocupación o conversación y para los demás un embrujo, recurrente e ignoto. No importa, la posición de cada quien. Este escrito es para todos. Las reflexiones aquí expuestas pretenden contribuir al esclarecimiento de la cuestión haitiana, a partir de sus manifestaciones temporales.

El tiempo, -con su ritmo de pasado, sobre lo que hacemos memoria; de actualidad, en el instante en que actuamos e intervenimos; y, de porvenir, ante lo que no existe, aunque nos preocupa y lo prevemos y predecimos-, sirve de escenario histórico para exponer algunas interpretaciones que esclarezcan la actualidad histórica del pueblo y de la República de Haití. Debidamente concebido pudiera contribuir a la toma de decisiones que incidan, tanto en la problemática de una parte significativa de la Isla de Santo Domingo, como en nuestro propio vecindario. (A) Pasado "Haití, en el siglo XIX, no es ni puede ser un país políticamente estructurado al estilo occidental", así concluye el académico haitiano Jean Casimir (2008). Cualquiera acotaría, con flema inglesa, `elemental, Sr. Watson´. Ni el hábito (constitución política occidental) hace al monje (sociedad democrática moderna), ni la fiebre (el malestar de toda una sociedad) está en la sábana (del desorden callejero). No obstante, aquella conclusión sobrepasa el sentido común, así como a las novelas detectivescas. El troquel perverso al que fueron sometidos los antiguos africanos, inicialmente vendidos por sus semejantes de otras tribus a negreros europeos que los embarcaron y revendieron en América (James 1938: 22-23); así como sus descendientes, sometidos estos y aquellos al trabajo servil en la colonia francesa de Haití, rememora el paradigma de Caín y Abel, y supera con creces los límites de la ficción en El reino de este mundo (Carpentier 1949). 1 Profesor-Investigador, PUCMM. 4 En realidad, la plantación agrícola de la colonia gala -sobre todo pre, pero incluso post Revolución Francesa, 1789- marcó un hito taxonómico abominable e infernal en la historia de la humanidad. La raza humana quedó escindida. De un lado, el blanco, para más señales, amo y francés. Del otro, el negro, léase bien: bossal, nacido en África en medio de la barbarie más absoluta y, por tanto, incivilizado. En otras palabras, no fue el ser supremo, sino el hombre europeo el que creó al blanco y al negro. Y esto así, al tiempo que excluía de protagonismo, tanto al cimarrón huidizo y enseñoreado en su fuga, como al liberto, recluido en un intermedio sociocultural exclusivo a aquel entonces colonial. Como escribe Casimir, en Francia, la trata de esclavos fue un proyecto por medio del cual la mercancía traficada, era etiquetada como esclava y sanseacabó. ¿Cuál era su único propósito? “Se trata de convertir a un salvaje en un ser útil a la civilización”. Una civilización ajena por completo a todo lo que tuviera que ver con la relativa promoción de la mercancía esclava en un ser cultivado, civilizado. De eso ocurrir, se trataba de un efecto involuntario. El único destino previsible para la gran masa de negros esclavos en Saint-Domingue era generar más riqueza y opulencia, para uso y beneficio de amos franceses, en su inmenssa mayoría, blancos. Tal propósito nada tenía que ver con la excepción a la regla; a saber, algunos libertos - para más señales afrancesados- que engrosarían, como calificaría Jean Price-Mars (2009: 8), una élite social haitiana ansiosa por concebirse a sí misma como diferente de lo que es y, de ahí, su “bovarismo colectivo”. Ahora bien, en lo que atañe al bossal y sus descendientes, sometidos ambos al trabajo esclavizado en las plantaciones de azúcar, café y otras en la colonia francesa en Saint-Domingue, nada, absolutamente nada debe de haberlos hecho comulgar con su situación de esclavos, a no ser el conformismo inducido por el látigo opresor o la obligada sumisión a la muerte en vida. Ninguna satisfacción, ninguna esperanza ni alegría, con excepción de la de devenir liberto. Emplazado a vivir en ese cautiverio en el que se encontraba recluida la grandísima mayoría de la fuerza laboral negra, nada en la plantación le servía de atractivo o consuelo, a no ser el recuerdo del pasado africano de los bossales. Ensueño frígido y vana ilusión el regreso a él, pues el reloj no tiene marcha atrás. La dinámica propia a la relación de aquel amo blanco y ese esclavo negro no es conducente, como pretendió ingenuamente Hegel (1807: 148-150), a la sombra de Aristóteles (1967: 1411 y ss.), a que el bossal esclavizado genere su propia conciencia culta. Lejos de ese idealismo, una vez triunfa la Revolución Haitiana (1791-1804), en Haití se manifiestan libremente, por primera vez en su historia, dos fenómenos culturales constitutivos e inalienables del devenir patrio: (a) su memoria histórica y (b) su razón de ser. a. A propósito de la memoria histórica, las palabras del jacobino Sonthonax son esclarecedoras. Este advirtió a los esclavos insurrectos, “si queréis conservar la libertad, haced uso de las armas en cuanto las autoridades blancas vengan a requisarlas, pues esa orden es el precedente y la señal inequívoca de vuestra vuelta a la esclavitud” (citado en James 1938: 245). 