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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

En los últimos años y década, es evidente el gran auge que ha alcanzado el uso de redes de interacción social o común mente llamadas, redes sociales, en la vida de las personas, en todas las sociedades del mundo, sin importar lo conservadoras que sean. 

Estas herramientas, concebidas inicialmente como un medio para socializar e interactuar con aquellas personas con las cuales nos dividían fronteras territoriales o bien hacer nuevas relaciones, ahora han pasado a ocupar un papel preponderante en la convivencia humana y la comunicación, transformando la cultura en todas sus formas. 

En el año 2020 se desarrolló un gran contexto internacional que impulsó a gran escala el uso y masificación de las redes sociales, esto fue en razón a la Pandemia del COVID-19. Debido a las medidas de confinamiento que aplicaron los gobiernos para ralentizar los niveles de contagio del virus, las formas de socialización, comunicación, interacción y reuniones de tipo social y laboral, se empezaron a desarrollar mediante estas plataformas digitales, incentivando aún más la cultura de la Social Network.    

A nivel mundial, se estimada que al mes de enero/2022, solo la red social FACEBOOK, poseía en su base de datos un promedio de 3,000 millones de usuarios, siendo secundada por la plataforma YOUTOBE, la cual almacena 2, 562 millones de usuario, mientras que en tercer lugar se encuentra WHATAPP como líder de aplicación de mensajería síncrona, acumulando 2,000 millones de consumidores de data, representando un aumento de 11,2% en relación a años anteriores. 

Segùn informes, se calcula que en promedio, un usuario acostumbrar durar 2 horas 43 minutos conectado a las redes, siendo la proporciòn mayor la de jòvenes entre 18 y 24 años de edad, seguido por las mujeres y posterior, los hombres en consumo de tiempo en uso de redes sociales. 

Con estas cifras, es indudable que el futuro de las redes sociales es cada vez más prometedor para sus propulsores quienes se mantienen innovando y desarrollando nuevas funcionalidades a fines a los gustos y preferencias de sus miles de usuarios. 

El algoritmo y la arquitectura de estas redes no permanecen estáticos, sino que varían y son frecuentemente actualizados por sus desarrolladores, esto en base a las informaciones que generan y aportan los propios usuarios, de las cuales esos medios hacen uso a su total discreción, ya que una vez registrado en las redes, se acepta prácticamente de manera automática las políticas de privacidad de las mismas, las cuales solo garantizan los derechos del creador. 

Y es que, aunque en muchos países existen y son aplicadas leyes que velan por la ciberseguridad de los usuarios, no es un secreto el nivel de vulnerabilidad al que estamos expuestas todas las personas que decidimos loguearnos en una de estas cuentas. 

Esta vulnerabilidad empieza desde el momento en que decides compartir tus informaciones por estos medios, hasta el nivel de impacto e incidencia que ejercen las mismas en la vida de las personas.

Un impacto que está marcando las nuevas generaciones al punto de transformar sus hábitos, sus costumbres y conductas, conduciendo a un nuevo tipo de sociedad. 

Múltiples estudios e investigaciones recientes han identificado las consecuencias negativas que genera en la salud de las personas, el uso intensivo de las redes sociales.  

La mayoría de estas consecuencias, están relacionadas con la conducta y proporcionalmente, con el funcionamiento del cerebro. 

Se ha demostrado que las redes sociales tienen la capacidad de desarrollar nuevas funciones neurológicas, nuevas conexiones que a su vez son las responsables que administrar las nuevas informaciones que recibe el cerebro desde estas fuentes de estímulo exterior. 

Una de las funciones o capacidades demostradas que se desarrolla, es aquella que permite al usuario estar expuesto o recibir varias informaciones diferentes a la vez, capacidad de adaptación que desarrolla el cerebro y que coincide con el bombardeo de informaciones de todo tipo que exhiben las redes sociales. 

En tanto, esta capacidad se desarrolla en detrimento de otras funciones vitales para el ser humano, como lo es la memoria a largo plazo, y es que, mientras el cerebro adquiere la capacidad de rápidamente ver una información y luego otra, se pierde la capacidad de recordar las cosas a largo plazo, es decir, este evento afecta la eficiencia de la memoria a largo plazo, lo cual reduce las capacidades de entendimiento, razonamiento y de memorizar las informaciones a futuro. 

Desde el punto de vista de la salud, ese esa es solo una de las consecuencias que podemos citar, sin embargo, la lista puede ser larga. 

Recientemente, la plataforma social META, antiguo FACEBOOK, fue objeto de controversias debido a denuncias que fueron llevadas ante el Congreso de los Estados Unidos, expuestas por ex empleados de esta compañía, quienes aseguraban que dicha empresa manejaba informaciones sobre las consecuencias que estaba teniendo dicho medio en la salud mental de las personas, sin embargo, se les acusaba de priorizar los planes de crecimiento del negocio, antes del bienestar de sus usuarios.  

Otras consecuencias reportadas debido al uso indiscriminado de las redes, se encuentran: 

Ansiedad y depresión, Afectación de la concentración, Insomnio, Daños en el sistema nervioso central, Sobre peso, Dismorfa corporal entre otros. 

¿Ante esta ola, nos queda preguntarnos, cual es la responsabilidad social de las empresas matrices de las redes? 

 Segùn Ban Kin Mom, ex Secretario General de Naciones Unidas (ONU), no se puede separar el poder de la responsabilidad y tiene toda la razón.  

 Es imposible limitarse a valorar la fuerza e impacto que tienen las redes sociales, sin acotar la co-responsabilidad que generan sus acciones.  

Urge y se hace necesario, que estas plataformas implementen nuevas políticas acordes con la realidad y los nuevos tiempos, que desarrollen un enfoque más humanista, capaz de que se identifique con las necesidades reales de los usuarios. Que, en lugar de ser una puerta de escape, sea un apoyo.