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Gabriel Boric (Punta Arenas, 1986) tiene 35 años y es uno de los exlíderes del movimiento estudiantil que en 2011 sacudió el país. De la calle saltó a las instituciones y en 2014 fue elegido diputado por su región, Magallanes y la Antártica chilena, la más austral del país. 

Descendiente de familia croata, por parte de padre, y catalana, por parte de madre, es el mayor de tres hermanos de la tercera generación nacida en Chile. Se crió en un entorno acomodado del sur chileno y aterrizó en la capital para estudiar Derecho en la Universidad de Chile, la más prestigiosa del país. "Soy un privilegiado… Me hice de izquierdas cuando adquirí conciencia de que algunos de los privilegios que tenía se sostenían en que otros no los tuvieran", reconoció en una entrevista.

Líder del movimiento estudiantil

Su camino hacia la política institucional no puede separarse de su pasado como líder del movimiento estudiantil chileno. Junto con otros nombres de esta generación, como Giorgio Jackson o Camila Vallejo, que hoy le acompañan al frente de la candidatura, fue parte de una generación de jóvenes dispuesta a poner en jaque un modelo educativo heredado de la dictadura de Pinochet (1973-1990).

Irrumpió en el escenario político chileno en 2011, cuando fue elegido presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) y, desde ahí, fue uno de los protagonistas de las movilizaciones que en 2011 reclamaron "una educación pública, gratuita y de calidad".

"Los enemigos son quienes quieren privatizar la educación pública y mercantilizar todos los aspectos de nuestras vidas [...] Se viene la articulación de un nuevo movimiento no solo para cambiar la educación, sino para transformar el país entero", dijo Boric una vez proclamado ganador. 

En ese entonces, el primer Gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) intentaba rebajar la tensión en las calles y apostó por un desgaste natural del movimiento, que nunca llegó. El pulso de los estudiantes con Piñera se sostuvo durante meses. El candidato ha recordado en varias ocasiones aquellos días, en especial la protesta del 4 de agosto de 2011, una de las más reprimidas desde el retorno a la democracia hasta entonces. La jornada se saldó con casi 900 detenidos solo en Santiago de Chile. Como presidente de la Fech, Boric se convirtió también en uno de los principales portavoces de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech). La visibilidad de aquellos años le abrió el camino a la política.

Salto a la política

Boric desembarcó en el Congreso en 2014, con 27 años, tras casi terminar los estudios de Derecho. Le quedó pendiente el examen final de grado y la memoria, por lo que no está licenciado y no ha recibido el título de abogado. "Estando en la carrera no me imaginaba ejerciendo en tribunales, litigando, ¡qué paja! [¡qué pereza!]. De hecho, no me titulé ni estoy pensando en titularme, no me quiero dedicar a ser abogado nunca", reconoció en una entrevista en 2018. Por esas afirmaciones recibió críticas durante la campaña. 

Desde la Cámara de Diputados, donde fue reelegido en 2017, formó con Jackson, su ex compañero de protestas, la coalición de izquierda Frente Amplio, que para las elecciones de aquel año irrumpió con 20 diputados. En los comicios legislativos de este domingo sumaron cinco parlamentarios más.

El bloque es a menudo comparado con Podemos en España. Boric siguió de cerca su nacimiento y evolución y, en varias ocasiones, se ha reunido con Pablo Iglesias y con la actual ministra de Igualdad, Irene Montero. Conceptos como "la casta política" se escucharon alguna vez también en la izquierda chilena. Otro de sus referentes es el expresidente uruguayo José Mujica, que participó en la campaña de Boric.

Todo apuntaba a una tarde larga y de infarto, sin embargo, a una hora del cierre de urnas –a las 6 de la tarde– la tendencia estaba prácticamente confirmada y el izquierdista Gabriel Boric se proyectaba con claridad como el futuro presidente de Chile. Boric obtuvo un 55,8% de los votos y se impuso, por más de 10 puntos, a su rival José Antonio Kast, abanderado de la extrema derecha que se quedó con un 44,1%, con un 99,8% escrutado.

Entre ambos hubo un millón de votos de diferencia. Con estas cifras en la mesa, Boric se convierte en el presidente más votado de la historia de Chile y también en el más joven. El 11 de marzo jurará el cargo con 36 años.

"Yo vengo de lejos, del sur de Magallanes, casi en la Antártica, y tengo 35 años y tengo claro que la historia no parte con nosotros. Nuestro proyecto es heredero de una larga tradición, la de quienes han buscado la justicia, la defensa de los derechos humanos y la protección de las libertades", dijo en su primer discurso como futuro presidente ante la multitud que se congregó en la avenida principal de Santiago, La Alameda, para celebrar el triunfo. "Estamos ante un cambio de ciclo histórico y no lo podemos desaprovechar. Seré el presidente de todos los chilenos y chilenas, de quienes eligieron otra alternativa y también de quienes no concurrieron a votar", añadió.