5 En ese marco de referencia, se impusieron y ganaron las armas. Pero, después de ellas, absurdo pedirle peras al olmo. Imposible que el referido aglomerado de bossales esclavizados, aunado circunstancialmente con sus consortes libertos, fuera capaz de despertar -de golpe- del horror e ignominia de las plantaciones coloniales de Francia, para entrar en la tierra prometida: la novedosa aurora de una organización occidental de corte republicano. A falta de años de formación y posterior transculturación, inverosímil que el solo uso del fusil, -ese que sin más procuraba la independencia, igualdad y confraternidad de insurrectos de diversas etnias-, lograra suficiente cohesión de parte de improvisados ciudadanos, bajo la égida republicana. Las armas buscaron romper cadenas y ganar el estado ideal de libertad. Sin embargo, el nuevo orden político que se autoimpusieron, al margen de simulacros de igualdad entre “negros” constitucionalmente genéricos, pasó a depender literalmente de lo desconocido e inaudito. Lo desconocido, la iniciativa del individualismo emprendedor de cada sujeto particular, valiéndose de sí mismo para garantizar su propia riqueza y modo de vida; e inaudito, la aceptación voluntaria de límites a la recién ganada independencia, por medio de la interdependencia a la que obligaban teóricamente los poderes públicos. Desde aquel entonces, el malestar y la desconfianza tienen rienda suelta en Haití. Cada día hieren -como lo hace un arma blanca el corazón ajeno- la memoria colectiva del pueblo haitiano. Y la marcan con la indisoluble característica del desconcierto e inseguridad de la ciudadanía. Ahora bien, aquellas armas que un día los defendieron contra el salvajismo y barbarie de los supuestamente señores civilizados del mundo occidental; aquellos artefactos de muerte que les dieron la libertad e independencia a poseer y usufructuar un palmo de tierra para cultivar o un rincón de acera para vender alguna mercancía, son de ahora en adelante incapaces de imponerse en la batalla por alcanzar un nuevo civismo de raigambre democrática. De ahí la gran encrucijada de la conciencia haitiana. He aquí su disyuntiva vital: comienza a padecer -en Haití- una especie de Alzheimer colectivo, de modo que la voluntad general por fin pueda redimir a toda una sociedad del sino que conmemora; o, emigra en busca de nuevos horizontes, -sabiendo en esta instancia que, desde donde quiera que haga memoria de lo que sucedió, el paso del tiempo seguirá siéndole un incierto albur o juego de azar que, para poderlo jugar, habrá de valerse de nuevas reglas. La resolución de tal dilema fundamental pasa por las metamorfosis que justifican la existencia de Haití, en tanto que producto de su omnipresente memoria histórica. b. A propósito de la justificación de la existencia de Haití y, por tanto, de la razón de ser haitiana, la gesta independentista quedó tallada en el alma de cada uno de los 6 que componen el aglomerado conjunto haitiano, como apología primera y última de su organización y relaciones sociales. Esa organización socio-política, institucionalizada luego de luchar a muerte y triunfar en contra de la sujeción en condiciones de inferioridad desigual y desvalida, en las plantaciones esclavistas de Saint-Domingue, evidenció ante el mundo y a Haití, el horror que representa obedecer a un supuesto amo y señor, pero real explotador. He ahí un motivo suficiente para aborrecer a quien hace de su felicidad particular, la desgracia de todos los demás; para desafiar a quien, pasando de engreído, vive la vida dándole órdenes y ordenándolo todo a su antojo. En el imaginario general de ese pueblo, así se revela la causa eficiente de cada sujeto, aferrado a su propia libérrima autonomía, mientras descubre y expresa la última finalidad de todos en el acto de rechazar cualquier nuevo indicio de sumisión. Cierto, no todo es rebeldía, contraposición y negatividad en la existencia haitiana. Después de todo, la docilidad también es inherente al sometimiento servil y a la necesidad de subsistir. Incluso, por veces, la resignación aparenta predominar lejos de la indisciplina laboral u otra del sometido. Pero no menos cierto es que, tanta obediencia, termina siendo en las plantaciones francesas de Saint-Domingue, no una condición previa o cónsona a la libertad (la subjetiva y la pública), sino resentida remembranza del sometimiento forzoso y servil al que hay que oponerse a toda costa. La aparente mansedumbre del comportamiento cotidiano contrarresta los objetables e inaceptables símbolos de abuso e, incluso, de esclavitud moderna (sobre explotación) con que se les vuelve a tratar en la vida real. Es algo así como la conclusión lógica de todo un estilo de vida cuyo sistema de reproducción social es eminentemente controversial, pues lleva a la población haitiana a la “ingobernabilidad” (Ferrán 2022) de su impropio país. Obligan a todos a obedecer y, por consiguiente, a aborrecer a sus semejantes y poderosos. La humillación y brutalidad que requiere la sumisión -a la hora de procurar la reproducción social de cada uno- trae