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Opinión | César Pérez

El PLD, sus allegados que bajo la sombra y descampado de sus gobiernos han hecho carrera y bienes, sin que falten algunos que le adversan, han construido el falso relato, o creencia de que el poder político, económico y social acumulado por ese partido imposibilita una derrota suya en un proceso electoral.

Ese falso relato lo repiten en todos los comicios, sin reparar que toda coyuntura política es el resultado de una intensa relación entre grupos (políticos y/o sociales), individuos e instituciones en permanente cambio. A diferencia de las anteriores coyunturas electorales, el PLD, atraviesa por una profunda crisis interna y un gobierno sumergido en escándalos, abusos, ilegitimidad e ilegalidad que sostenidamente socavan su hegemonía política.

Hay quienes supeditan la caída del poder peledeísta a una crisis o quiebra de la economía del país, otros a una reforma de las instituciones básicas de los sistemas de justicia o electoral, cosas imposibles de realzarse en el contexto de su dominación política, y algunos sueñan con una oposición encabezada por un líder carismático de casi imposible surgimiento del seno de esta sociedad o de estos tiempos. Sin embargo, la sostenida condena a la prepotencia y bellaquerías del gobierno que expresan diversas instituciones eclesiales, sociales, sectores productivos, de la sociedad civil y hacedores de opinión y libres profesionales, están creando un clima moral que, acompañado de puntuales acciones de masas contra sus abusos, podrían sacar al PLD del poder.

A esos hechos del gobierno se suman la crisis del PLD, motivada en gran medida por los efectos que sobre ese partido tiene la sorda lucha entre sus dos principales jefes/facciones, conjugada con los cambios que se están produciendo en las nuevas reglas de juego que normarán los procesos electorales, independientemente de las falencias de dichas reglas. Estas, establecen un plazo fatal para que esos jefes/facciones zanjen sus diferencias, independientemente del cómo y de sus resultados. Cualquiera que sea el vencedor en esta puja, y se erija en candidato de ese partido, tendrá una significativa debilidad frente al electorado. De igual manera, cualquiera que fuese una eventual tercera candidatura.

Si fuese Danilo, tiene que pasar sobre Leonel y sus huestes con consecuencias imprevisibles para el PLD, además de tener que hacer otra bochornosa compra del Congreso o violación de la Constitución que acentuaría el clima de hartazgo contra aquel y su gobierno. Si fuese Leonel, además de que cargaría con el fardo del continuismo, le sería en extremo difícil diferenciarse del presente y pasados gobiernos peledeístas. Por lo cual, cualquiera de los dos serían dos candidatos muy vulnerables. A eso se le suma el hecho de que a pesar de las aprehensiones de algunos, la oposición política esta vez tiene más experiencia, y diversos sectores de la sociedad civil mayor conciencia unitaria.

A Danilo o Leonel, será más difícil que en otras ocasiones sellar alianzas con colectividades que posibilitaron sus anteriores triunfos electorales, dado a que mientras más corren los plazos fatales de la JCE, y la incertidumbre sobre las posibilidades electorales de ambos harán que los partidos satélites graviten alrededor de otros astros. En tal sentido, esta vez sí es posible derrotar electoralmente al PLD.