Apenas se confirmaron los resultados, las principales calles de la capital y de otras ciudades del país se convirtieron en una fiesta. Desde los tiempos del estallido social no se veía una multitud tan grande. La gente ondeaba banderas con el nombre del presidente electo, del pueblo mapuche y de la diversidad. Los coches circulaban en caravana haciendo sonar sus cláxones. "Venimos a celebrar este gran triunfo porque la esperanza le pudo ganar al terror, que era lo que más temíamos", dijo Carlos de 48 años, uno de los asistentes. Karina, de 38, y su hija Martina, de 15, también intentaban llegar cerca del escenario: "No nos esperábamos este resultado, estábamos súper asustados y aunque el contrincante hizo una buena campaña, lo logramos. Participamos de manera muy comprometida con el estallido social y las propuestas de Boric apuntan a eso".

"Chile no estaba tan dividido"

Desde el retorno a la democracia, la tendencia siempre había sido que el candidato que ganaba la primera vuelta se imponía también en el balotaje. Sin embargo, Gabriel Boric rompió con eso y sumó más de dos millones de votos respecto a la elección del 21 de noviembre, luego de liderar una campaña en la que se preocupó de buscar al votante de centro. "Estos resultados revelan lo que ha sido la tónica desde fines del 2019: que los chilenos quieren cambios –una modernización social, política y económica– pero que se hagan a través de la institucionalidad y a un ritmo moderado. Boric ganó porque representa juventud y renovación, pero también porque, por lo menos durante el último mes, enfatizó la moderación y la disposición a llegar a acuerdos", dice Robert Funk, profesor del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.

La campaña estuvo muy polarizada y había la percepción de que el país estaba dividido en dos bloques casi herméticos originados durante el inicio de la transición. En las últimas semanas se compararon estos comicios con el plebiscito de continuidad del régimen de Augusto Pinochet (1973-1990), que se celebró en 1988 y puso fin a 17 años de dictadura. "Chile no estaba tan dividido, tenemos más conciencia democrática de la que pensábamos y existe un espíritu democrático", dice la integrante de la Red de Politólogas Javiera Arce.

Además de la capacidad de movilizar el votante de centro que en la primera vuelta apostó por otras candidaturas, otra de las claves de la victoria de Boric tiene que ver con un aumento destacado de la participación. Más de 8,3 millones de votantes concurrieron a las urnas, cerca del 55% del padrón electoral, el mayor porcentaje desde 2012, cuando el votó pasó a ser voluntario.

En la Región Metropolitana, los resultados demuestran la segregación política y social que marca los barrios (comunas): mientras Kast se impuso en el sector oriente (Las Condes, La Reina, Providencia, Vitacura y Lo Barnechea), el más acomodado y pudiente; Boric ganó en el resto de los 47 barrios. Eso, a pesar de que la jornada estuvo marcada por las denuncias de falta de transporte público y de buses interurbanos, sobre todo en las zonas más periféricas del área metropolitana. La indignación provocó la ministra de Transportes, Gloria Hutt, compareciera para dar explicaciones: "No quedé conforme en cómo funcionó el sistema. Se pudo haber resuelto más rápido con más información a las personas". 

Principales desafíos

Analistas y expertos coinciden que Gabriel Boric no lo tiene fácil para el próximo gobierno. Más allá de acompañar la recta final del proceso constituyente, el presidente electo "tendrá que manejar las expectativas en un contexto bastante adverso", dice Funk. Según él, también tendrá que enfrentar otros problemas adicionales que son "un flanco débil" para Boric y su sector, como la delincuencia y el narcotráfico, la reforma de Carabineros, el conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado chileno, y la inmigración. "Para estos temas, Boric ha ofrecido propuestas interesantes, progresistas, pero difíciles de implementar", añade.

En su opinión, también "tendrá que lidiar con una coalición difícil porque el Partido Comunista presionará por dentro y por fuera". Los partidos de centro-izquierda, por su parte, van a querer aportar desde su experiencia de gobierno, comenta, y los empresarios estarán "nerviosos". Arce, por su parte, apunta a la fragmentación del Congreso que dejaron las elecciones legislativas del 21 de noviembre: "Necesitará equipos con mucha musculatura política".

En diez años, Boric y su generación han pasado de liderar el movimiento estudiantil al palacio de La Moneda. El próximo 11 de marzo, el presidente Sebastián Piñera colocará la banda presidencial al líder que, en 2011, durante su primer gobierno, le hizo el pulso desde la calle. Aquel joven inconformista y rebelde será su sucesor en el poder.