consigo indeleblemente el resentimiento hacia un sistema de organización social inconsecuente -con lo que pregona ser- e históricamente abusivo de todos los iguales, -sometidos de manera sempiterna a pocos desiguales. De ahí que sea inimaginable, irreal e imposible de realizar la construcción de un ordenamiento social cónsono con las propias experiencias históricas de ese país. Las relaciones sociales que sustentan el entramado institucional del pueblo haitiano son contrarias. No gozan de otra razón de ser que no sea defender la emancipación individual a la que cada uno aspira (polo positivo, constructivo), y por eso mismo se contrapone a cualquier figura de causa o bien común en medio del orden u obligación que quieren desde arriba (polo negativo, destructivo) esos connacionales o extranjeros que adoptan la imagen de nuevos amos y señores de este mundo. En otras palabras, así como la luna tiene dos caras, una visible que permite dar razón de ella, y otra oculta y desconocida que despierta la imaginación, la existencia 7 haitiana transcurre de forma desequilibrada y dando tumbos entre sus dos polos: uno aparente en su modo de vida cotidiano, digno, apacible y humilde, y otro más recóndito y carente de potestad. En ese contexto, empero, encaminar el comportamiento de cada sujeto, encauzar los patrones de comportamiento de la población, aunar voluntades, valorar la institucionalidad del país y terminar construyendo por fin una nación, es tarea cuasi imposible. No por lo que dice la sabiduría popular: la cabra siempre tira al monte, puesto que no se trata de animales salvajes que hacían lo que les diera la gana, como sí pareció ser el caso de sus amos a la hora de incrementar sus beneficios. No por lo antedicho sino, al contrario, porque en poco más de dos siglos preservan la misma razón de existir: no la voluntad general del bienestar común, sino salvaguardar -por mucho o poco que sea- su relativa independencia individual, dependiendo lo menos posible que sea de quienquiera que represente para él obedecer y asumir obligaciones y todo un ordenamiento social impuesto por nuevos jefes, sean estos criollos o venidos de fuera. Debido a ambas causas, -la memoria histórica apuntalada por la impotente belicosidad de las armas y el alma insurrecta y desobediente que justifica la existencia de Haití y le dara su razón de ser a cada quien-, dicho país pudiera ser comprendido -en su conjunto- como un estado de cosas proclive y continuamente expuesto a cierto nivel de desorden, desinstitucionalización e ingobernabilidad; o, con la ayuda de la antedicha disyuntiva, al estado fallido del éxodo masivo de sus habitantes. En cualquier hipótesis, imposible históricamente que el referido aglomerado de bossales esclavizados y sus descendientes fuera capaz de despertar de sopetón, de la noche a la mañana, del horror e ignominia de las plantaciones coloniales de Francia, y entonces fundar una organización política de índole republicana. De hecho, ese dejo de ingobernabilidad queda inscrito en el relato de la nación haitiana. En la medida en que la revolución triunfante inaugura un sinfín de conflictos internos, la distinción entre negros y mulatos toma relieve e impacta, adversamente, las instituciones políticas de Haití. Para muestras un botón: la guerra en el sur contra Toussaint, Rigaud y sus respectivos partidarios, y ni qué decir del emperador Dessalines abatido por sus propios generales y lugartenientes. La rivalidad negro-mulato ha derramado raudales de sangre y de tinta desde tiempos del surgimiento de la República de Haití. Las disputas repetidas al cansancio emulan el eterno retorno de lo mismo. Inciden, una y otra vez, en meras luchas circunstanciales en el pedestal del poder y de la influencia de los actores políticos. En palabras nueva vez de Casimir (2008): “La información sobre las rivalidades entre mulatos y negros se refiere casi exclusivamente a las luchas por la influencia y las querellas entre `viejos libres´. Hay razones para creer que esta escisión no diferencia, ni siquiera a nivel de los protagonistas, posiciones políticas contradictorias.” Ese maremágnum de rencillas circunstanciales y oportunistas, a la vez que distraía la atención, impedía que el fondo de la cuestión fuera comprendido. El estilo occidental, sea el estadounidense 8 de 1776, o el francés de 1789, por ejemplo, le era naturalmente ajeno. Busquen a todos los policías del mundo, o las mejores fuerzas mixtas internacionales, y no serán capaces lograr algo que no sea más de lo mismo. (B) Presente “Más policías no resolverán la crisis de Haití”, tal y como escribe acertadamente Pierre Espérance (2023), director ejecutivo de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos en Haití. A lo dicho acoto, sin embargo, que el respaldo policial es necesario e impostergable, pero no resolverá todo lo que queda por ser encaminado en Haití. En efecto, la acción policial es impostergable. Reforzada la Policía haitiana, surgiría la oportunidad para que ella bata a todos los pandilleros, satisfechos al `envalentonarse´ a base de secuestros, robos, violaciones, golpizas, amenazas