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Opinión | Por Gisell Rubiera Vargas, M.A.

La investigación científica posee varias significaciones, que a grandes rasgos refiere al proceso de rigor científico que buscan obtener respuestas comprobables en temas de interés tanto para ese campo, como para beneficio de la humanidad.

Parte de la esencia de la investigación lo constituyen la obtención de conocimientos en el proceso que pueden ser utilizados para mejorar tecnologías ya existentes o bien, para generar nuevas.

Pero sin lugar a duda, la parte más importante de esta, se constituyen en el momento en que los conocimientos adquiridos en el transcurso son aplicados de manera práctica, para crear o desarrollar nuevos productos e insumos, que pueden producir mejoras sustanciales en la eficiencia y desempeño de los procesos y que pueden impactar de manera positiva en las estructuras de funcionamiento.

Es por ello, que instituciones como La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco) lo tienen claro y reconocen la importancia de invertir en ciencia, tecnología e innovación como germen fundamental para el desarrollo socioeconómico de una nación.

En ese sentido, la investigación y el desarrollo (i+d) son un motor de la actividad económica de la que todos los negocios pueden beneficiarse. La inversión en i+d asegura formas de optimizar recursos, ofrecer bienes y servicios cada vez mejores y aumentar la reputación de una empresa ante inversores y clientes y, sobre todo, considerando que las mismas (i+d), facilitan la oportunidad de que las mismas sean entes de innovación, mediante la adaptación de sus procesos y herramientas, a los fines de alinear a estrategias de sostenibilidad.

 Pero garantizar el fomento de una cultura i+d, es una responsabilidad que los gobiernos y estados deben asumir, insertándolas de manera generalizada en los centros educativos preuniversitarios públicos y privados, mediante la promoción de las metodologías STEM.

Estas técnicas conservan un plan de estudios que está basado en la idea de educar a los niños en cuatro disciplinas específicas; Science, Technology, Engineering y Maths por sus siglas en inglés. En Castellano se traduce por Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, y consisten en aportar recursos creativos a los estudiantes del sector de la ciencia y la tecnología. De este modo, se busca fomentar el interés, a la par que se desarrollan las nuevas habilidades que se demandan en las profesiones del siglo XXI.

En el caso de nuestro país, República Dominicana, pensar migrar a esta forma educativa se constituye en un reto para el sistema educativo, considerando  los grandes desafíos que arrastra, sin embargo, es indudable la necesidad de producir esta traslación, reconociendo que la sociedad y los sectores productivos de hoy día, demandan de ciudadanos formados en otras capacidades y competencias, que desde el punto humano puedan adaptarse, aportar y producir cambios significativos, contribuyendo con ello a la transformación de la sociedad y su entorno.

Centros educativos como el Liceo Científico Dr. Miguel Canela Lázaro, ubicado en Salcedo, provincia Hermanas Mirabal, posee esta metodología y han sido merecedores de reconocimientos y premios tanto a nivel nacional como internacional, incluyendo proyectos de innovación ambiental, ecoeficientes, innovaciones tecnológicas y participaciones destacadas en entidades como la NASA. 

La realidad infiere la necesidad de producir el cambio y nos muestra que ciertamente, la investigación, el desarrollo y la innovación, deben ser un hábito y una cultura implementadas como la lectura, desde los bajos niveles educativos.

Solo de esta forma podremos despertar la conciencia, el interés, el compromiso y el conocimiento en las nuevas generaciones, para que se empoderen y sean capaces de crear soluciones que den respuestas eficientes y sostenibles, a los problemas sociales, que conforme pasa el tiempo, dejan de ser los mismos.

Bien dice un dicho: “No se puede esperar resultados diferentes, haciendo lo mismo”.