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Opinión | Doctor Nelson Figueroa Rodríguez/abogado y consultor internacional

Hay hechos en la vida que retumban en nuestra existencia, cuya mácula la llevamos anclada en nuestra anatomía de forma perenne, es por ellos hemos sangrado y drenando la aflicción a través de la impotencia, que perdura y duele, cual si fuere un cáncer agudo en la conciencia que nos produjo una metástasis de odio.

En  algún momento de nuestra interacción social todos y todas  hemos sido víctimas de una forma u otra de traiciones, abusos, engaños, falsedades, manipulaciones, defraudes , desconsideraciones y arbitrariedades que nos han producido enojo, ganas de venganza y de hacer la justicia por nuestras propias manos.  En muchos casos, esas acciones,  han sido capaces de hacernos vivir momentos de depresión y tener sentimientos angustiantes que nos han sumergió en una indagación incansable de razones que nos hicieran entender el  porqué de esa aptitud hacia nosotros y nosotras,  pensamientos y búsqueda que en ocasiones es una condena perpetua que llevamos  como prisionera en nuestras mentes.

En mi caso, viví por muchos años cargando la angustia y el  resentimiento en la data de mi vida, sin  poder borrar ciertas personas, ni determinados episodios, pues,  cada día lo vivía,  no para mí, si no para aumentar mi rencor. No podía olvidar al hombre que en mi infancia, antes mi indefensión, me dio un golpe en la cabeza (cocotazo) sin razón alguna, o al  señor a quien le encomendaron pagarme mi salario del mes de trabajo como ayudante de zapatería, yo en mi adolescencia, en plena Navidad, después de hacerme caminar con él, por toda la ciudad, se negó a pagarme y me dijo ,- véteme de ahí- ,  con la icónica frase de “haz lo que tú quieras”.

Así crecía y me enfrentaba a los avatares de la vida, cada día sujeto a nuevas realidades y cada vez más arrinconado a nuevas desilusiones y,  en cada estación y acción, antes nuevos golpes, ampliaba mi lista de rencores y cada vez el dolor era más intenso, simplemente mi odio me carcomía haciéndome esclavo de mis indignos pensamientos evidenciando mi frustración,  la cual no me permitía ver mi propio crecimiento, pues el resentimiento me mantenía sumergido en perseguir el logro y el éxito de los demás.

Una tarde sentado en una banqueta rústica de tabla, cuyos clavos eran capaces de revelar todas mis intimidades, en la comunidad de Tireo, municipio de Constanza, charlando y viendo tapizase el suelo de lodo fruto  de la llovizna,  albergado en una vivienda que a mí entender lo menos que hacían era vivir, más bien sobrevivían, recibí la mayor lección de mi vida, pues en mi arrogancia citadina, rayando en la descortesía,  le inferí al dueño de la misma, que él debía sentir mucho resentimientos, porque no era posible que  en un pueblo agrícola y de tanta producción como el suyo,  no le encontraba  explicación alguna a que él, viviera en estas precarias condiciones, a la cual me respondió con una parsimonia taciturna, pero increíble ,” Ay mi hijo, yo prefiero vivir así, porque yo no tengo tiempo pa´ odiá a nadie, muchos menos pa ´se rencoroso , sin esa carga yo soy feliz”

A partir de ese momento me sentí cual si estuviese en estado transe, rebobiné parte de la película de mi vida. No hubo tiempo para analizar los rostros de los que a mi entender me habían agraviado, solo sentí la cantidad de tiempo que había malgastado, cargando con odio y resentimientos. Por tal razón el camino de regreso a la ciudad se  me hacía  inagotable y aquella expresión se refundía en mi cabeza y me desnudaba como persona y a la vez, simplemente sentía un alivio increíble cual, si de mis hombros se desprendieran dos toneladas de acero.

Fruto de esta lección de vida aprendí,  entendí que yo era simplemente un esclavo de mi propia hostilidad y que el odio y el rencor solo me hacia rancia la vida y que era la hora no de perdonar a mis agresores, si no de perdonarme a mí mismo. A partir de ese momento acogí como propia la frase de Martin Luther King Jr. cuando plantea “He decidido apostar por el amor. El odio es una carga demasiado pesada." Lo que me ha permitido comprender que hay gentes tan miserables que ni siquiera merecen tu perdón, pero el hecho de hacerlo simplemente me ha permito ser libre.