a la seguridad individual, control de las vías públicas y… solo Dios sabe cuántos atropellos más. No obstante, la fiebre no está en la sábana. Y, por eso, ¿cuál es el talón de Aquiles de la solución policial, tan escurridiza diplomáticamente, por el momento? Respuesta: las armas y pertrechos en manos de los pandilleros -verdaderos focos armados que controlan gran parte del territorio sudoccidental, central y sudoriental haitiano- llegan a Haití con etiquetas extranjeras -tal y como las de la península floridiana, de acuerdo a los comentarios del vecindario. La pesquisa de seguir las armas y el dinero que las compra, conduce al cuerpo del delito. Este es la oscura alianza entre pandillas o `gangas´, de un lado, y, del otro, la élite de poder de ese convulso país. En palabras de Espérance (2023) “en Haití, los pandilleros no son señores de la guerra independientes que operan al margen del Estado. Son parte de la forma en que funciona el estado y de cómo los líderes políticos afirman su poder”. De ser así, hasta prueba en contrario, es altamente improbable que el cuerpo policial haitiano pueda hacer avances significativos por sí solo contra los pandilleros y sus allegados. Del estimado de más de 155 pandillas haitianas2 que sobre todo se enseñorean en calles y senderos del sudoeste, centro y sudeste de Haití, no hay alguna que cuya existencia sea autónoma e independiente de una u otra élite de poder en ese país. Aun cuando no se publicite suficientemente, ellas son parte consuetudinaria del modus operandi político de la sociedad haitiana. Al ir ganando poder e independencia relativa, las pandillas expanden su riqueza y quehacer a través de demostraciones cada vez más violentas y brutales. Por demás, operan con impunidad -a menos que despierten la airada reacción de los vecinos -que ahora comienzan a tomar la justicia en sus propias manos (Da Rin 2023)- porque ni el cuerpo policial demuestra tener capacidad para enfrentarlos, ni los tribunales del país están abiertos, particularmente en Port-au-Prince, desde abril 2021. 2 Ver, Consejo de Seguridad 2023, a partir del minuto 20. 9 El contubernio representante de élites-jefes de pandillas viene operando, por lo menos, desde los temidos Tonton Macoutes, de la era duvalierista, y posteriormente los tiempos del expresidente JeanBertrand Aristide, primer presidente elegido democráticamente del país. Luego de su primer derrocamiento en 1991, y durante su segundo período presidencial: 2001-2004, permaneció desconfiado de la policía y el ejército que fomentó las pandillas vecinales para salvaguardar su poder. En estos días, desde Canadá hasta El Salvador y las naciones del Caricom, pasando por la ONU en la persona de su secretario general, Antonio Guterres3 y de su Consejo de Seguridad, CSNU, (2023), así como en la 53 reunión de la OEA (2023: 79-84); todos, sin excepción hablan del proceso de pacificación, en Haití, y el papel que debe jugar su policía nacional y/o un cuerpo multinacional armado de intervención. En ese contexto, no debe ni puede descartarse que la solución de la crisis haitiana pasa, necesariamente, por los fusiles y las macanas. A pesar de tanta lógica, lo reitero, no solo a través con esos medios. Algo enseña la literalidad, -que no así el espíritu- de dos objeciones reiteradas en dicho CSNU, a inicios de julio de 2023. El representante de China ante las Naciones Unidas, Zhang Jun, insistió en una solución de los haitianos, en Haití, con el respaldo internacional. Para ello, afirmó que hay que avanzar el proceso de transición política, lo que es “más urgente que nunca”, y fue entonces que recomendó -sin por ello develar la política encubierta de su país respecto a la única república antillana que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán- lo siguiente: “El Consejo de Seguridad debe tomar inmediatamente una decisión solicitando a todos los países que tomen todas las medidas necesarias, para cortar de raíz el tráfico de armas y acabar conjuntamente con el acceso de las bandas haitianas a las armas de fuego y la munición". (Ver, CSNU 2023: a partir de la hora 1.27; Jun 2023) La manoseada decisión no se tomó. Probablemente, previendo tal desenlace en ese momento, el representante chino amonestó con más cautela que resignación diplomática:“Hemos escuchado muchos discursos de apoyo a esa fuerza, pero a ningún país que anuncie acciones concretas, así que parece que van a ser necesarios estudios más en profundidad antes de llegar a una propuesta viable”, (Ibid). Segundos más tarde se oyó la urticante advertencia rusa cuando, Dimitri Polianski, embajador de Rusia, dijo mucho con pocas palabras. “Algunos consideran que la panacea es una fuerza multinacional, cuando la historia demuestra que esas intervenciones extranjeras han hecho más mal que bien en Haití”. (Ver, CSNU 2023, a partir de la hora 1.37; y Josefina Medina 2023) Tan avizor si no más que los dos anteriores, un veterano jefe de estado norteño respondía, cuatro semanas con antelación a otro aún más bisoño y nórdico que él, que el asunto no es entrar con una fuerza multinacional a pacificar el turbulento país