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Opinión | Por Giselda Liberato/ experta en temas insulares en República Dominicana y Haití

Además de todas las explicaciones hasta ahora esgrimidas por expertos analistas políticos en torno a la victoria de Donad Trump, cabria valorar dos hechos ante los cuales el sistema norteamericano da un tratamiento con  aparente seriedad: La marca USA no juega con sus chelitos, y el ideal de sueño americano que históricamente han intentado vender no se "negocia".

 El sistema norteamericano no juega con sus intereses. Por eso los norteamericanos tradicionales y conservadores no perdonan aparentemente  la traición, y cuando se manifiestan o se muestra de forma más que evidente algún acto o conducta inapropiada y comprobable, el sistema busca la forma de castigarle de forma contundente social y legalmente. Hillary fue acusada y se señalaron pruebas de hechos que la involucraban de una u otra forma esos dos temitas.

 

 Puede que los inmigrantes salgan más afectados en una gestión de Trump  que en una administración de Hillary,  pero esa victoria puede ser favorable en la línea de acelerar los procesos democráticos de nuestros pueblos; y hasta puede acelerar los planes de desarrollo de países pobres y en cierta medida dependientes de programas de cooperación para crear las bases de infraestructuras que  así lo permitan.

 

 La victoria de Trump pone en alerta a los pueblos latinoamericanos y caribeños de quien es realmente y los planes que pudiera tener diseñado  Norteamérica en su política exterior. Hoy, es evidente que USA será dirigido por el monstruo que desprecia las minorías, gestionado por quien claramente es representante de los intereses de los grupos de grandes capitales, por lo que los pueblos ALyC estarán más alertas en las relaciones bilaterales y de cooperación. Y eso dirige la vista a otras cooperaciones que de repente puedan apoyar mejor los planes de interés nacional y no aspectos que vigilen más el interés temático o económico de los norteamericanos, como lo es la cooperación China.

 

Desde la perspectiva americana tradicional, a nivel de política domestica para  poder ganar las elecciones, quien mejor garantizaba los intereses económicos americanos era Trump y no Hillary. La consigna cliché de campaña de Trump no fue capciosa.

 

 La consigna fue una interpretación en el sentido de que los conservadores percibían que los demócratas habían estado relajando  el sistema americano, y el sueño americano estaba poniéndose en evidencia en un momento histórico por la fragilidad económica mostrada, y había que defender la filosofía de grandeza y “pulcritud” que los norteamericanos han naturalizado.