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Opinión | Telésforo Isaac / obispo Iglesia Episcopal Dominicana

La gran mayoría de la población mundial está en un dilema espiritual, emocional y a veces de fe, porque se pregunta: ¿Si todos los seres humanos son criaturas de Dios, si Jesucristo vino al mundo para salvar a todos, si en el cristianismo hay “un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo”.

¿Por qué hay disparidades, desavenencias y reproches entre los creyentes  religiosos, si hay un solo Dios, Creador y Padre de judíos, cristianos e islámicos? ¿Por qué hay continuo conflictos y luchas entre ellos? Por éstas incongruencias surgen preguntas perturbadoras como éstas: ¿De qué lado está Dios, o es que la voluntad operativa de Dios no funciona, o tiende a desnivelarse?

No es fácil responder a ésta inquisición y una y otra vez oímos decir: ¿“por qué le pasan cosas malas a la gente buena”? Por cierto, este es el título del libro “Best Seller”, “When Bad Things Happen to Good People” (Cuando cosas Malas Suceden  a Gente Buena), por Harold S. Kushner, del cual se han vendido miles de ejemplares. La extraordinaria venta se debió a que filósofos, teólogos y eruditos de todas épocas, no han podido contestar satisfactoriamente este tema tan escabroso.

La realidad de la presencia y efecto de “el bien”, “el mal” y la angustia del ser humano, han llamado la atención de pensadores y algunos se han atrevido a incursionar y discutir este indescifrable dilema.

La literatura hebrea tiene el “libro de Job” como un tratado que interroga y trata de descifrar “por qué sufren los inocentes”, ¿Por qué se angustian los buenos?

Hay artículos y libros de experimentados intelectuales de ciencia, escritores seculares, creyentes de mucha fe, quienes expresan o tratan de explicar la razón del “gemir de toda la creación”.

Los paganos politeístas creían que los pueblos y los individuos eran “castigados por los dioses”, sea por capricho o por la falta del cumplimiento de una promesa o deseo de la divinidad. Algunas sociedades atribuían los males que sufrían a la conducta de sus reyes o gobernantes por hechos personales o de estado que cometían. En el orden personal los individuos creían que sus males eran por consecuencia de la conducta impropia de sus antepasados.

Pero aun hoy día, solemos saber de personas comunes y hasta predicadores convencidos y fogosos, diciendo: que: “Dios está usando las catastróficas fuerzas de la naturaleza, actos violentos de otras personas o grupos, como castigos que vienen por mandato divino”.

En el año de 1940, el escritor y profesor universitario inglés C.S. Lewis, hizo gala de una lógica y profunda imaginación para explorar los problemas del sufrimiento humano y trató de ofrecer respuestas; pero aunque sus escritos son muy populares, no han hecho la aclaración deseada para convencer y soslayar de manera efectiva la inquietud del “por qué del sufrimiento” en el mundo.

Con ánimo y esfuerzo similar al de Lewis, el gran teólogo de la universidad de Basilea, Urs Von Baltasar, hizo un noble intento intelectual en el año 1960 en su libro “El Cristianismo y la Angustia”, tratando de retratar y describir “el monstruo invisible” de la angustia, pero la sombra del monstruo opacó su intento.

Ante la incapacidad humana de entender y responder a estas preguntas el arzobispo Rowan Williams dijo lo siguiente: “En el centro del sufrimiento desesperado, un sufrimiento que no podemos  remediar o eliminar  por completo, existe en el mundo una energía indestructible que conduce al amor.” (Rowan Williams,  Arzobispo de Canterbury, 2007).

¿“Quién responderá satisfactoriamente a las milenarias preguntas”? ¿Por qué sufren los inocentes? ¿Por qué le pasan cosas malas a gente buena? ¿A qué se debe el continuo conflicto entre “el bien y el mal”?

Por cierto, vivimos sacrificados, sufrientes, aquí y ahora, pero continuamente anhelados y buscamos cómo ser felices, alegres, y por fin tener vida abundante y eterna, este es el concepto filosófico de la fe y la práctica de los fieles cristianos. Este es el propósito de la confianza de los que “mantienen la seguridad y la alegría en la esperanza que tenemos”. (Hebreos 3:6).

Lo último que se pierde es la esperanza, por tanto, hay que salvaguardar esa condición sin alternativa, ya que “esa esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco”. (Hebreos 6: 10). 

Ante las preguntas y observaciones de cómo, por qué y cuándo  comenzó y finalizará “el bien” y “el mal”, nos queda citar la respuesta de Jesús a sus discípulos al momento de la Ascensión:-“No les toca a ustedes saber en qué día o en qué ocasión hará el Señor Dios las cosas que solamente Él tiene autoridad para hacer.” (Hechos 1:17). Nos queda tener fe, esperanza y amor, mientras tanto  meditemos en las palabras del siguiente cántico:

Envuelto en sombría noche,

El mundo sin paz no ve.

Buscando una esperanza

Buscando, Señor tu fe.

(Himnario: Cantemos con Alegría al Señor, No. 109 – Autor Desconocido).

Telésforo Isaac

Obispo Emérito de la Iglesia Episcopal/Anglicana