antillano, sino cómo salir airosos de ahí. Y, mientras eso decía al oído de su interlocutor, con extremo sigilo diplomático, empujaba sus 3 “Una fuerza de seguridad internacional robusta”, https://es-us.noticias.yahoo.com/secretario-general-onuvisita-haití-163149942.html 10 fichas en el CSNU. Nueve días más tarde, una divulgación periodística salía al aire. “El Consejo de Seguridad de la ONU acordó prorrogar por un año la misión política que Naciones Unidas tiene en Haití”, (El Caribe 2023: 19). Además, aumentar el personal policial de la misión diplomática de 42 a 70 efectivos, para acelerar el entrenamiento del aliterado cuerpo policial haitiano. Ahora bien, lo más relevante es que, en esa misma sesión del 14 de julio, el CSNU por fin abrió el abanico de posibilidades para intervenir -nueva vez- en Haití. Abanico, dicho sea de paso, que apunta, -según fuentes fidedignas-, hacia una nueva intervención de los connotados Cascos Azules o Fuerzas de Paz de la ONU en dicho país. En efecto, dice la resolución textualmente: “18. Solicita al Secretario General que, en consulta con Haití y en un plazo de 30 días, le presente un informe escrito en el que se indiquen todas las opciones de apoyo que las Naciones Unidas pueden proporcionar para mejorar la situación de la seguridad, entre ellas apoyo para combatir el tráfico y el desvío ilícitos de armas y material conexo, formación adicional para la Policía Nacional de Haití, asistencia a una fuerza multinacional ajena a las Naciones Unidas o una posible operación de mantenimiento de la paz, en el contexto del apoyo a una solución política en Haití; “19. Decide seguir ocupándose activamente de la cuestión”, (CSNU 2023b). Luego de tanto ir y venir con lo mismo, conviene escudriñar ya lo que trae como porvenir la C del ABC haitiano. Ese ejercicio -con sabor a tiza y pizarrón especulativo- debe ayudar a concebir la dificultad efectiva de que sean haitianos quienes resuelvan su crisis en Haití, con el susodicho respaldo y ayuda internacional. (C) Futuro “La conclusión definitiva y duradera (de la crítica ingobernabilidad haitiana) es responsabilidad primaria del pueblo haitiano”, tal y como reiteraba nueva vez el ministro de relaciones exteriores dominicano, Roberto Álvarez (Diario Libre 2023: 6), mientras pedía expresamente a la élite de Haití que asuma su papel para salir de la tragedia de referencia. Siendo esa la primera condición, la segunda, advertida por el mismo funcionario y otros desde el CSNU es que la comunidad internacional apoye a ese pueblo en el cumplimiento de su deber. No obstante, ante tanta indolencia, retórica e indiferencia de una comunidad internacional detenida por sus propios conflictos, es menester que los más ensimismados y poderosos notables y testaferros del mundo deben dejar de responder, por la vía negativa de la inacción y el escepticismo, la pregunta original de Fray Antonio de Montesinos. Este, el 21 de diciembre de 1511, desde La Española, el 21 de diciembre, preguntó a los poderosos de ese momento cara a cara, en su discurso de Adviento: “¿Estos, no son hombres?” (citado en Arenas 2021). En cuanto aquellas élites económicas y políticas, y esos líderes internacionales de siempre, reconozcan que sí, que el aglomerado social haitiano está integrado exclusivamente por 11 semejantes a cada uno de ellos y de todos los demás, Haití saldrá progresivamente de su actual estado de marasmo nacional e indiferencia internacional. He ahí el quid de la actual caída libre al abismo institucional y, por ende, a la desintegración estatal de Haití. Es absurdo creer y/o esperar que el pueblo haitiano podrá salvaguardarse por sí solo, navegando a la deriva y sin marinos legítimos y experimentados, en que los ha sumido el magnicidio de Jovenel Moïse. Y, mucho menos lo logrará, dependiente solamente de una ayuda internacional, guarnecida detrás de emblemas internacionales, pero igualmente conducentes a un desesperante `nada´ tras decenios recientes de más de lo mismo. En ese contexto, resulta cuestionable el porvenir que espera a los descendientes de Dessalines. Por consiguiente, si en eso se cifra la actualidad histórica de Haití, aquí y ahora, bien puede considerarse una opinión de lego relativa a cuál es el problema en lo sucesivo, quiénes han de abordarlo, cómo y con qué finalidad. - Problema: la condición de ingobernabilidad de un estado de cosas turbulento y convulso en Haití que, si bien no es propiamente dicho el de una guerra civil, sí está más cerca de los enfrentamientos tribales en África que de las rencillas entre pandillas barriales estadounidenses o, incluso, salvadoreñas. Desconocer esas raíces de lealtades familiares y territoriales, conduciría, una vez más, a apagar un fuego circunstancial, a sabiendas de que la primera brisa lo reavivará. En verdad, todos están ante la columna vertebral de una historia antropológica convulsa, desde el día en que -además de tener que enfrentar la aversión de Francia y de otras potencias extranjeras de la época- ciudadanos haitianos pasaron a emular extraños modelos políticos basados en formas democráticas y la extraña división de los poderes del estado político. - Actores sociales: la élite haitiana, en Haití y, en el exterior, su denominada diáspora, repartida sobre todo en las Américas y en Europa; pero sin -por todos ellos- desconocer o soslayar a la comunidad internacional que adversa o respalda los acontecimientos históricos que han tenido y tienen lugar en ese país. Solucionar y superar el problema en el que ellos -incluidos quienes se reconozcan en un nosotros por ahora intencional- están envueltos es, por vía de consecuencia, responsabilidad de todos, tanto por razones patrióticas de los primeros, como humanitarias y de derecho internacional de los demás. - Cómo: Puesto que se trata de la República de Haití, que en derecho es un estado político soberano, podría ser argumentado que en primera y última instancia está la capacidad de la población e institucionalidad haitiana para rescatarse a sí misma, por sí sola. No obstante, esa potencialidad parece evanecerse cada día más. Y, mucho más, si nos atenemos a la fórmula de Ariel Henry. A la pregunta de “cómo planeaba resolver la situación de Haití”, el Primer Ministro no electo de Haití, “sonrió y levantó las manos. `Los haitianos son muy ingeniosos. Tal vez inventen algo´”. (Anderson: 2023) 12 En lo que acontece lo inesperado, a modo de maná caído del cielo para beneficio del pueblo elegido, lo más realista y probable sigue siendo contar con el respaldo de todos - o al menos, algunos- de los representantes de la comunidad internacional. Así, el primer paso conducente al rescate de Haití del caos y proceso de disolución que de facto impera en todo su territorio, consiste en un acuerdo político de los actores nacionales que se han visto desbordados, debido al absoluto desorden que posiblemente propiciaron y al que sin dudas hay que ponerle fin. Es en ese instante, que toma realce verdadero la resolución 2692 del CSNU el 14 de julio 2023, citada más arriba, y dos de sus consecuencias más inmediatas. La primera consecuencia, de acuerdo con fuentes fidedignas, terminará comprometiendo -muy probablemente, a falta de un cuerpo regional- a las Fuerzas de Paz de la ONU en el país occidental de la Isla de Santo Domingo. Esos efectivos militares -mejor conocidos como Cascos Azules- están constitutivamente comisionados para restablecer las condiciones y mantener la paz en áreas de conflictos, por mandato expreso del referido Consejo. La segunda inducirá, a partir del acuerdo que logren la élite haitiana y los actores internacionales, las metas cruciales del recién autorizado proceso de pacificación del territorio haitiano. - Objetivos y condiciones: Autorizado el reforzamiento policial y la pacificación del país, el primer objetivo ha de consistir en controlar el territorio haitiano. Esa meta pasa por el sometimiento incondicional de las bandas, el restablecimiento del orden público y la salvaguarda de la seguridad de la ciudadanía. Todo eso, incluso, debido al empleo de la fuerza cuantas veces sea acordado. Paralelamente, el segundo objetivo de la intervención descansa en el rescate de la capacidad productiva de Haití y el auge de su economía y mercado laboral, gracias a un nuevo clima de seguridad jurídica para las inversiones locales y extranjeras. El tercero es el más intrincado y escurridizo. Este pudiera iniciar con la conformación de una comisión para el mantenimiento de la paz y la estabilidad en Haití. ¿Integrantes que no deben faltar en esa mesa de diálogos y acuerdos? El actual resto de gobierno haitiano, los actores principales de la élite de ese país, al igual que -eventualmente- alguno de los grupos armados y, muy en particular, las organizaciones haitianas más reconocidas allá, tanto cívicas y políticas, como religiosas y culturales. Siempre y cuando esa comisión interactúe con eficiencia y logre los acuerdos pertinentes, cuarto y último objetivo, en el futuro mediato, organizar y celebrar la próxima consulta electoral en un país por el momento acéfalo. Epílogo. Si la verdad está al final, este epílogo lo dice todo entrado ya el siglo XXI. 13 A propósito de la cosa pública, la historia de Haití registra pocos momentos de estabilidad y prosperidad, tan notables y continuos como los de inseguridad, malestar e incertidumbres. Por ejemplo, para no hacer un relato con más misterios y cuentas que las de un rosario original, basta con mencionar el número de intervenciones de las Naciones Unidas, en Haití, durante los últimos 30 años: ▪ UNMIH (Misión de las Naciones Unidas en Haití): establecida en 1993 para ayudar a que regresara a la presidencia Jean-Bertrand Aristide, a quien derrocaron en un golpe militar en 1991. ▪ MIPONUH (Misión de Policía Civil de las Naciones Unidas en Haití): vino después de la UNMIH, en 1997, con el objetivo de continuar entrenando y apoyando a la Policía haitiana. ▪ MICAH (Misión Internacional Civil de Apoyo a Haití): fue una misión entre 1999 y el 2000 para fortalecer las instituciones democráticas, consolidar la paz y promover el desarrollo económico y social. ▪ MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití): establecida por la ONU después del segundo golpe de estado a Aristide, en 2004, y resultó muy controversial por eventos porque fue acusada de explotación sexual y de violar a miles de mujeres y niñas haitianas; además, se le achacó la propagación del cólera después del terremoto del 2010. ▪ MINUJUSTH (Misión de las Naciones Unidas para el Apoyo a la Justicia en Haití): vino en el 2017 después del fin de MINUSTAH, con el sempiterno propósito de “fortalecer el estado de derecho en Haití, desarrollar la policía nacional haitiana y monitorear los derechos humanos”. ▪ BINUH (Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití): inició en 2019 después de la finalización de MINUJUSTH, pero solo para asesorar al gobierno de Haití en la promoción y fortalecimiento de la estabilidad política y la buena gobernanza. De tan frecuentes y prologadas intervenciones conviene entresacar, al menos, estas cuatro lecciones. Todas ellas son pertinentes para los sucesivos años del presente siglo XXI: 1ª Son imprescindibles más y mejores policías, dadas las circunstancias actuales de Haití, aunque por sí solos no resolverán los múltiples problemas de pobreza, civilidad y gobernanza que acosan a la población local; 2ª Dado que Haití no ha estado organizado únicamente a la usanza occidental, justamente por esa razón, al pueblo haitiano no se le pueden seguir recetando y asignando modalidades fallidas de convivencia ciudadana extrañas a su formación social. Resulta inconsecuente repetir en los próximos años, ideando experimentos sociales; como cuando a sus predecesores se les impuso un régimen tan ajeno a ellos como el de las plantaciones coloniales o, luego de la independencia decimonónica, se habló entre ellos de imperios, repúblicas, monarquías, por no mentar ocupaciones e intervenciones más abultadas. 3ª Las relaciones sociales y estilo de vida y de organización haitianos no pueden ni deben ser juzgados como inválidos, cuando -por la mera formalidad de celebrar unas 14 elecciones generales- no se transformen ipso facto en un Estado de derecho social, moderno y democrático, de corte civil, republicano y representativo. En ausencia de un camino universal único de bienestar y prosperidad, en la historia de la raza humana, el pueblo haitiano, al igual que otros tantos, está dispensado de transitar la inexistente avenida ideal que, en abstracto, consolidaría su propia trayectoria nacional. En otras palabras, tiene licencia para improvisar y adaptar su propia organización social y política. Solo así honrará lo mejor de un espíritu libertario que le mereció el hito histórico de ser un día el único en quebrar el régimen esclavista que lo encadenaba al pasado. 4ª Por ende, luego de restablecida la paz en el territorio occidental de la Isla de Santo Domingo, y restaurada su capacidad de producción y generación de riqueza, lo esencial y definitivo será siempre -durante el siglo XXI- los vericuetos del proceso inductivo por medio del cual fragüe finalmente un nuevo orden político en el futuro de Haití. Un orden institucional que sea capaz, por sí solo, de armonizarse con el concierto ideal de sociedades que componen el resto de las naciones de nuestra América y del mundo contemporáneo. Esa última lección enmendará la trayectoria y el desempeño de dicho pueblo. Tanto su memoria colectiva, como la justificación de su razón de ser. Y, así, por fin, traerá consigo el realismo del único recetario mágico, fidedigno y eficaz, capaz de lograr que la empobrecida y abusada población haitiana, esa que en su actualidad histórica pende al borde del abismo y el colapso, se libere de los límites de su pasado, al punto de recuperar su propio rumbo -desde antaño extraviadoen su inmediato porvenir. Bibliografía Anderson, J.L.; (2023) “Haiti held hostage”; en, The New Yorker, 17 de julio. https://www.newyorker.com/magazine/2023/07/24/haiti-heldhostage?utm_source=nl&utm_brand=tny&utm_mailing=TNY_Magazine_Daily_07172 3&utm_campaign=auddev&utm_medium=email&utm_term=tny_weekly_digest&bxid=5e52835905e94e5fe44 b7975&cndid=60150920&hasha=d041405b4e57b54cbe640116b1c479c6&hashb=65c 360c8bf73f288926111f46dcbf899ad22b2f9&hashc=55a61af43f9e9a21e27bd264511c4 13ee10d98c5a1ce4478e498d67fd62535b5&esrc=Auto_Subs Arenas, M.: (2021) Bartolomé de las Casas y Antón Montesinos: los frailes defensores de los indios; en, Reporte Católico Laico, 21 de diciembre. https://reportecatolicolaico.com/2021/12/21/bartolome-de-las-casas-y-antonmontesinos-los-frailes-defensores-de-los-indios/ Aristóteles: (edición de 1967) Política; en Obras Completas, Madrid, Aguilar, traducción de Francisco de P. 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Octubre-Diciembre 2022 • Año 3, No. 1. Enero-Marzo 2023 • Año 3, No. 2. Abril-Junio 2023 Monitor Estadístico de Haití • Comercio exterior de bienes de República Dominicana con la República de Haití durante los ocho primeros meses de 2019, 2020 y 2021. Año 1, No. 2. 22 de octubre 2021 • Comercio binacional de mercaderías entre República Dominicana y la República de Haití en los nueve primeros meses de 2019, 2020 y 2021. Año 1, No. 2, 17 de noviembre 2021 • Mercado bilateral domínico haitiano de bienes durante los 10 primeros meses del los años 2019, 2020 y 2021. Año 1, Número 4, 2 de diciembre 2021 • Comercio exterior de bienes de la República de Haití con Estados Unidos desde 1999 y 2007 hasta enero-octubre 2021. Año 1, Número 5, de 9 de diciembre 2021 • Mercado externo de bienes de la República de Haití con Estados Unidos, desde 1999 y 2007 hasta enero-noviembre 2021. Año 2, Número 6, 16 de diciembre 2021 • Mercado binacional de bienes de República Dominicana con la República de Haití, durante enero-noviembre de los años 2019, 2020 y 2021. Año 2, Número 7, 23 de diciembre 2021 • Comercio exterior de alimentos y animales vivos de la República de Haití con Estados Unidos, desde 1999 y 2007 hasta enero- noviembre de 2021. Año 2, Número 8, de 30 de diciembre 2021 • Comercio exterior de bienes de la República de Haití con Estados Unidos desde 1999 y 2007 hasta enero-diciembre 2021. Año 2, No. 9, 6 de enero 2022 • Comercio exterior de bienes de la República de Haití con Estados Unidos desde 1999 y 2007 hasta enero 2022. Año 2, No. 10, 13 de enero 2022 • Comercio exterior de bienes de la República de Haití con Estados Unidos desde 1999 y 2007 hasta enero-febrero 2022. Año 2, No. 11. 13 de enero 2022 • Comercio exterior de bienes de la R.D con siete (7) países, Incluyendo Haití, desde 2019 hasta enero-junio 2022. Año 2, No. 12, 07 de julio 2022. 18 • Comercio exterior de bienes de República Dominicana con Haití, desde 2019 hasta enero-junio 2022. Año 2, No. 13, 14 de julio 2022 • Evolución de la importación de productos petroleros en Haití desde 2009 hasta 2020. Comercio exterior de bien. Año2, No15, Santo Domingo, D.N., 28 julio 2022 • Comercio exterior de bienes de la R.D con Haití y seis (6) países, Incluyendo Haití, desde 2019 hasta enero-agosto 2022. Año 2, No. 16, 28 de julio 2022 • Comercio bilateral de bienes de República Dominicana con Estados Unidos de América desde 1999 y 2007 hasta 2022. Año 2, No. 17, 11 de agosto 2022 • Oferta y demanda corrientes de la República de Haití desde 2017-2018 hasta 2021-2022. Año 3, No. 18, 18 de agosto 2022. • Comercio exterior de bienes de la R.D. con Haití y seis (6) países, incluyendo Haití, desde 2019 hasta enero-agosto 2022. 11 de agosto 2022. • Oferta y demanda a precios reales de la economía de Haití desde 2017-2018 hasta 2021-2022. Año 3, No. 19, 25 de agosto 2022 • Comercio bilateral de bienes de República Dominicana con la República de Haití desde 2019 hasta enero 2023. Año 3, No. 20, 1º septiembre 2022. • Comercio bilateral de bienes de República Dominicana con la República de Haití desde 2019 hasta enero-febrero 2023. No21, 8 de septiembre 2022. • Comercio binacional de bienes de la República de Haití con Estados Unidos desde 2019 hasta enero 2023. Año 3, No22. 15 de septiembre 2022 Cuadernos de Diálogo y Discusiones • Haití: una realidad caótica y 10 opciones realistas. Año 1, No. 1. 2 de noviembre de 2021 • Una pregunta presidencial -¿con ellos es que van a conversar?- sin responder. Año 1, No. 2, 18 de noviembre 2021 • Balanza comercial superavitaria de bienes de República Dominicana con la República de Haití en los primeros nueve meses de 2019, 2020 y 2021. Año 1, No. 3. 26 de noviembre 2021 • A Corporate America Partnership with Haiti is a Win-Win Deal for the U.S. Light Manufacturing Sector and Haiti’s Economic Recovery. Año 1, No. 4 • Reputación de una Nación. Año 1, No. 5, 13 de dicimbre 2021 • La cuestión fronteriza, al desnudo. Año 2, No. 6, 30 de mayo 2022 • Hacia un Haití emergente: Agenda 2030. Año 2- No. 7, 30 de junio de 2022 • Crisis haitiana, cuatro tesis y una pregunta sin respuesta: ¿qué hacer quién? Año 2, No. 8, 7 de julio de 2022 • Caso Haití-República Dominicana. Año 2, No. 9, 12 de agosto de 2022 • Subvention des prix du carburant en Haïti: Triple jeu de pokers menteurs. Año 2, No. 10, 21 de septiembre 2022 • Haití en los brazos de Morfeo. Año 2, No. 11, 1o de octubre 2022 • Haiti´s last resort: Gangs and the prospect of foreign intervention. Año 2, No. 12. 19 de diciembre 2022. • Les relations commerciales haïtienes-dominicaines à l´aube du 21e siècle: Quinze ans de balbutiements institutionnels. Año 3, No. 13. 15 de febrero 2023. 19 • Las repúblicas haitiana y dominicana cara a cara: una perspectiva. Año 3, No. 14, 29 de marzo 2023. • Los haitianos recurren a la justicia por propia ante la amenaza de las padillas. Año 3, No.15, 12 de julio 2023. • El siglo XXI en Haití o el ABC de su formación social. Año 3, No. 16, 26 de julio 2023. Breves Ensayos • El drama haitiano: la in/gobernabilidad. Año 1, No. 1. Enero 2022 • El infortunio haitiano: la infelicidad. Año 1, No.2. Abril 2022 • Factores económicos y demográficos que estimulan la inmigración haitiana hacia la República Dominicana. Año 1, No. 3. Junio 2022 • Los indios y el nombre Haití en el proceso formativo del pueblo haitiano. Año 1, No. 5, Octubre 2022. • Haití, Quisqueya. Los límites de la insularidad (1630-1916). Año 1, No. 6, Noviembre 2022. • El origen de las divergencias entre la República Dominicana y la República de Haití. Año 2, No. 1. Enero 2023. • Les différentes migrations haïtiennes. Año 2, No. 2 Mayo 2023.